Entrevista
Coronavirus: ¿el fin de la globalización?
El coronavirus ha dado un duro golpe a los ideales globalistas y el mundo después del SARS-CoV-2 ya no será el mismo: los Estados individualistas y no las estructuras supranacionales se han convertido en los principales jugadores. Todos han sentido las consecuencias económicas de la pandemia, pero ¿y las políticas? ¿Será el fin de la globalización?
Un pequeño virus fue suficiente para causar caos en los mercados, pánico en el comercio, el turismo y la vida cotidiana. El SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, demostró la fragilidad de la globalización, acelerando los procesos que comenzaron antes de la pandemia. A este fenómeno está dedicado el libro Coronavirus. El fin de la globalización, del historiador Marco Gervasoni y el filósofo Corrado Ocone.
La tendencia a la desglobalización de ninguna manera es nueva, pero el coronavirus paralizó de facto la circulación de bienes y el movimiento de personas, probablemente marcando así el final de la globalización tal como la conocemos. ¿Cómo cambiará el paradigma político después del coronavirus?¿Qué escenarios nos esperan en el futuro? Sputnik entrevistó a Marco Gervasoni, profesor de historia moderna en la Universidad de Molise y coautor de Coronavirus. El fin de la globalización, para compartir su visión sobre este fenómeno.
— ¿Cuál es el principal mensaje de su libro?
— Mi colega Corrado Ocone y yo escribimos este libro en la fase inicial de la crisis, antes de que toda Italia fuera declarada zona roja. La primera parte está escrita por mí y ahí sugiero que la crisis del coronavirus marca el final de la globalización, tal como la conocimos desde los años 80 hasta nuestros días; la segunda es de Ocone y se enfoca principalmente en la crisis de la ideología globalista.
Desde un punto de vista político, económico y cultural, la crisis del coronavirus nos obligará a regresar a los Estados nacionales. Eso se confirmó cuando se tomó la decisión de suspender Schengen, para cerrar las llamadas fronteras europeas externas. Esto muestra que en una situación que amenaza la vida, la única forma de protección que todos invocan es la nacional, no la de entidades supranacionales.
— El coronavirus paralizó la libre circulación de bienes y personas, ¿supone esto un desafío para la globalización?
— Este virus en sí mismo es producto de la globalización: apareció en China, fue traído a Europa y otros continentes gracias al mercado mundial, en el que China juega un papel muy importante. Es un producto de la globalización, pero al mismo tiempo inevitablemente marca una crisis de la globalización misma.
El término desglobalización se ha utilizado durante más de un año. El coronavirus solo acelera este proceso y lo más probable es que las empresas europeas muestren la tendencia de regresar a Europa o abandonar China. Preveo el regreso de la dimensión nacional. Veo el regreso de la dimensión nacional. Hemos visto el colapso de la ideología proeuropea.
Incluso la idea de suspender el pacto de estabilidad representa el reconocimiento aclamado de una falla, no es posible que en situaciones de emergencia una entidad supranacional le diga a un Gobierno legítimo cuánto puede gastar.
— Hemos visto el efecto de la pandemia en la economía: el mundo ha entrado en recesión. ¿Podemos decir que este período de crisis marca también un cambio histórico?
— El coronavirus demuestra la debilidad del liberalismo que parece funcionar solo en momentos de paz y bienestar. Cuando existe un peligro, el liberalismo ya no funciona. Los países europeos están ahora en estado de sitio, no podemos salir de la casa, la policía nos detiene en la calle, es algo que ningún estado liberal podría tolerar. Esto se tolera porque la vida está en peligro.
Es fácil predecir que en sociedades profundamente secularizadas habrá un retorno a la religión. Aunque las iglesias han sido cerradas y las manifestaciones religiosas han sido prohibidas, hay signos de una recuperación de la religiosidad. No es nada particularmente nuevo para aquellos que estudian la historia: cuando el hombre teme morir, regresa a los valores fundamentales, entre los que se encuentran la religión, la patria y la comunidad nacional. Por otro lado, resulta que el globalismo en sí pierde su valor.
— Hoy todos los países y sus economías son interdependientes. En su opinión, ¿cómo podría volver el Estado-nación? ¿Cómo cada país se desarrollará por su cuenta?
— En realidad, las economías siempre han sido interdependientes. Pero no volveremos a los modelos antiguos, sino a modelos en los que el centro de la decisión recae sobre el Gobierno nacional, como sucede en Rusia o en Estados Unidos. Sus Gobiernos tienen plena soberanía. El problema son los países que han cedido parte de su soberanía.
En el Viejo continente, la idea es la de una Europa de naciones en lugar de un súper Estado, o una especie de Estado federal. También puede haber escenarios de disolución de la Unión Europea o salida de algunos países de la Unión o la zona euro. Están abiertos toda una serie de escenarios que podrían realizarse incluso en tiempos más cortos de lo que usted se imagina. Esta crisis mostró que la omnipotencia de la economía era algo ideológico: nos han dicho durante años que los Gobiernos nacionales ya no podían decidir, que las finanzas decidieron todo. Se ha visto que los Gobiernos nacionales pueden nacionalizar y que hay recursos para financiar hospitales. La idea es que haya un retorno de la supremacía política sobre las finanzas.
Estos son desarrollos interesantes pero difíciles, porque una parte de la clase política europea, algunos partidos, tanto de izquierda como de derecha, están vinculados al mundo de las finanzas. Las categorías izquierda y derecha también desaparecerán, se formarán otras alianzas. Habrá un cambio total del paradigma político.
Fuente: Sputnik
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