Por Alejandro Malowicki. Director-Productor de cine. Docente.
ALGUNA VEZ ESE NIÑO QUE FUI ME AYUDA
De un antiguo poema persa: “Es el oyente el que da entusiasmo al narrador”
Mi deseo de hacer una película para niñes emerge siempre acompañada de los mismos sentimientos que se presentan al acometer una aventura o sea con las fantasías, los temores, las resistencias, los sabores y sinsabores que para bien o para mal se conjugan cuando la película (solita) se enfrente con su público.
Siempre que inicio esta aventura y comienzo a escribir el guión, la primera imagen que se me presenta es la de un chico de 7 u 8 años que está sentado en una butaca frente a una gran pantalla blanca de un cine esperando que mi película le cuente una historia que le haga reír o lo emocione hasta las lágrimas o todo junto. Pero ¿quién es ése niño que siempre se aparece sin permiso y sin que lo llame haciéndome saber, con su presencia fantasmal, que no me abandonará hasta que vea mi película proyectada en el cine? No sé quién es pero cada vez que leo en la pantalla de mi computadora alguna situación o diálogo del guión, él está. Siempre está ahí y su presencia es un constante desafío para lograr que cada tanto me pueda encontrar con su sonrisa de aceptación.
¿Cómo hacer una película donde exprese mis ideas, mis sentimientos, me rescate de los laberintos y profundas ciénagas no develadas de mi infancia y también le interese a los chicos? Creo que antes que nada debo reconocer que sigo teniendo todas las características esenciales emotivas de ése niño que fui cuando comencé a convivir con las emociones, con el llanto, los miedos, los sustos, las angustias como así también con los placeres, las alegrías y las exaltaciones felices. Cito a S. Freud: En el niño está en ciernes un adulto, no por la cronología sino porque en todo adulto hay algo de la infancia que no caduca con el tiempo. Lo más difícil para el adulto es reconciliarse con el niño que habita en él. Ese que se entristece, que tiene miedo, que se angustia, que se formula preguntas que no puede responder y que puede llorar como los niños. Si así fuera podríamos construir nuevas miradas de los niños. Miradas que se detengan no en lo que les falta ―porque en verdad nos les falta nada― sino en lo que tiene y en lo que es.
En realidad los que les hacemos películas a les niñes somos adultes que recurrimos a los recuerdos de la infancia que resistieron las embestidas de nuestra vida adulta que intentó esconderla en la oscura profundidad de la desmemoria.
El que un director de cine exprese sus ideas, sentimientos y opiniones al público adulte es, digamos, una cualidad autoral inserta en el imaginario del público, el mismo público que generalmente tiende a pensar que una película dirigida a les niñes debería distraerlos de los conflictos propios que transitan en las distintas realidades en las que están inmersos. Me parece más atinado pensar que (…) Para que la historia mantenga la atención del niño, ha de divertirle y excitar su curiosidad. Pero para enriquecer su vida, ha de estimular su imaginación, a clarificar sus emociones, hacerle reconocer sus dificultades, al mismo tiempo que le sugiere soluciones. Bruno Bettelheim.
Cuando dejamos la niñez y a veces también con ella la capacidad de asombro es posible que también extraviemos en el camino la capacidad de convocar el interés de nuestros espectadores. Pero en la medida que sintonicemos nuestras disconformidades acerca del mundo en el que vivimos con las de les niñes obtendremos su interés. En éste encuentro se apoya mi trabajo creador.
Si. Se trata quizás de una cuestión de mercado. Lo que no se conoce no existe y, por lo tanto, no tiene valor. Paul Auster. Si del niño de hoy devendrá el hombre del mañana no es aventurado predecir que los valores que sostendrán sus conductas mucho dependerá de las obras audiovisuales con las que se tropiece en todas las pantallas estén o no dirigidas a elles. Y veremos, sin demasiado trajinar, que en su casi totalidad son contenidos provistos por la industria del entretenimiento norteamericana y que los remiten a un imaginario de una realidad que nada tiene que ver con sus necesidades, preocupaciones y si con el concepto del niñe como "objeto de consumo " en lugar del niñe como "sujeto de Derecho".
¿Y cuál es la concepción del mundo que en esas obras subyace? “El poder ideológico de un producto mediático radica en la capacidad que tengan aquellos que los controlan y los elaboran, para hacer pasar por real, verdadero, universal y necesario, lo que son construcciones inevitablemente selectivas y cargadas de valores, en las que se inscriben intereses particulares, ideologías y modos de entender”. Masterman. Es necesario desenmascarar esas intenciones destacando cómo impactan sus contenidos en las infancias teniendo en cuenta que los medios audiovisuales forman parte de su mundo lúdico gracias a los cuales desarrollan sus estructuras narrativas para cuando la etapa de la infancia dé lugar a la de la adultez.
El niño que me acompaña en todo el proceso creador tiene miedo de que mi obra no se encuentre con el público al final de la travesía. Entonces ¿por qué seguir adelante?: porque no solamente es una necesidad vital para mi existencia sino porque es el único medio de llegar a mis espectadores tratando de subvertir el paradigma dominante del mercado tal y cual se presenta en la actualidad dónde las apenas 800 pantallas de cine existentes en nuestro país están “ocupadas” por las películas bien denominadas “tanques norteamericanos” que a modo de blitzkrieg, precedidas por intensivas campañas publicitarias, ocupan casi todas las pantallas ―sus campos de batallas― para exhibir sus producciones y apoderarse de lo único que justifican esas guerras: sus millones de entradas vendidas y correspondientes dólares y que sean muy pocas las películas argentinas para niñes que se pretendan exhibir con la justa pretensión de al menos recuperar sus costos y revertir la actual “libertad de mercado” por la de la “libertad de la diversidad cultural”. El destino reservado a los niños depende de la actitud de los adultos. La causa de los niños no será defendida con seriedad mientras no se diagnostique el rechazo inconsciente que induce a toda sociedad a no querer tratar al niño como persona, desde que nace, y frente al cual cada uno se comporte como le gustaría que se comportaran con él". François Doltó.
···