
Por Ariel Prat
Casas marcadas
(Por Ariel Prat (Especial para Motor Económico) No se puede comparar al viajero curioso con el turista, tampoco al que viaja por placer de conocer y disfrutar de otras tierras, con aquel que sale desesperado a ganarse la vida sin opción desde la suya propia. Siempre suelo mentar a Don Atahualpa y recurro a lo que él sostenía sobre el “trashumante”, según el maestro era quien iba “tras el humo de las cosas”.
En infinidad de ocasiones, no solo me ha sucedido en él pasado, sino que me sigue pasando hasta hoy una cosa, que tal vez les ocurra a todos y no pretendo ser especial. No es solo cuando la distancia impone nostalgia o melancolía, no, porque puede ser allende o aquende los mares y en cualquier caminata ocasional o viaje en tren, que me detengo a menudo en alguna casa en especial sin ningún tipo de curiosidad arquitectónica o embeleso material de confort. Que una ventana, que una luz dentro de una cocina, que una persiana a medias baja o mismo una puerta cerrada. Los cuadros, trofeos, bibliotecas o armarios que se vislumbran tras esas honduras lejos de mi barrio, me produce un deseo de estar allí como habitante natural, en una vida que sería otra pero plena, ese “como sería sí”, o “si yo estuviera” o “si yo fuera”, me supera y el libro que llevo en las manos se queda ahí en esa página perpetua, o mi caminata extranjera se transforma en una lava que fija ese falso recuerdo para siempre como si fuera un vestigio de Pompeya en una geografía de tiempo forjada a puro sentimiento.
¿Qué voz, que trabajo, tendría mi padre en esa casa, por ejemplo que ahora recuerdo haberme capturado una tarde soleada en un pueblo de playa atlántica en el sur de Francia, llamado Guéthary? ¿Seríamos muchos hermanos o sería yo el único? O ¿Sería yo hijo o sería el padre? ¿Y si fuera mujer…la madre o la abuela madre del padre? O tal vez un vecino amable que cortara el pasto a menudo con un cigarro en la boca y un perro gordo adormilado cercanamente, ese que aún recuerdo esa tarde en la casa pegada de estilo dos aguas y blancas con ventanas de madera y pinceladas de verde.
Así fue que escribí más tarde, una letra hecha canción con la que soñé poder llegar a oírla en voz del gran Charles Aznavour. Mi lejanía en esos días, me jugó esta pasada y ese mar inmenso, me unía con el Buenos Aires lejano…
San Joan de Luz…Guéthary…Francia no es solo París. Y el mar acá, mi puerto allí, Libertad no lleva a ser feliz… Tan bella tierra pá echar raíz Casas de mágicas puertas. Intimidades, rumor de hogar Aromas transmiten luz. Elijo cualquier ventana, Cargadas nubes que hacen llover, Sueño en la siesta escuchar Y es tu jardín que empiezo a oler… Felicidad aprendí que es Imaginar con ilusión, Lo que segundos solo serán Quizá minutos de placer. En esta playa me detendré Llevo tu puerto tatuado en mí, Más tu pañuelo no se agitó Esa mañana que partí… Ay, Buenos Aires, desnúdate, Nadie nos mira tan lejos. Por más que el barco navegue igual, Sabes que huyo y me detendré. Piensa en el vuelo del ave aquel El que vuela para atrás, Adónde voy no me importa ya, Adonde estuve, ya ves… Soy ese viajero. Nunca turista. Aquel provisorio para siempre trashumante…
- Compositor. Murguista. Poeta. Colaborador de Motor Económico.
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