Fabiola Orquera, doctora en Lengua Española e investigadora adjunta del CONICET/ Radio Gráfica
“Debemos pensarnos desde una cultura federal"
Fabiola Orquera, doctora en Lengua Española e investigadora adjunta del CONICET, entrevistada por Vivian Elem en Radio Gráfica, se refirió al centralismo cultural de nuestro país y la importancia de la federalización y las conexiones entre las regiones. Compiló, junto a Radek Sánchez Patzy, el libro “La Selva, la Pampa y el Ande. Vías interiores de la cultura argentina”, en el que distintos autores, reflexionan sobre las posibilidades de un nuevo mapa cultural. “Debemos pensarnos desde una cultura federal”, planteó.
Se debate sobre la descentralización de las grandes ciudades, pero poco se habla si esto provocará cambios culturales o si hay que analizarlo previamente. Sos una de las compiladoras del libro”La Selva, la Pampa y el Ande. Vías interiores de la cultura argentina”, con varios autores de distintas provincias ¿Cómo ven la situación cultural?, ¿Es una necesidad comenzar a hablar, a difundir la cultura federal?
-Totalmente. Nosotros estamos, por un lado, haciendo nuestras investigaciones. Somos todos especialistas en temas vinculados a nuestra propia provincia, pero algunos, también, trabajan en temas relacionados a otras regiones del interior del país. Nuestro trabajo es de orden intelectual, académico, pero te diría que también tiene la intencionalidad de modificar ese mapa cultural, tal como lo conocemos. Argentina tiene una gran tradición centralista. Desde el momento en que se conforma la nación, que es a mediados del siglo XIX, adquiere la preeminencia del mitrismo que sofoca las culturas regionales, entonces, esa es una puja siempre presente. Las redes de los ferrocarriles, los puertos, todo está construido pensando en Buenos Aires y, a su vez, han sido receptores de lo que venía de Europa o de Estados Unidos.
El caso de Sarmiento es el más conocido, pensar la Argentina en términos de civilización y barbarie. Entonces, el reto nuestro es modificar eso y buscar en nuestros autores, en los que han pensado, porque hay, incluso, corrientes indigenistas o criollistas que han sido muy fuertes a principios de siglo. A veces, las élites también han tenido repliegue ante las culturas criollas. Nosotros estudiamos mucho eso. Además, las provincias más o menos han desarrollado un estudio de sus propias culturas, pero no se difunde más allá de sus propias fronteras, es muy difícil. Por eso, te agradezco esta entrevista porque necesitamos que nuestras tradiciones culturales vayan a confluir en un mapa plural de la Argentina, en donde todas estas corrientes estén y, también, las conexiones interprovinciales.
¿Cuánto hace que vienen trabajando sobre el tema?
-Venimos trabajando desde el 2014, y desde noviembre del año pasado pudimos constituirnos en una red que se llama Red de Estudios Interdisciplinarios en Culturas y Regiones (Reicre). Estoy como coordinadora, pero están todos los miembros de este libro: Ana Teresa Martínez, que hizo el prólogo, Radek Sánchez Patzy, que es coautor del libro, Irene López y Andrea Villagrán, de Salta. Radek es de origen boliviano, pero con muchísimos años de residencia en Argentina y está vinculado con el Instituto Interdisciplinario de Tilcara, que en realidad es de la Universidad de Buenos Aires, pero tiene sede en Tilcara. Soledad Martínez Zuccardi, que es otra tucumana muy estudiosa de la literatura, y Gustavo Carreras, estudioso de la filosofía de la liberación, santiagueño, que ha hecho un trabajo sobre los grandes ensayistas santiagueños. Alberto Tasso, de Buenos Aires, que ha hecho de Santiago su lugar de residencia y ha creado una identidad fuerte ahí. Claudio Díaz en Córdoba, un referente nacional de estudios del folclore. María Lanzillotta y Claudia Salomón Tarquini, que residen y trabajan en La Pampa, vinculadas a la Universidad.
Todos estamos vinculados a universidades nacionales y al CONICET. Y ellas estudian mucho culturas indígenas de La Pampa y contemporáneas. El trabajo que han hecho acá, junto a Ana Romaniuk, está vinculado con Cuyo. Ana, también, trabaja folclore y ha trabajado en COARTE, un grupo alternativo que se forma en La Pampa después de la Última dictadura cívico-militar. Después, Flavia Fiorucci, ella está en la Universidad de Quilmes, formada por el grupo de Carlos Altamirano y me gusta su trabajo sobre memorias de maestros normales en Chubut y en Santiago del Estero. Se remontan mucho tiempo atrás y, justamente, en cómo es ese choque, digamos, entre la institución educativa y las comunidades indígenas.
¿Es posible realizar cambios culturales sin hacerlos también en la educación?
-Es totalmente necesaria la modificación de la educación. Por ejemplo, en Tucumán, recientemente, se ha promulgado una ley para que se estudie cultura de Tucumán. Isabel Aretz, en su estadía en la provincia, investigó y escribió el libro “Música Tradicional Argentina. Tucumán. Historia y Folclores”, en los años 40, financiada en ese momento por los mecenas culturales que habían quedado. Ella recorre todas las músicas populares para que se enseñen en las escuelas, este era el objetivo del libro, pero cuando ella regresa a Tucumán se queja un poco de ver que ese objetivo no se había cumplido. Es decir, que en las escuelas no se había enseñado todo eso y todas esas tradiciones han sido totalmente perdidas por el avallasamiento de la industria cultural.
Hay una cuestión profunda de nacionalismo en nuestras herencias culturales, y el deber que nosotros tenemos es conocerlas y difundirlas. Es la batalla cultural constante que tenemos que dar, la de investigar y difundir, eso va junto. Es una lucha desigual. Difundir el libro no nos resulta fácil. Cuando publiqué, en el 2010, el libro “Ese Ardiente Jardín de la República” -del apogeo del campo cultural tucumano hasta el golpe cívico-militar en el 76, una reunión de muchos investigadores especialistas en este tema, de distintas áreas de la cultura de Tucumán- no se publicó en Buenos Aires. A veces te piden que saques el nombre de la provincia para que se pueda vender o directamente no lo quieren publicar. Cuestiones que son de profundo desconocimiento de los movimientos culturales del interior de la Argentina.
En ese sentido, ahora con el tema de las redes y de las reuniones por zoom, por la cuestión de la pandemia, nos ha servido porque nos hemos reunido con la Reicre, donde aun se está uniendo gente de Corrientes. Es decir, nosotros estamos empezando a través de Internet, lo que nos permite comunicarnos entre nosotros, porque no era fácil.
Cuando hablan de cultura federal y diversidad cultural, aceptarlo y mirarnos como nación integrada culturalmente, ¿cómo lo piensan? Ahora, con un gobierno nacional-popular, ¿piensan que es posible?
-Charlamos mucho sobre el tema. Creemos que tenemos que empujar por el lado de la gestión. Desde los canales como Encuentro, que ahora han hecho el programa “Seguimos educando”, tengo entendido que se algo se ha hecho sobre la ausencia de lo que venía pasando. Pero sí, se ve el vacío, es decir, hay réplicas de canon de una formación educativa. En las provincias se replica el canon que se forma en Buenos Aires. Eso es lo que tiene que abrirse, tienen que entrar otras problemáticas, otras corrientes culturales, con esto nosotros nos formamos.
Generalmente, el recorrido nuestro es un poco desaprender, volver a investigar y reacomodarnos. Porque las provincias estamos formateadas para pensar como si viviésemos en Buenos Aires, pero en la periferia. Para replicar como una especie de tardanza, y eso te anula la creatividad, te anula el vínculo con tus propias raíces.
Y, cuando uno se pone a pensar, nosotros sí tenemos representantes que han perforado esas fronteras y que han repercutido a nivel mundial, como el caso de (Atahualpa) Yupanqui, que yo siempre lo trabajo, porque viene de Buenos Aires al interior. Es una de las pocas figuras que en vez de mirar hacia Europa o a Estados Unidos, mira hacia dentro. Él viene de su lugar de nacimiento, en Buenos Aires, hacia Tucumán. Visita la provincia de chico y después vuelve y recorre todo el norte y la zona andina. Y 40 años después va a Europa con todo ese bagaje interior. O Margarita Palacios, o Mercedes Sosa, que es la gran representante popular en ese sentido. Hablo de los tucumanos, que es lo yo más conozco, pero también está el “Cuchi” Leguizamón, está el Festival de Cosquín, como el gran centro del corazón argentino, el Movimiento del Nuevo Cancionero en Mendoza o Ramón Ayala, también.
La música popular quizás ha sido lo que más ha podido trascender. Pero, por supuesto, la literatura, el arte visual, el cine. Conocés bien, a través de la amistad en común con Eva Piwowarski, a Gerardo Vallejo y la estrategia del cine liberación. Acá ha sido lo mismo. Cuando estaban las puertas cerradas de Tucumán, durante la dictadura de (Agustín) Lanusse, ellos han podido ser conocidos, a través de los premios que han logrado en Italia, digamos, salir a Europa para ser reconocidos acá. Siempre, esa especie de palanca ha sido la que se ha manejado para trascender, incluso, las propias fronteras. Porque, lamentablemente, el centralismo es tan fuerte que hace que la gente del interior piense con criterios del centralismo. Entonces, eso es lo que hay que romper.
En “Los testimonios”, de Gerardo Vallejos, ese enorme trabajo del interior de Tucumán, registra la destrucción de la economía local con el cierre de los ingenios y el inicio del éxodo de sus pobladores.
-Impresionante. A mí siempre lo de Vallejo me ha conmovido, es uno de los casos emblemáticos para Latinoamérica, además de cineasta con apoyo de las bases obreras. Eso es casi inédito, no sé si se ha vuelto a repetir una experiencia así. Una pelea en la fiscalía para que se pasen “Los testimonios” , “El camino hacia la muerte del viejo Reales”, en la dictadura antes del regreso de Perón. Es decir, esa experiencia en Buenos Aires la ha estudiado mi amigo y colega Mariano Mestman, que tiene un artículo en el libro, que son de Tucumán del 2010, y yo a su vez he publicado un artículo sobre Yupanqui en un libro que han editado ellos con Mirta Varela, que editó Eudeba, “Las representaciones de las masas en el cine”.
Y, ahora, desde Lucrecia Martel abriendo camino en Salta, acá, los chicos Ezequiel Radusky y Toscano, que han hecho “Los Dueños”, que ahora se está pasando en Cine.ar , hay como un emerger del cine. Mencionar, por ejemplo, que a través del CONICET, donde soy investigadora, yo cuento con el programa de Reinserción del 2004. Y, ahora, esto de la extensión de las becas, sobre lo que a veces se dicen cosas fuera de lugar y desde el desconocimiento, nosotros estamos viendo que los chicos están trabajando con temas que tienen que ver con nuestra cultura. Entonces, tenemos que abrir ese campo. Porque eso que todos estamos investigando, se tiene que conocer, no puede quedar guardado, eso tiene que salir y tiene que alimentar programas de documentales y ficciones.
Creo que estas aguas culturales tienen ese sentido. Es como un gran yacimiento que está para alimentar todo un sistema cultural. Yo creo que Argentina no se piensa a sí misma en la profundidad que tiene, histórica, popular, ese río profundo que decía Arguedas, son los nuestros, son los indios, son los criollos, son los inmigrantes. La condición profunda es lo que nos va a sostener como país y tengo una convicción sobre eso. Creo que también la tienen todos mis compañeros de la Reicre.
Lo que necesitamos es difusión, es que los medios nos den espacio. En algún momento hubo cupo, en los ´40 durante el gobierno de Perón, para que haya cinematografía nacional. Había sistemas de financiamientos porque se necesita el apoyo para que la cultura nacional, en el sentido profundo, pueda circular y pueda sostenerse.
Redacción: Lucía Izaguirre
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