En tiempos de cólera y neoliberalismo
El miedo y el amor
( Por Patricia Barral) Me desperté en mitad de la noche con taquicardia. Y miedo. Me di cuenta que las últimas palabras con las que me había ido a la cama habían sido “reforma previsional”.
Durante la mañana de ese día con un amigo y compañero habíamos estado revisando las ideas fuerzas del gobierno para la campaña que empieza: “reforma laboral” (precarizar el trabajo con la excusa de bajar la desocupación); y “reforma en seguridad” (aumentar los sistemas de represión y control con la excusa de combatir el narcotráfico y bajar los niveles de delito). A la vez, nos habíamos entusiasmado imaginando formas innovadoras para atravesar estos meses hasta octubre explicando en las plazas, en las calles y en los barrios el proyecto del #FrenteDeTodes encabezado por Les Fernández. Arte, juegos, vitalidad, risas. “Habría que ir por ahí”, pensamos felices con Miguel. Y empezamos a trazar un plan.
Pero después, durante el día y hasta la noche, “reforma laboral, reforma previsional, reforma de la Fuerzas de Seguridad, no volver al pasado, 70 años de Peronismo. Y el mantra: La chorra. La chorra. La chorra. Se robaron todo. Se robaron todo, bla bla bla”. Como cuando en la escuela de antes te hacían escribir cien veces “no debo tal cosa”. Elles escriben en los diarios. Lo repiten en las radios. Lo gesticulan en la tele. Lo reflejan en los memes, en los flyers. Bla bla bla.
En la clase del jueves de Historia de la Cultura con uno de los grupos de Periodismo, habíamos estado revisando lo visto hasta ahora en el cuatri. Los conceptos que Boaventura de Sousa Santos desgrana en sus Epistemologías del Sur. Esa teoría en la que explica por qué es necesario recuperar la producción de conocimiento y rescatar el pensamiento generado en el sur cultural como llama él a los países históricamente dominados o “subdesarrollados” según la jerga capitalista y hegemónica.
De esa manera empecé a escribir en la pizarra “epistemicidio” (todo aquel conocimiento o saber ignorado y despreciado porque no puede ser comprobado por lo científico eurocentrista), “ignorancias”, “occidentalismo”.
También la “hegemonía y contrahegemonía cultural” de las que habla Gramci. Y algunos hechos históricos que son tomados como paradigmas en el relato oficial de la Historia de la Cultura. Entonces frené y les pregunté: “¿teniendo en cuenta estos conceptos, qué les parece que estuvimos viendo hasta ahora en Historia de la cultura?” Silencio. Hasta que desde el fondo una de las chicas dice con timidez y tono de pregunta “la formación de la Historia de la cultura?”. Sorpresa. “Sí, estuvimos viendo cómo se pueden construir relatos oficiales desde los sectores hegemónicos de la Historia de la Cultura.”
“Cuando unx abre los ojos ya no se puede ser igual” había dicho unas clases antes otra de las chicas de ese mismo grupo. Suele haber altos debates, reflexiones y observaciones entre elles.
¿Por qué empecé este comentario hablando de la taquicardia y del miedo?
¿Qué tienen que ver las líneas discursivas sobre las que pivotearía el Gobierno de acá a octubre, con las ideas para hacer una campaña diferente que imaginamos con Miguel? ¿Y las fakes news con la clase de Historia de la Cultura? Y el miedo? ¿Y la taquicardia?
Conozco muchas mujeres que dedicaron su vida a la familia, la casa, los hijos, que acompañaron y ayudaron a generar y a producir eso que no se ve, que es invisible y que no tiene firma como los productos “made in…”. Pero que gracias a ese trabajo no remunerado se gestó esa materia gris, esas manos trabajadoras, esas mentes que piensan, esas almas creativas para la Argentina. Mujeres que sin jamás haber hecho un aporte, pudieron jubilarse.
Jubilarse no es sólo recibir un dinero por mes. Jubilarse y recibir un dinero por mes es no depender económicamente de otra persona. Es tener autonomía, independencia. Soberanía personal. Y es reconocimiento histórico y justicia. También lo fue para aquellos hombres que trabajaron toda su vida y no les hicieron los aportes por diferentes motivos. En general porque fueron usados como mano de obra barata y en negro.
Conozco muchos otros hombres que “pusieron el lomo toda la vida” como dicen ellos mismos de ellos mismos. Que tuvieron un patrón, un jefe, en una fábrica, en una multinacional que contaminó y les intoxicó toda la vida, que les explotó toda la vida, que incluso les echó, despidió, dejó sin trabajó sin ningún miramiento a los 55 años, durante el menemismo, después de haber puesto el lomo como ellos mismos dicen de ellos mismos. Y que pese a todas esas experiencias inscriptas en el cuerpo, en los pulmones, en el estómago, defienden a Macri, el emblema, el abanderado de esos empresarios explotadores, y justifican a su gobierno, la insignia de esas ideologías y esas políticas que les degradaron y arrebataron la vida.
¿Por qué la taquicardia? ¿Por qué las epistemologías del sur? Por qué la hegemonía ¿ y la contrahegemonía y las fakes news en Historia de la Cultura? ¿ Porqué estamos acá, muchas y muchos, otra vez teniendo miedo de volver a lo mismo'. Es pregunta y es respuesta a la vez. Porque aunque hay entusiasmo, esperanza, porque aunque estos años de tragedia de Cambiemos hubo una profunda auto reflexión personal y colectiva entre quienes creen y quieren otras formas de organización social, política, económica, otras formas de producción y de distribución de la riqueza, el daño sobre importantes sectores de la sociedad es profundísimo. Porque los más pudientes como se les llama entre algunos sectores populares a las elites dominantes, fueron ahí, a lo cultural, a lo identitario, a lo emocional, a lo inconciente. Tocaron la sensibilidad de los sueños, de las frustraciones, de los miedos. Ese miedo a ser identificado con “el pobre”, “el negro”, “el cabeza”, “el vago”.
Cuando era chica y vivía en el barrio obrero de monoblocks del Cruce de Varela en mi familia estaba muy presente el miedo a que nos identificaran como pobres. Éramos, teníamos que mostrarnos y sentirnos distintos a “los del bajo”. Por eso mi padre se mataba como obrero “poniendo el lomo” para que fuéramos a una escuela privada. Por eso mi madre dejó sus sueños de ser médica para criar hijos, cuidar la casa y atender al jefe de la familia, como se llamaba entonces a los hombres, padres y esposos, de la familia. Horrible. Cómo me espanté cuando me di cuenta de ese manejo perverso de "los pudientes" sobre lxs humildes, lxs vulnerables, los "de abajo" que éramos nosotrxs.
Por qué el miedo? A qué el miedo? A que sigan. A que se les entregue un nuevo pase para seguir llevándose puestos los pocos derechos ampliados y/o restituidos que todavía quedan en pie. A que puedan ganar un poco más de tiempo para seguir manipulando la información desde los medios de información y generando políticas que sólo benefician a ese grupito de elites.
Porque aunque hay entusiasmo y esperanza de volver a ser un país mejor, un país inclusivo, un país soberano, un país donde no ganen las lógicas de la timba financiera, el daño es muy profundo y es difícil expresar en palabras de una sola vez, la magnitud de ese daño. Es difícil expresar en palabras y de una sola vez que los procesos históricos y los cambios culturales ni son prolijos ni son sencillos ni son de un día para el otro. Pero fundamentalmente no son imposibles como esos sectores pudientes le hicieron creer a una parte de las argentinas y los argentinos. Es difícil expresar en palabras y de una sola vez que no son todxs iguales, como también hicieron creer a buena parte de la Argentina. Ni la política es toda sucia.
El miedo. La impotencia. Las ganas. La esperanza. La ansiedad. La emoción. La taquicardia. La bronca. La impotencia de nuevo porque no queremos perder más tiempo. Porque hay personas que ya no tienen más tiempo. La desesperación de que no te leen. No te escuchan. Que ya no sabés cómo decir, cómo explicar. Y a veces gritás. Estallás. Te enojás. Llorás. Pero levantás la vista. Ahí está. El amor intacto y fuerte. Sonriendo.
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