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Por Félix A. Córdoba

Motor y la historia. Las batallas de febrero y Martiniano Chilavert, el héroe olvidado

(Por Félix A. Córdoba (Especial para Motor Económico) El tres de febrero de 1852 el coronel Martiniano Chilavert se quedó sin munición de artillería en los campos de Monte Caseros, actualmente Morón. Su división había disparado ese día todo lo que tuvo a mano, incluso piedras cuando no hubo más proyectiles convencionales. Eso sí se afanó especialmente en apuntarle a los brasileños que fueron como aliados de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe más el Uruguay, y los unitarios en el exilio que vinieron con Urquiza y su ejército grande a voltear al jefe de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas.

Cuando el coronel Chilavert ya no pudo oponer más resistencia, saludó a sus lugartenientes y les permitió que se retiren del campo para que puedan resguardar su integridad física.

Cuentan los relatos que luego de esto prendió un cigarro y se quedó esperando la llegada de algún oficial del ejército enemigo para entregarse como prisionero de guerra.

¿Pero que hacía Chilavert allí defendiendo al “tirano” Rosas si solo unos años antes era un oficial unitario que combatía contra las fuerzas de Rosas en el Uruguay?

El coronel Chilavert había regresado a Buenos Aires luego de los sucesos de la vuelta de Obligado, impresionado por la defensa de la Confederación Argentina hecha por Rosas ante Inglaterra y Francia, las grandes potencias de la época. A fines de la década de 1840, Chilavert formaba parte del ejército de la Confederación.

Pero si vamos más atrás en el tiempo llegamos a otro tres de febrero pero de 1813. El recién llegado de España, granadero Martiniano Chilavert, combatía junto a la espada de San Martín en la épica batalla de San Lorenzo en contra los realistas. La misma espada que el general del Ejército de los Andes finalmente le legó a Rosas en 1850 cuando falleció y que representaba la independencia y la libertad de los pueblos.

O si tomamos otro día de febrero, el veinte, pero de 1827, el capitán Chilavert se batía en Ituzaingó por los republicanos de las Provincias Unidas del Río de la Plata contra los invasores del imperio esclavista del Brasil.

Todos estos días de febrero muestran el enorme patriotismo de Martiniano Chilavert que antes de entrar en batalla el tres de febrero en Caseros dijo: “El deber de defender a la Patria es indiscutible. Yo no sabría dónde ocultar mi espada, la que la Patria puso en mis manos, si hubiera que envainarla frente al enemigo y sin combatir. Estoy resuelto a acompañar al Gobierno hasta el momento final y pienso que es una gloria inmarcesible morir al pie de mis cañones. La suerte de las armas es variable como los vuelos de la felicidad que el viento de un minuto lleva del lado que menos se pensó. Si vencemos, entonces, yo me hago eco de mis compañeros de armas, para pedirle al general Rosas que emprenda inmediatamente la organización constitucional. Si somos vencidos, nada pediré al vencedor; que soy suficientemente orgulloso para creer que él pueda darme gloria mayor que la que puedo darme yo mismo, rindiendo mi último aliento bajo la bandera a cuya honra me consagré desde niño”.

Chilavert el cuatro de febrero compareció ante Urquiza y luego de una agria discusión donde ambos se dijeron la palabra “traidor”, fue ejecutado vilmente por orden de Urquiza, el hombre que representaba a la civilización contra la barbarie.

La misma suerte o peor, en realidad, sufrieron los integrantes del Batallón de Aquino que combatieron en esos días de febrero para el ejército de la Confederación Argentina. Era un batallón de gauchos que supo defender el rojo punzó federal en distintos escenarios, en muchísimos combates y que el ejército de Urquiza al invadir el Uruguay para desactivar el sitio de Oribe a Montevideo, obligó a ponerse a las órdenes de oficiales unitarios con la jefatura del coronel Pedro León Aquino para marchar contra Rosas formando parte del ejército grande de Urquiza.

Estos quinientos hombres no aceptaron luchar contra el “Restaurador de las Leyes” y se amotinaron asesinando a sus oficiales cerca de los pagos de Pergamino para luego dirigirse a Buenos Aires y presentarse directamente al Brigadier Juan Manuel de Rosas para batirse por él hasta las últimas consecuencias.

Todos los sobrevivientes de este batallón fueron asesinados por tandas los días posteriores a Caseros con enorme saña y luego colgados de los árboles en un espectáculo dantesco que duró semanas y que repugnó a propios y extraños.

Fue también en febrero de 1852 la entrada del ejército vencedor a la ciudad de Buenos Aires, pero se retardó hasta el 20 porque el ejército brasileño quería ingresar el mismo día del aniversario de la derrota de los imperiales en Ituzaingó en 1827. Ese día de febrero entraron victoriosas las banderas de Brasil a Buenos Aires y se envió un correo al emperador con estas palabras: “Ituzaingó fue vengada”

  • Historiador, escritor y compositor

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