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Roberto Santoro y un Canto a la Esperanza

"Sangre grupo A, factor RH negativo, 34 años (en 1973), 12 horas diarias a la búsqueda castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos, escritor surrealista, es decir, realista del sur. Vivo en una pieza. Hijo de obreros, tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquina social que hace que un hombre deje de ser un hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca"

Así solía presentarse Roberto Santoro, poeta y periodista. Pero también pintor, tipógrafo, vendedor ambulante y preceptor.

Racinguista de alma fue autor de Literatura de la pelota la primera compilación de textos de fútbol de la Argentina, donde hizo brillar a las palabras sin sacarse jamás la camiseta de la Academia. La última dictadura cívico-militar lo secuestró en la escuela en la que trabajaba el 1 de junio de 1977 y nunca más se lo volvió a ver.

Motor Económico recuerda uno de sus poemas

Canto a la esperanza

Andaba yo desnudo de mí

perdido en la lluvia del olvido,

de barco navegando por las plazas,

dormido el pecho,

su gorrión descalzo

y tuve que llevarte a la palabra,

ponerte en posición de vuelo,

a veces de bufanda

rueda azul

andaba

te seguía

mi muerte con su forma de guitarra

y tuve que ponerla en la memoria

como se pone un hijo

con esa rabia dulce

mitad de mí

agua del aire

andaba así

de loco en el olvido

de furia que quiere reventar por el costado

y un día de tanto nombrarla

la encontré,

se la llevé a mi madre,

la puse en el saludo,

la compartí como un pan con mis amigos,

la arrastré hasta el remolino del amor

allí donde los ríos tienen un mismo nombre,

para que entendiera de una vez por todas

que era nuestra,

para que nunca se olvidara de este país enorme,

de esta ciudad,

su ternura abandonada en los portales,

le dije algunos versos,

le puse el corazón como una hoguera,

me la bebí de cabo a rabo,

le enrosqué la cola en mi solapa,

me di el gusto de agarrarla de la mano

y hoy la traigo aquí,

pero si un día se llega a volar porque fallamos

si se escapa esta rabia que llamamos esperanza,

si un día se va,

yo crucifico al amor

y después de enterrar a mis hermanos,

me voy con el tranvía de la muerte

a clausurar mi corazón en una plaza.

···