Por Beatriz Chisleanschi
Rosa Luxemburgo: la flor que no marchitó
A 99 años de su asesinato
(Por Beatriz Chisleanschi) Nació el 5 de marzo de 1871 en Zamosc, Polonia Oriental. Rozália fue su nombre, Luksemburg el apellidó que heredó. Para el mundo de habla española quedó inmortalizada como Rosa Luxemburgo.
Como una rosa creció.
Sus pétalos se bañaron con el rojo de la pasión, por una idea y…por un amor. Las espinas calaron hondo ante cada injusticia y en defensa de la clase obrera por la que luchó.
De origen judío, Rosa, la menor de cinco hermanos formó su alma revolucionaria durante el régimen zarista. A los dieciséis años ya era militante del “Proletariat”, el “Partido Revolucionario Socialista” y a los veintidós, perseguida y refugiada en Zurich creó, junto a su compañero inseparable de militancia, apoyo y asesor intelectual y su gran y conflictivo amor, Jakub Jogiches, el “Partido Socialista Polaco”.
Rosa, la de prominente nariz, frente y busto. La de los sombreros.
La Rosa que a los cinco años, una caída le provocó quedar con una pierna más corta que la otra y que, casi como una paradoja ante la desigualdad de sus piernas, peleó con su vida por la igualdad de los derechos.
Una flor entre las artes que amó. Adoró a Mozart y su Flauta Mágica, pintó con acuarelas y carbonilla y se deleitó con los poemas del polaco Adam Mickiewicz.
La gran oradora, la que habló varios idiomas: polaco, ruso, alemán y francés entre otros.
La Rosa Roja que en su trabajo Reformismo y Revolución en el año 1899, un siglo antes que Milton Fridman y su política neoliberal se impusiera en el planeta, dijera:
“A consecuencia del desarrollo de la economía mundial y la agudización y generalización de la lucha competitiva en el mercado mundial, el militarismo y la marina de guerra han pasado a ser instrumentos de la política mundial, a llevar la voz cantante en la vida interior, como en la vida exterior de los grandes Estados. Y si la política mundial y el militarismo suponen una tendencia ascendente en el momento actual, en consecuencia la democracia burguesa se moverá en línea descendente.”
Amiga de la luchadora por las igualdades de género, Clara Zetkin, con quien inició los primeros análisis sobre la situación laboral de las mujeres desde una mirada marxista. No pudo ingresar a la Universidad por su condición de tal, pero logró ser la única mujer en tener una cátedra en la escuela del partido al que adhería.
Una Rosa que se marchitaba ante el dolor de su amor clandestino y cuando veía desvanecer ese imperioso deseo de ser madre. Pero volvía a florecer cuando tenía una pluma entre sus manos. El socialismo y la revolución rusa, las utopías, el revisionismo, las masas, el partido, los sindicatos, la economía fueron algunos de los aspectos que abordó en sus profundos análisis expuestos en su vasta obra escrita.
Rosa, que no caía ante los exilios obligados y los escondites necesarios. La que no se doblegaba cuando la llevaban detenida y era castigada por las fuerzas represivas.
“La polaca sanguinaria” como la llamó la prensa reaccionaria de la época.
“Junius”, el apodo elegido para firmar clandestinamente su obra escrita desde la cárcel.
Espinas apasionadas que desplegaba en su militancia dentro del movimiento “Espartaco”, la fracción antimperialista del Partido Socialista Democrático alemán.
La fundadora de las revistas Internacional y Bandera Roja y los folletos Anticrítica y Junius.
La que se animó a criticar a Lenin a quien a la vez admiraba como admiraba su Revolución Socialista Rusa. “Una representante destacada del proletariado revolucionario y del marxismo sin falsificaciones” la denominó el ruso que supo romper las cadenas de la dictadura zarista.
Fue un 15 de enero de 1920. Tuvieron que destrozar su cráneo a culetazos, pegarle un tiro y arrojar su cuerpo al mar para marchitar a Rosa.
Así lo creyeron, pero el agua la regó y su aroma aún se respira en cada lucha, en cada batalla y en cada pelea por la justicia y la igualdad.
- Editora de Motor Económico.Lic. en Ciencias de la Educación. Periodista.
(*) Fuente: La Nave de la Comunicación
···