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CRISTINA PÉREZ MOREN / ESPECIALES DE MOTOR ECONÓMICO

SI TRUMAN SALIÓ DE LA CAVERNA, ¿POR QUÉ NOSOTROS NO?

En 1998 llegó a las pantallas El Show de Truman, una cinta de Peter Weir protagonizada por Jim Carrey. Desde su estreno, se convirtió en un éxito alabado por público y crítica y que ha acabado convirtiéndose en una de las cintas más importantes y queridas de nuestro tiempo. No solo gracias a su gran desarrollo de guion y dirección, sino porque ha resultado ser una de las cintas que mejor ha sabido desarrollar y predecir el devenir de la sociedad moderna.

Gracias a Truman (True Man) no solo se descubrió la faceta dramática de un actor que había labrado su caché a comedias disparatadas como La Máscara (1994), sino que también se encontró una cinta entretenida y accesible que ha permitido hacer lecturas filosóficas, sociológicas, religiosas e, incluso, psicológicas, haciendo el debate cinematográfico aún más interesante. Y todavía hoy hay mucho que decir al respecto.

EL MITO DE LA CAVERNA: UNA PERSPECTIVA FILOSÓFICA A LA SINOPSIS DE “EL SHOW DE TRUMAN”

El desarrollo argumental de la cinta de Peter Weir puede leerse de manera paralela con El mito o alegoría de la caverna de Platón. A través de una explicación metafórica, el filósofo ateniense intentaba reflexionar sobre la posición del ser humano frente al conocimiento.

Recordemos que, en este famoso mito, un grupo de hombres se encontraban en una caverna encadenados y mirando únicamente hacia la pared de la cueva. A la entrada de la misma había una hoguera que proyectaba sombras en el muro donde los hombres encadenados tenían fija la vista. Para ellos, los reflejos que observaban eran su realidad, única verdad conocida.

El mito de Platón prosigue cuando uno de los hombres que habitan la caverna consigue liberarse y salir de la cueva, descubriendo una nueva realidad. La persona que consigue salir de las sombras descubre que todas sus visiones (el mundo sensible) no eran más que un reflejo distorsionado de la realidad (mundo inteligible).

Esta alegoría concluye de una manera trágica en la que el ser que ha conseguido llegar al conocimiento puro intenta liberar a sus compañeros que, absortos en su mundo de sombras, creerán que el hombre libre se ha vuelto loco y deciden condenarlo a muerte. Muera la inteligencia, viva la muerte.

En El show de Truman, su protagonista es un hombre corriente que lleva una vida corriente. Hasta que, un día, comienza a sospechar que algo en su vida no va a bien. Truman llegará a descubrir que toda su vida es una ficción televisada, que todos sus amigos e, incluso, su esposa son actores y que él no es más que el protagonista de uno de los programas más vistos de la tele.

En la primera parte del film, Truman vive en el mundo sensible que describe Platón en el mito de la caverna. Se levanta por las mañanas, saluda a sus vecinos, vive su vida de manera cómoda sin cuestionarse nada. Sin embargo, Truman solo percibe las sombras de la hoguera, ya que no sabe que, en la realidad, su vida está siendo completamente manipulada.

El film pegará un giro cuando Truman comience a darse cuenta de que algo no va bien en su vida y empieza a investigar por descubrir qué es. Es en este momento en el que el protagonista intenta escapar de la caverna para poder descubrir qué hay más allá.

Finalmente, al igual que el hombre que se escapa de la cueva en la alegoría de Platón, Truman conocerá la verdadera realidad y no los reflejos de esta y descubrirá que durante todo el tiempo anterior había vivido en las sombras sin conocer la verdad de su existencia. Truman entra, en ese momento, en el mundo inteligible en el que el conocimiento es puro y no depende de los sentidos y será, por fin, libre.

¿LA SOCIEDAD ACTUAL VIVE EN UNA CAVERNA? “Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan.”

Como se comentaba anteriormente, El Show de Truman ha resultado ser una de las cintas premonitorias de nuestro tiempo. Solo un año después de su llegada a los cines se estrenó en los Países Bajos el programa de telerrealidad conocido como Gran Hermano, en referencia a la novela de George Orwell, 1984.

A partir de entonces, los reality shows se han convertido en uno de los pilares básicos de la programación en diferentes formatos que, al igual que en El show de Truman, existe una manipulación de los acontecimientos en pro de las tasas de audiencias -que suelen ser, por cierto, bastante altas-. Todo vale.

Este modelo de televisión, sumado al veloz desarrollo de las redes sociales, ha derivado en un mundo en el que las cámaras han resultado el elemento más importante para ser alguien. Aparecieron los youtubers, los influencers… perfectos desconocidos que, delante de su móvil se ponían a contar algo sobre su vida y luego lo subían a internet para que todos lo vieran.

Con la aparición de Facebook o, en última instancia, Instagram, Tik Tok… la popularidad se ha hecho accesible a casi cualquiera y, esta forma de ver el mundo ha marcado a la generación millennial. En el siglo XXI todos somos protagonistas de nuestro propio Show de Truman. Hacemos fotos de nuestra vida más intima y las subimos a las redes sociales solo con el objetivo de que los demás la vean. Comida, viajes, casa, pareja, mascotas, hasta nuestro propio aburrimiento puede ser el topic de una publicación en internet. Como dice el personaje de Cristof (Ed Harris): “Todo es cierto. Todo es real. Nada es falso. Nada de lo que aparece en este show es falso. Solo está meramente controlado”.

Sin ser ni remotamente complicada de entender para cualquier espectador, El show de Truman es un film que abre vías de debate muy interesante después de su visionado más de veinte años después de su estreno: ¿Hasta qué punto seguimos un libre albedrío? ¿No estamos reflejando con fotografías una realidad distorsionada? ¿Damos por válido todo lo que vemos reflejado en nuestras televisiones? ¿Somos libres? ¿Puede El show de Truman ayudarnos a salir de la caverna? Preparen café después de ver la película de nuevo, la conversación da para un buen rato.

Le Miaur Noir

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