
Por Ariel Prat
“Sombras alargadas de la noche”
(Por Ariel Prat (Especial para Motor Económico*)) Me encuentro en el bodegón con mi amigo el que pinta y me susurra sin despegar sus manos de una copa con vino “Las sombras alargadas de la noche de un cualquiera, ponele yo, pueden tener la forma de un Nosferatu pálido y suicida o quizá el arrastre elegante de una musa de piel cristalina suave su reflejo en un movimiento de aguas bajo la luna en un barco de cristal…”
Toma otro trago, me invita sin temblarle el pulso y lo considero un milagro a estas horas y sigue con su mirada ganada a la inspiración… “El sueño liviano que un fuego nocturno acecha en la sien de un posible habitante movido en esas sombras, desliza la ruta de un camino de ronda y sin salida en donde los que arden sin quemar protagonizan aún el combate entre el ser y el vacío a una distancia a la que aún no logran encontrar el antídoto…”Le recuerdo, sin querer interrumpirlo, algunos pasajes de mi vida que coinciden con su discurrir intenso.
Quien no logra captar esas miradas, pienso ahora solo para mí, como la mirada de mi amigo el que pinta, es probable que no lograra jamás entender el relato de una sonrisa de Gardel, que desde un cuadro suyo sobre un piano que ya no suena, domina la escena que alguna de “esas” miradas cinéfilas en plan de armar una escena de una película, seguro le hubiera encontrado la poesía que no se escribe, la misma que mentaba Caetano Veloso encontrar en la música de un músico que detestaba la poesía y calculo que señalaba a Joao Gilberto.
Las sombras alargadas están pintadas de verdad. Cada palabra esconde sus gustos y algún diseño impensado desde sus entrañas. Tienen las sombras ese deseo que nunca se anuncia. Nunca se intuye. Es redentor a veces y su búsqueda es inexplicable como patética, entonces hay que saber caminar en esa vereda a veces pálidamente, a veces como esas aguas danzantes reflejadas en la pared como un ruido intenso e inaudible, salvo para los que miran como si fueran esa poesía que sale de una melodía en un golpe al corazón y es un aliento de luz para los habitantes de las sombras alargadas.
Mi amigo el que pinta, se quedó en silencio. Mirada ganada.
Se despide y anuncia inspiración que seguramente en un 24 desde La Paternal hasta San Telmo lo asaltará y apuntará tocando en el celular como a él le cabe.
Sigo sentado, esperando esa jugada salvadora, ya sin la ilusión del que ha jugado bastante. Y miro mi sombra sembrada en la pared. Una lengua fugaz burlona. Me levanto. Las sombras pierden un habitante. Una jugada permanente. Nunca es una jugada más…
(A mi amigo Horacio Cacciabue)
- Compositor. Murguista. Poeta. Colaborador de Motor Económico.
- Foto: Diego Bernardez
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