Nota de Miradas del centro/ Primera Parte
No es un campeonato con marcador de muertes, es una pandemia
( Miradas del Centro) En cualquier discusión acerca de la realidad de la pandemia, muchos que descreen de su peligrosidad aportan como argumento en contra la (desafortunada) nota que publicó la agencia estatal Télam en febrero 2020, la que exponía que un promedio de 32.000 argentinos mueren cada año de diversas neumonías, implicando así que cualquier número de decesos menor no merece atención, dado que anteriormente ni nos hemos enterado de esos fallecimientos, mientras este año una enfermedad que produce una cifra de muertes aún incierta ha generando cuarentenas, encierros y aislamientos en todo el mundo, generando el cierre cada día de miles de emprendimientos. Muchos empresarios piden que abran todos los negocios de una vez para que no caiga la economía, y por eso en esta nota tratamos de explicar la confusión que genera la cantidad de muertes que se producen cada año por distintas causas.
Tratando de argumentar contra ese razonamiento, es evidente que las cosas no son tan simples de exponer. Y chocamos contra una de las fronteras del periodismo, quizás del periodismo científico: Tratar de explicar una verdad no tan evidente, contra percepciones de la realidad que llevan a razonamientos del sentido común.
El frente es amplio: Algunos negacionistas rechazan directamente la existencia del COVID-19, mientras que otros aceptan que la enfermedad existe pero niegan su gravedad, afirmando que la alarma mundial está injustificada. Otros sostienen que el agente infeccioso fue creado en el laboratorio chino de Wuhan donde comenzó el brote, con la colaboración de gobiernos mundiales como China y EE. UU., producto de las empresas farmacéuticas o incluso del empresario multimillonario Bill Gates.
Asimismo, después del brote inicial de la enfermedad por coronavirus COVID-19, surgieron teorías de conspiración y desinformación con respecto al origen, la escala, la prevención, el tratamiento y otros aspectos de la enfermedad. La desinformación se difundió a través de las redes sociales y mensajes de texto, e incluso los medios estatales de algunos países.
Desde el comienzo de la pandemia, se difundieron especulaciones y teorías de la conspiración que defendían que el virus SARS-CoV-2 procedía de un laboratorio de Wuhan donde se había estado trabajando poco tiempo atrás con el RaTG13-CoV, un coronavirus de los murciélagos con un genoma muy similar al SARS-CoV-2. En febrero de 2020, el senador estadounidense Tom Cotton y Francis Boyle, profesor de derecho, sugirieron que el virus pudo haber sido una arma biológica china, aunque para numerosos expertos médicos no hay evidencia de ello. Por su parte en el Reino Unido, una teoría de la conspiración que vinculó el coronavirus a la red de telefonía móvil 5G llevó a que se incendien varias antenas. Esto puede estar relacionado con la participación que tenía la empresa china de telecomunicaciones Huawei en el desarrollo de esa red. Por su parte, la agencia rusa Sputnik analizó afirmaciones de que el Partido Comunista Chino se benefició del COVID-19 para poner fin a meses de protestas en Hong Kong y otras afirmaciones bajo la premisa de analizar si la pandemia era un arma biológica usada con fines económicos o políticos.
La Organización Mundial de la Salud ha declarado una «epidemia de información falsa» de información incorrecta sobre el virus o «Infodemia«, lo que plantea riesgos para la salud mundial. La información médica errónea sobre formas de prevenir, tratar y autodiagnosticar la enfermedad por coronavirus ha circulado en las redes sociales. Algunas afirmaciones falsas pueden ser estafas comerciales que ofrecen pruebas en el hogar, supuestos preventivos y curas «milagrosas«, como: «consumir jengibre hervido con el estómago vacío puede matar el coronavirus«, o «contener la respiración durante 10 segundos es una autoevaluación eficaz para el coronavirus» y finalmente nuestro clasico, tomar CDS tal como ha afirmado una conocida conductora televisiva.
En Argentina hay opositores al gobierno que reclaman aplicar una solución «inteligente» sin proponerla, realizando utilización política de sus acólitos: Incluso se fomentaron movilizaciones anticuarentena, con manifestaciones públicas, presencia en las redes sociales, así como medios de comunicación impulsando públicamente la desobediencia de las normas sanitarias a través de falsos usuarios y fake news. Allí confluían mayormente personas opuestas a la cuarentena debido a las consecuencias económicas que creen que esta genera por no poder trabajar, unidas transitoriamente a otro grupo que considera que está impulsada por una conspiración internacional impulsada según el caso, por el comunismo, el sionismo, o el «judaísmo mundial», veganos, sanmartinianos, denunciadores de Soros, la biblia y el calefón.
Pero la cuestión no es nueva, todo esto también sucedió para la gripe A (H1N1) de 2009-2010, cuando una serie de teorías conspirativas se generaron, entre las que se encontraba la que hablaba de que el G8 pudo usar la Influenza A (H1N1) como pretexto para distraer a la gente del verdadero problema que se presentaba: La Crisis económica de 2008-2009.
El problema principal también ha sido de comunicación. Es difícil entender los números y las estadísticas que manejan epidemiólogos e infectólogos para proceder ante una situación tan extrema. Pocas veces la humanidad se ha enfrentado a una situación tan grave y extendida en tiempos modernos, en la que además es complicado adaptarse pasado un tiempo. Las primeras semanas de aislamiento fueron casi placenteras: En algunos lugares volvieron animales salvajes que se creían extinguidos, los músicos daban conciertos e sus balcones y todos los días a las 21 aplaudimos a los trabajadores de la salud. pero poco a poco, todo se oscureció.
El otro gran tema del virus es lo ambiguo de su pretendida baja tasa de mortalidad. Si desde el principio se hubiera difundido que mataba a uno de cada dos humanos del planeta o más, el mundo se hubiera detenido aterrorizado, y a los líderes les hubiera costado menos decidirse a cerrar y unirse. Si matara menos que los que mata, sería un problema menor.
Hasta en ese punto es astuto el enemigo: ¿Cuántos muertos son pocos muertos, cuántos muertos valen una economía en marcha? O dicho al revés, cuántas vidas valen una economía parada? Esa disyuntiva tiñó todas las conductas. A lo largo del planeta, las diferencias culturales establecieron una frontera, una brecha que hacía la diferencia al respecto. El gobierno cierra y acompañamos, o el gobierno intenta cerrar y nosotros defendemos con rifles nuestra libertad individual..
Para algunos analistas, quedaría claro que este año ha muerto menos gente que en el 2019. Pero la cosa es más compleja: la mayor causa de muerte son los accidentes de tránsito y de trabajo, que no se produjeron por la inmovilidad de la cuarentena. Y de gente que no se enfermó por usar barbijo y otros cuidados que surgieron por el Covid-19. Esas conductas en los años mencionados también hubieran evitado muertes por gripe común. Estos números no representan nada sin tener en cuenta esos datos.
En la Argentina hay grietas. Entre quienes creen que los epidemiólogos del gobierno son unos ineptos, y quienes piensan que la estábamos llevando bien hasta que algunos opositores con territorio decidieron abrir porque se les ocurrió, en tanto quienes no lo tenían organizaban movilizaciones callejeras contra el gobierno. Como dijo Pedro Cahn: «¿Cuántos infectados, cuantos muertos necesitamos para volver a tener miedo?»
Un argumento es que la pandemia ha sido sobreestimada, por la famosa nota que decía que de todos modos, en años anteriores de todos modos, y sin que nadie dijera nada, han muerto más de 30.000 personas. Para comenzar la contestación, recordemos que en esa cifra están incluidas neumonías por diversas causas. Y solamente dentro de unos años sabremos cuánta gente murió que no debía morir. Pero además en una pandemia se enferma toda la gente junta. No gradualmente. Y colapsan los sistemas de salud. Eso dispara las muertes por ejemplo de personas con otras patologías que no se pueden atender. Es una pandemia, y la estamos atravesando.
Consultado por Chequeado, el presidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), Omar Sued, explicó: “Una pandemia no necesariamente significa más muertes. De hecho, en el mundo mueren muchas más personas por otras causas. Sin embargo, pandemia es cuando una nueva infección se transmite entre humanos y tiene una afectación global. El ébola no causó a nivel mundial grandes muertes, pero la COVID-19 provocó medio millón de muertes en cuatro meses, mucho más de lo que se preveía cuando se la declaró pandemia”.
Por su parte, el infectólogo Lautaro de Vedia, ex presidente de la SADI, señaló: “La definición de epidemia es cuando se produce un número superior a lo esperado de una enfermedad en un lugar determinado. Pandemia es cuando engloba a países de varios continentes”. En este caso, el coronavirus “es epidemia porque hay un número por encima de lo esperado: no se conocía la enfermedad y de golpe aparece un número mayor de casos. Y es pandemia por la extensión que ha tenido”, explicó. Además, agregó: “Es peligrosa su expansión porque si bien mayormente los casos son benignos, hay un porcentaje que pueden ser fatales y poner en riesgo la vida de muchas personas. Y también por la masividad de la infección, que afecta a muchos órdenes de la vida”.
¿De que muere la gente cuando no hay pandemia? Lo vamos a contestar según un trabajo del Dr. Martín Lombardero, en el que, basándose en que los últimos registros son del año año 2017, con 341.688 defunciones en nuestro país. ¿Cuál es la principal causa de muerte hoy en Argentina? Ayer y hoy, en Argentina y en el mundo desarrollado, la principal causa de muerte es la de origen cardiovascular, que incluye los infartos, los que parecen haber aumentado por las condiciones de encierro (con aumento de todos los factores de riesgo y disminución de ejercicio físico aeróbico) y el miedo a la pandemia en si misma (además del miedo a la crisis económica) como gatillo de enfermedades cardiovasculares.: 280 individuos fallecen por día por problemas cardiovasculares (97.219 al año). La 2da causa de muerte en Argentina son las enfermedades por tumores (cáncer). En 2017, 65.488 (19,2% del total) fallecieron por esta enfermedad que hoy en muchísimos casos se previene con diferentes protocolos de diagnóstico precoz…. ¿Cuántos de estos diagnósticos precoces que salvan vidas hoy no se están haciendo? La 3er causa de muerte en Argentina es “la enfermedad respiratoria” cuyo principal exponente es la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, con Enfisema y Bronquitis Crónica como principales causas), con 64.869 fallecidos en 2017, un 19% del total¹. En invierno y antes de la pandemia, es ampliamente conocido que las terapias intensivas tienden a saturarse con pacientes con infecciones respiratorias por virus estacionales (influenza, rinovirus entre otros) y bacterias oportunistas. Particularmente en invierno en un año normal, es relativamente difícil conseguir una cama en terapia intensiva por las frecuentes complicaciones de enfermedades “estacionales”, siendo muchas de ellas de reagudizaciones de EPOC agravadas por infecciones respiratorias. La edad avanzada (mayor de 75 años), es un agravante ya que infecciones por el rinovirus (el virus más frecuente en reagudizaciones) o el virus influenza (gripe) pueden complicar el cuadro. Existen datos que muestran que hasta el 40% de pacientes EPOC avanzado pueden fallecer por infecciones respiratorias estacionales (virus o bacterias). Y existen otras enfermedades respiratorias cuyo final puede ser una infección respiratoria «oportunista».
El último Informe de Estadísticas Vitales, publicado por la Dirección de Estadística e Información de Salud (DEIS) de la cartera de Salud, reportó que en 2018 murieron en Argentina 31.916 personas por infecciones respiratorias (neumonía e influenza, este es el valor que publica la nota de Telam), de las cuales 1/3 (13.246) fueron mayores de 85 años. Ahora bien… suponiendo que, de los 31.916 fallecidos por infecciones respiratorias en Argentina del año 2018, el 70% (22.341) lo hayan hecho durante el invierno, (es decir infecciones respiratorias estacionales) la mortalidad en esta época del año seria de 124 pacientes por día.
A partir de observaciones de los médicos en la práctica diaria, ya que todavía no hay datos, actualmente se ven muchas menos internaciones por esta enfermedad que en años anteriores y que ahora fueron reemplazados por enfermos infectados por COVID-19. ¿Dónde están los EPOC reagudizados de esta época? Claramente, todas las medidas adoptadas en los últimos 120 días han hecho disminuir la circulación de virus estacionales. La cuarentena, el aislamiento estricto de personas mayores, uso universal de máscaras, distancia óptima y el cuidado de pacientes con EPOC en sus domicilios, trajo como consecuencia que este grupo de pacientes tenga menos visibilidad, y veamos en los centros de salud menos reagudizaciones por virus/bacterias estacionales. Es decir, hoy en las terapias intensivas, los pacientes con enfermedad respiratoria grave son COVID-19. Básicamente, es una enfermedad que se suma, las demás personas no deciden no enfermarse este año. Y como siempre, como humanidad que somos, siempre importan los que fallecen, que no deberían haber fallecido. Además, muchos que fallecen lo hacen luego de ocupar bastante tiempo camas de terapia intensiva que son cada vez más escasas.
Haciendo una estimación hipotética (dato de fines de julio) si tuviéramos 100 fallecidos/día de COVID-19 durante los próximos 2 meses en Argentina, dato ya superado por la realidad, tendríamos alrededor de 10.000 fallecidos a fin del invierno versus un aproximado e hipotético 22.341 fallecidos con infecciones respiratorias estacionales en un invierno “habitual y sin pandemia”. Cabe destacar que ambos comparten la misma franja de edad de riesgo (mayores de 75 años). Al 24 de julio, el promedio de fallecidos por COVID-19 en Argentina era de 18.7 fallecidos/día (total de entonces, 2807) en 5 meses de pandemia y merced a una larga cuarentena que no generó pico de contagios anticipados. Pero después los valores aumentaron con lo que se puede afirmar como probable hipótesis, que la mortalidad global del COVID-19 en Argentina pueda ser semejante y hasta menor a la de los fallecidos por infecciones respiratorias estacionales graves de años anteriores sin COVID. O sea que si en 2018 el total de fallecidos para infecciones respiratorias por virus y bacterias oportunistas (y no) fue de 31.916, y suponiendo que este año solo tengamos un 30% de ese total, es decir 9.574, deberíamos llegar a 22.342 fallecidos/año de COVID-19 para equipar el numero total de fallecidos “por enfermedad respiratoria infecciosa global” en 2018. Es una estimación con un escenario de COVID-19 que no esperamos tener. Recordemos que los fallecidos con infecciones por enfermedad respiratoria grave de otros años fueron estimados sin cuarentena ni medidas de distanciamiento, que ahora se están efectuando. Y que también la mayoría de los centros tienen una clara disminución de pacientes EPOC en seguimiento). Por otra parte, si comparamos con enfermedades como la gripe por influenza, es difícil estimar la tasa de letalidad por infección (Índice IFR) en virus influenza, porque la inmensa mayoría que tiene esta enfermedad, ni consulta ni se hace un test diagnóstico. Además, la media anual estimada de muerte por virus Influenza publicada por la OMS ha sido estimado en 0,1%. (1/1000). En cuanto al COVID-19, los últimos datos de 27 países muestran más de 600.000 fallecidos en 6 meses, aunque se estima que extraoficialmente fueron más. La tasa de letalidad (IFR) estimada de COVID-19 estaría entre 0.1-1.08% y fue estimada “universalmente” en 0.64% (6 pacientes cada 1000 infectados)
No hay dudas que “hasta ahora” el COVID tiene mayor mortalidad que la gripe estacional. Y en ambos virus el gran factor de riesgo es el ser mayor de 75 años.
Pero… de todas maneras hay datos que las hacen hoy poco comparables: COVID-19 es con cuarentena, medidas preventivas y sin vacuna, y la Gripe/Influenza es la inversa de lo descripto: sin cuarentena, sin medidas preventivas y con vacuna.
¿Y Cuál es la causa de muerte más frecuente en menores de 35 años en Argentina? Los accidentes viales siguen siendo la causa más frecuente. En el 2019 la mortalidad anual fue de 6.627 (datos de luchemos por vida.org) lo que equivale a 19 fallecidos/día. De acuerdo a datos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires la mortalidad por accidente vial cayó un 56% en abril 2020 (cuarentena estricta) vs abril 2019. Y hoy los politraumas de accidentes viales no se ven en las terapias intensivas como en una época normal. Entonces: ¿De qué nos morimos en tiempo de Pandemia en Argentina?
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La causa nro. 1 sigue siendo la Enfermedad Cardiovascular. A los 280 fallecidos diarios de años no COVID, la pandemia generaría un exceso de mortalidad, difícil de estimar pero que podría rondar un 20% (50 a 60 fallecidos por día que se agregan a los 280 diarios). Aún no se sabe cuánto influirá el estrés negativo en la tasa final de enfermedad cardiovascular (como ya ocurrió en 2001, cuando aumentaron por el estres de la situación las muertes por estas causas).
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Tampoco se sabe cómo y cuánto va a repercutir el menor diagnóstico precoz de tumores que no se está descubriendo en pandemia. En los próximos años se conocerán datos de cuánto influyó (y si es que influyó) en la mortalidad total la falta de estudios preventivos. Además de las personas que no están pudiendo hacer un seguimiento correcto de su cáncer.
- Aun sin datos oficiales, la mortalidad de la nueva infección respiratoria del COVID-19, se neutraliza y contrapone en número y hasta ahora, con la menor mortalidad observada en este invierno por infecciones (virus y bacterias) estacionales (como la gripe por influenza).
Los datos sobre las muertes confirmadas de COVID-19 tienen otras peculiaridades. Por ejemplo, los testeos del virus pueden variar entre jurisdicciones, y también ha habido desacuerdos entre las autoridades sobre cómo se deben contabilizar las muertes en primer lugar. Esto hace que obtener una imagen exacta sea sorprendentemente complicado. Aunque es imposible saber el verdadero número de muertes todavía de COVID-19 (y quizás nunca lo sepamos exactamente), está claro que en algunos países las muertes diarias han alcanzado tasas del 50% o superiores a la media histórica de los períodos de tiempo.
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