Aldea Global

Elecciones en los Estados Unidos. Por Marcos Doño/ Especial Para Motor Económico y Motor de Ideas

AND THE WINNER IS...; el modernismo reaccionario

(Por Marcos Doño/ Especial Para Motor Económico y Motor de Ideas) Muchos factores indican que el gran ganador de las elecciones norteamericanas de 2020 ha sido Donald Trump. Si no lo fue en las urnas, sí en el terreno cultural eideológico. Su estilo ultra, sus blasfemias, sus acusaciones racistas, su desprecio a la vida en el tema de la pandemia,sus posturas ultra belicistas, su insensibilidad y sus ataques xenófobos a los inmigrantes, sus controversias maniqueas con la prensa a la que suele censurar en vivo, nada de todo esto ha hecho mella para que casi 72 millones de ciudadanos, 6 millones más que hace cuatro años cuando fue electo en 2016, le dieran su voto. Y lo más significativo: la mayoría de esos votos los encontramos no sólo entre los productores del campo, sino en la clase trabajadora conformada por los obreros del cordón industrial y la clase media menos pudienterepresentada por los empleados de comercio y cuentapropistas.

Para ubicarnos un poco en esta masa de votantes, diremos que el Rust Belt, cuya traducción literal es “cinturón de óxido”, es lo que se conoce como el “Cinturón industrial” de los Estados Unidos, una región que engloba principalmente el Medio Oeste, que se extiende desde la costa atlántica hasta el este de Wisconsin, limitando al sur con la zona minera de los montes Apalaches, y al norte con los Grandes Lagos.Es aquí donde Trump logró hacer pie y consolidar su estilo de gobierno, la zona más afectada durante la crisis económica de finales de los años 70 y el transcurso de los 80, cuyas consecuencias directas se vieron en la pauperización extrema de los habitantes de esa región, siendo el sector más golpeado el de la industria automotriz. He aquí una de las claves.

Pero lo que vuelve complejo el análisis es que la llegada de este republicano de discurso extremista, acusado de estafa y negocios oscuros en el ámbito de la construcción, algunos de los cuales tuvo como socio a nuestro inefable Mauricio Macri, vino acompañada en lo local de una política proteccionista, lo que en el plano internacional se expresó en el enfrentamiento comercial con la República Popular China, la potencia que durante años creció a partir de la instalación en su territorio de miles de empresas, entre ellas norteamericanas, sobre todo porque los bajísimos salarios se volvieron en la panacea de la explotación capitalista, acaso una de las mayores paradojas de la historia, si se tiene en cuenta que este bum tuvo su acogida en un país gobernado por el Partido Comunista.

Desde la asunción de Donald Trump como presidente, la repatriación de centenares de empresas de importancia vital comenzó a ser una realidad estratégica. Y como tal, un factor determinante en la generación de empleo y consumo interno, además de propender al equilibrio de una balanza comercial que había sufrido por el declive de las exportaciones en relación a China.

Esto se verifica en el renacimiento local de las industriasde telefonía celular y tecnologías de la información, nanotecnología, biotecnología y automotrices ligadas a la producción de autos eléctricos e híbridos.Como ejemplo, una de las ciudades más afectadas durante la crisis fue Detroit, antiguamente la meca de la industria automotriz, que se presentó en quiebra en el año 2003. Allí se observó la afluencia de capitales y la llegada de empresas como Apple, Intel, Facebook, Google, y las nuevas automotrices. Es en esta demografía que se asentó un discurso que, a primera vista, pareciera estar en contradicción con los factores positivos mencionados. Sin embargo, la historia tiene algunos ejemplos al respecto, como lo detalla brillantemente el historiador norteamericano Jeffry Herf en su obra “El Modernismo Reaccionario; cultura y política en Weimar y el Tercer Reich”, donde se analiza el desarrollo industrial bajo una economía proteccionista como la que implementó el gobierno de Adolf Hitler.

En este sentido, se podría decir que el espíritu y el discurso de Donald Trump encarnan ideas similares a la del conceptode “modernismo reaccionario”, que acuñó Herf, y cuya definición resumió como “el gran entusiasmo por la tecnología moderna con el rechazo a la Ilustración y los valores e instituciones de la democracia liberal".

La idea, característica del Movimiento Revolucionario Conservador Alemán” y del nazismo, es la que ha renacido con Donald Trump, quien dio curso al clamor delos sectores más conservadores y reaccionarios de los Estados Unidos,reunidos en los supremacistas blancos, los miembros del Club del rifle, los fabricantes de armas y el evangelismo puritano que se asienta en especial en la llamada América profunda.No ver esto en política, es caminar a ciegas en un terreno que se vuelve cada día más pantanoso para la democracia.

UN ESTILO

El estilo dislocado que instaló Donald Trump en la vida política de su país, y que muchos analistas creyeron sería su propia tumba política, se volvió en una forma que marcó, desde el primer día, la agenda local e internacional. Un estilo que sedujo y dio voz al sector más extremo del republicanismo, y lo alentó a despertar lo más oscuro de su mirada social,sin miramientos y dejando atrás las reglas de la diplomacia parlamentaria y el decoro mínimo frente a la opinión pública. Aquello que nadie se había animado a expresar en la superficie, lo hizo este hombre mediocre, quien se vanaglorió siempre devenir del mundo de los negocios y no de la política. Y un día se abrió la caja de Pandora y la violencia del lenguaje social y político extremos se naturalizaron como una de las formas legítimas de ejercer el poder.

Donald Trump, el hombre mediocre, el decidor de brutalidades, tuvo la perversa osadía de forzar la realidadal cruzar esa línea necesaria de las formas con las que se conducía la política, aun entre los republicanos más extremos como Ronald Reagan y Nixon. Pero cuando las formas se quebrantan de la manera más obscena, se abren las puertas que conectan el lenguaje del odio con la realidad que lo objetiva. Entonces todo es posible, y de su boca un día los mexicanos fueron bautizados de violadores y vendedores de drogas, y los afroamericanos y los latinos de demasiado estúpidos, y los chinos de ser los culpables de la pandemia, bajo la amenaza de que algún día pagarán por ello. Casi una ficción social, que de no ser cierta sería absolutamente inverosímil.

Pero esta verba infamante y casi pueril por lo tosca, tuvo en los medios a un aliado que dejó correr sus tropelías como un río de lodo que lo cubrió todo a su paso, y que logró exacerbar la división social como pocas veces, retrotrayéndola a temas y diferencias que parecían zanjadas desdeel fin de la Guerra de Secesión (1861-1865), cuando el norte industrialista venció al sur esclavista, definiendo el rumbo de la Unión, como se dio en llamar a la nación que en pocas décadas se volvería en la mayor potencia del orbe. Si a esto le sumamos el avance y el trabajo en consuno de las derechas y las ultraderechas en Europa y Latinoamérica, este triunfo del campo cultural e ideológico no debería ser visto como algo descabellado.

Frente a este panorama, el triunfo demócrata de Joseph Biden se muestra como un voto en contra, sin identidad. Acaso, una expresión puramente electoral que está lejos de ser una victoria sólida, lo que se consigue más allá del voto, instalándose como una cultura ideológica. Y mal que nos pese, éste es el mayor logro de Donald Trump. Y ahora se agrega su grito de ¡fraude!, que ha venido vociferando como profecía, y que no es sino una estrategia que busca instalar, además de un clima de confusión del que eventualmente pudiera salir airoso, la idea romántica prefigurada en ese pensamiento de Jorge Luis Borges que insinúa que “la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”.

¿FINAL ABIERTO?

Sin dudas, su ambición personal y su idea de un mundo gobernado al estilo de una monarquía casi absolutista, agrega un capítulo más al deterioro de una democracia casi moribunda, que viene recibiendo cada vez con menos reflejos, y no sólo en los Estados Unidos sino el mundo, los embates de las derechas extremas. Cuál será el cierre de este intríngulis, es una incógnita que deberá ser resuelta por un pueblo divido como no lo había estado desde el siglo XIX. Una encrucijada que ahonda el dilema con las palabras que por estas horas acaba de verter en twitter este hombre impredecible, cuyos movimientos parecieran estar inspirados en los consejos de un resucitado Maquiavelo. Donald Trump twitteó: "Anuncio que Cristopher Miller, el director del centro nacional de contraterrorismo, será reubicado como Secretario de Defensa inmediatamente."

La respuesta de un ciudadano norteamericano, preocupado: "No quiero alarmar a nadie, pero ¿se acuerdan que el Secretario de Defensa de Trump se rehusó a mandar a las tropas contra las protestas en junio? Bueno, acaba de ser despedido. Me pregunto: ¿Por qué despedís al tipo que no quiso cumplir con las órdenes de mandar a los tanques, dos meses antes de dejar la Casa Blanca? La única causa que se me ocurre es que está planeando mandar los tanques."

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