Aldea Global

Por Lic. Graciela E. Puebla

Conciencia ambiental para decidir/ Organización Popular para resistir/ Agua Pura para no morir

Las redes sociales y los medios masivos explotaron en estos días con la salida espontánea y multitudinaria de los mendocinos a las plazas, las calles y las rutas para manifestarse en defensa del agua y en contra de la actividad minera. Rápidamente lograron la adhesión de otras provincias e, inclusive, del país todo mediante un banderazo a nivel nacional. Y el acompañamiento a los mendocinos se multiplicó en la solidaridad con los chubutenses, que enfrentan el mismo problema en estos días.

Pero también aparecieron sanjuaninos, catamarqueños, jujeños, riojanos y salteños que no sólo apoyan a Mendoza sino que están defendiendo el agua y cuestionando la megaminería. ¿Qué pasó? ¿Aparecieron de golpe estos cuestionamientos? ¿Por qué se habla de megaminería (o minería metalífera a cielo abierto), de contaminación y del agua todo junto? En realidad el tema no es nuevo, tiene más de 20 años (viene desde la gestión Menem), pero no ha hecho más que expandirse desde entonces. Y hoy, cuando ya han pasado más de dos décadas (los trabajos en Bajo La Alumbrera, Catamarca, comenzaron en 1997) son visibles e innegables las consecuencias de este tipo de minería, que utiliza sustancias como el cianuro y el ácido sulfúrico para el tratamiento de la roca y la separación de los minerales que interesan.

Para ese proceso, denominado lixiviación, se utilizan enormes cantidades de agua, elemento vital para la vida pero mucho más en zonas semidesérticas como lo son las provincias montañosas del oeste de nuestro país. Esas montañas poseen enormes riquezas minerales y en el piedemonte existen grandes oasis de riego, como la ciudad de Mendoza y sus alrededores, que sólo pudieron desarrollarse y expandirse por el uso controlado del agua, que es un recurso escaso.

En esas superficies irrigadas se cultiva una gran parte de los vegetales y frutales que se consumen en el país y de las vides que se exportan en forma de vinos,pero también hay allí pobladores que cultivan la tierra y crían animales a pequeña escala, utilizando el agua de deshielo de la cordillera. Queda claro entonces que para esas sociedades, sean grandes o pequeñas, el agua es fundamental y la base de su producción agrícola. ¿Qué pasa cuando se instala una empresa de minería a gran escala? Lo más evidente es la destrucción del paisaje: cerros enteros desaparecen y en su lugar quedan enormes hoyos producto de la remoción de roca con los minerales a extraer.

En las inmediaciones se construyen gigantescos piletones donde la roca es tratada con químicos altamente tóxicos disueltos en agua. Para ese lavado se usan, en promedio, unos 5.000.000 de litros de agua por día (Mina Veladero, en San Juan usa 9.000.000 de litros al día según datos del Departamento de Hidráulica de San Juan) en una zona en la que el agua es escasa … pero no para las mineras. Otro dato interesante es cuánto pagan las empresas (en su mayoría multinacionales) por ese recurso escaso: $ 0,50 cada 1.000 litros de agua consumida. Una ganga!!

¿Y por qué se habla de contaminación? Porque en los piletones suele haber filtraciones y en las tuberías de transporte, roturas. Lo que se infiltra o derrama contamina el suelo y el agua, sea superficial o profunda. Y también, por reacciones químicas, suele haber emanaciones venenosas. Este combo letal afecta a la escasa fauna local (han aparecido llamas muertas) y también a los pobladores cercanos, que no disponen de agua para beber ni para cultivar (poblaciones que consumían una de las aguas más puras del planeta, del deshielo de los Andes). Jáchal, en San Juan, consume hoy agua en bidones porque la del río, que era la fuente habitual, es veneno…

Los mendocinos tienen en claro que la Ley 7722, sancionada luego de muchos y muy serios estudios y arduos debates en 2007, es la que protege el recurso agua en la provincia, al regular la actividad minera, no permitiendo uso de venenos. Por eso salieron masivamente a las calles: entendieron que la minería metalífera a cielo abierto, a la que se da vía libre sin el resguardo de la 7722, significa uso excesivo y contaminación del recurso agua. Por eso el eslogan EL AGUA VALE MÁS QUE EL ORO. Los mendocinos pueden vivir sin oro pero están condenados sin agua. Y lo mismo sienten las otras provincias amenazadas por este tipo de minería.

Desde las empresas, y desde cierta parte de la dirigencia política, insisten con la generación de fuentes de trabajo (si fuera así San Juan y Catamarca, con las minas de oro y plata más grandes del país, deberían estar entre las provincias más ricas), con las ganancias que quedan en el país (3% de regalías que se reducen al 1,5% luego de deducciones amparadas en leyes sancionadas por y para las mineras en los 90’)y en que es una actividad sustentable (algo que jamás han podido demostrar, a pesar de ocultar por un tiempo los derrames y pagando a regañadientes multas millonarias pero irrisorias para las ganancias que obtienen).

Las problemáticas ambientales de origen humano en Argentina son numerosas: desde los agrotóxicos con su secuela de cáncer en la extensa llanura del este hasta la minería y el fracking en el oeste montañoso. La sociedad ha demostrado que está dispuesta a dar pelea por el derecho a vivir en un ambiente sano. El mensaje es claro: NO HAY LICENCIA SOCIAL PARA ENVENENAR Y AGOTAR UN RECURSO FUNDAMENTAL COMO EL AGUA.

El gobernador de Mendoza prometió derogar la nueva ley y devolver vigencia a la 7722, empujado por el pueblo en las calles. Ha llegado la hora de que la dirigencia política esté a la altura de las circunstancias y respete la voluntad de sus representados.

Conciencia ambiental para decidir. Organización Popular para resistir. Agua Pura para no morir.

Conservo la esperanza

( * ) Prof. de Geografía (I.N.S.P. Joaquín V. González) Lic. en Geografía (Universidad Nacional de Tres de Febrero)

Lic. Graciela E. Puebla

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