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Europa, desarmada frente a la ciberguerra fría
(Luis Rivas) "Estamos en una situación crítica. Un ataque sobre cualquier miembro de la Unión Europea (UE) puede desestabilizarnos a todos. Nuestra economía está amenazada; nuestro aprovisionamiento energético está amenazado. Nuestras vidas están en peligro".
La alarma verbal fue activada por el vicepresidente de la Comisión Europea, el griego Margaritis Schinas, uno de los ponentes en el Fórum Internacional de Ciberseguridad, celebrado en la ciudad francesa de Lille el pasado mes de septiembre. Schinas no nombró a los supuestos enemigos y eventuales responsables de los ciberataques. Sus palabras sonaron, eso sí, a una llamada para incluir en la UE una cláusula como el artículo 5 de la OTAN, por la cual, si un miembro de la UE fuera víctima de una ofensiva digital, sus aliados deberían responder al unísono en su defensa.
Pero si la aplicación de esa norma es una quimera en la conciencia de todos los miembros del Tratado Atlántico, en el caso de la ciberdefensa europea provoca más rubor que miedo. Los socios del AUKUS (Australia, el Reino Unido y Estados Unidos) no solo se han aliado para la producción de submarinos atómicos en su alianza de "contención" frente a China. A ellos tres, se suman Nueva Zelanda y Canadá en una coalición de intercambio de sus servicios de inteligencia, bajo las siglas FIORC (Five Eyes Intelligence Oversight and Review Council).
Esos "cinco ojos" del universo anglosajón contrastan con las 27 visiones diferentes de los miembros de la Unión Europea, donde si ya es difícil compartir datos policiales —como se demostró durante la ola de atentados islamistas de París y Bruselas, en 2015 y 2016—, mucho más sería hacerlo en materia de ciberespionaje, ciberdefensa o ciberataque.
"Ataques de autocracias desinhibidas"
La estrategia de ciberseguridad de la UE, adoptada en diciembre de 2020, contiene una serie de buenas intenciones alejadas de la realidad, enfocada por impotencia especialmente a la lucha contra la cibercriminalidad común.
La ministra francesa de Defensa Florence Parly, estuvo también presente en el Fórum de Lille, y ella sí se atrevió a señalar —hasta cierto punto— a los países que, siempre según ella, son los responsables de ataques a la UE: "las autocracias desinhibidas", que acechan a las "democracias liberales". Según la responsable de los ejércitos de Francia, habría ciberespías buenos —los de las democracias liberales— y ciberespías malos, los que trabajan para autócratas desinhibidos.
Ante ese peligro, Parly informó que su país reclutará 770 "cibercombatientes" (sic), de aquí a 2025, que con los 1.100 ya previstos en el mismo periodo alcanzarán la cifra de 5.000 guerreros digitales franceses. Una cifra alejada de los 60.000 que para el mismo cometido tiene desplegados el Pentágono dentro y fuera de su país.
Espiados por aliados
Un ciberejército francés que, suponemos, tendrá misiones más gloriosas que evitar que el código QR sanitario del presidente, Emmanuel Macron, caiga en el dominio público, como acaba de ocurrir, o que los teléfonos de los inquilinos del Elíseo sean escuchados por sus aliados occidentales de la norteamericana NSA (Agencia Nacional de Seguridad), como sucedió bajo el mandato del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, sin obviar el reciente 'affaire' Pegasus. Lo que demuestra que las así llamadas democracias liberales se ciberespían entre ellas, además de hacerlo con los enemigos históricos —Rusia— y los nuevos —China— a los que acusan de ciberataques continuados.
De momento, no existen líneas rojas en la ciberguerra fría; a diferencia de la guerra letal, nadie ha redactado normas como las incluidas en los Convenios de Ginebra. Además, hoy harían falta varios teléfonos rojos para este tipo de combate de todos contra todos.
Emmanuel Macron tiene también la intención de empujar a sus socios hacia una cooperación en este terreno. Pero ni los más optimistas eurófilos sueñan con un sustancial ciberrearme de los 27, a pesar de las constantes alertas de los más pesimistas sobre el temido "Pearl Harbor" digital. La ciberguerra fría es otra de los retos que debe afrontar la Unión Europea, tras la estampida de Afganistán y el pacto AUKUS de sus aliados anglosajones. Y, como en otros casos, los 27 prefieren ir cada uno por su lado.
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