Por Thierry Meyssan
Racismo y antirracismo para manipular
(Por Thierry Meyssan) Las ideologías del antirracismo y del racismo se articulan alrededor de una misma falacia, según la cual los humanos se dividen en razas diferentes que no pueden procrear en común sin verse afectadas por problemas de salud. La estupidez de tal afirmación salta a la vista. Pero al ser interrogados al respecto, los defensores de ambas tendencias sostienen que sólo pueden hablar en sentido figurado… antes de caer de nuevo en su interpretación racial de la humanidad y de su historia. Desplegando una pasión muy similar, racistas y antirracistas han servido los intereses de las potencias dominantes.
Las comunidades humanas tienden generalmente a sobreestimar su propio modo de vida y a desconfiar del modo de vida de otras comunidades. Para mantener la cohesión de su grupo, algunos miembros de las comunidades –cualquiera que sea esta– tienden, como reflejo, a rechazar a los nuevos elementos que llegan del exterior. A veces, después de conocerlos mejor, acaban entendiendo que los recién llegados son personas similares a ellos mismos y eso hace disminuir las tensiones.
Lo anterior es la descripción de un mecanismo etnológico. Pero en los siglos XIX y XX se agregaron a ese mecanismo dos ideologías o tendencias: el racismo y el antirracismo. En el contexto del imperialismo británico y del desarrollo de la biología y de la genética, esas teorías permitían justificar la jerarquía de una población sobre otra o la igualdad de derechos entre poblaciones diferentes.
El racismo científico
Invocando las teorías de Charles Darwin (1809-1882) sobre la evolución de las especies, otro británico, Herbert Spencer (1820-1903), planteó la existencia de razas humanas diferentes y afirmó que la selección natural había llevado a la superioridad de los blancos. Era el inicio del «darwinismo social». Un primo de Darwin, Francis Galton (1822-1911), estableció una serie de comparaciones entre las razas y vinculó la tasa de fecundidad de las mujeres a la degeneración de los individuos, lo cual le permitió “demostrar” la superioridad de los blancos sobre los individuos con otros colores de piel… de paso también “demostró” la superioridad de los ricos sobre los pobres.
Un «consenso científico» estableció como premisa que de los contactos sexuales entre razas diferentes nacían individuos con numerosos problemas o limitaciones. Por consiguiente, era indispensable prohibir las relaciones sexuales entre individuos de razas diferentes, tan indispensable como prohibir el incesto, en aras de preservar cada raza. Eso era el «eugenismo». La aplicación de ese principio resultó ser extremadamente compleja ya que, sin importar cómo se defina cada raza, no existen individuos racialmente “puros”, por consiguiente cada situación está sujeta a discusión. En Estados Unidos, esa lógica llevó no sólo a la oposición a la formación de parejas interraciales entre descendientes de europeos, miembros de los pueblos originarios (los mal llamados «indios» o «pieles rojas»), negros y chinos sino incluso a privilegiar a los blancos anglosajones por sobre los blancos no anglosajones (italianos, polacos, serbios, griegos, etc.), lo cual se puso de manifiesto en la Immigration Act que estuvo en vigor en Estados Unidos desde 1924 hasta 1965.
Por su parte, el Instituto Kaiser Wilhelm “demostró” que la preservación de la raza exigía no sólo no reproducirse con individuos de razas diferentes sino que también había que abstenerse de toda relación sexual de tipo interracial, aunque no se llegara a la reproducción. Supuestamente, aun en el caso de la penetración anal, los genes de cada individuo se mezclan con los del otro, lo cual “justificó” que los nazis prohibieran la homosexualidad.
Hubo que esperar hasta la caída del nazismo y el inicio de la descolonización para que apareciera un nuevo «consenso científico» y se tomara conciencia de la increíble diversidad existente en cada una de las supuestas razas. Lo que tenemos en común con individuos de una raza supuestamente diferente a la nuestra es mucho más importante que lo que nos diferencia de individuos de nuestra misma raza supuesta.
En julio de 1950, la UNESCO echó abajo las tesis del «darwinismo social» y del «eugenismo». Simplemente, la humanidad surgió de varias razas diferentes de homo sapiens prehistóricos pero se constituye de una sola raza cuyos individuos pueden reproducirse sin ningún peligro. Por supuesto, no había que ser científico para darse cuenta de eso, pero las ideologías del imperialismo y el colonialismo habían nublado temporalmente la claridad de los «sabios».
El racismo jurídico
Mientras los científicos recuperaban su unidad, los juristas se dividían en dos maneras diferentes de abordar el mismo tema. En este caso, la división no estaba determinada por las ideologías imperialista y colonial sino por concepciones diferentes de la Nación. Para los anglosajones, la Nación es una unión étnica –en el sentido cultural– mientras que para los franceses la Nación es resultado de una opción política. El principal diccionario político estadounidense contiene la siguiente definición: «Nación: Gran grupo de personas que tienen un origen, una lengua, una tradición y costumbres comunes que conforman una entidad política.» (“Nation: A large group of people having a common origin, language, and tradition and usu. constituting a political entity”, Black’s Law Dictionary, 2014). Por el contrario, desde la Revolución Francesa, Francia adopta la siguiente definición: «Nación: Personalidad jurídica constituida por el conjunto de individuos que componen el Estado» (Nation: «Personne juridique constituée par l’ensemble des individus composant l’État» (Decreto del rey Luis XVI, 23 de julio de 1789).
La noción francesa de Estado es hoy prácticamente universal mientras que la de los británicos la defienden sólo los anglosajones y los grupos que ellos mismos crearon en función de sus intereses coloniales: la Hermandad Musulmana [1] y, en la India, la Rastriya Swayamsevak Sangh (RSS) [2].
En definitiva, a pesar de los progresos de la ciencia, los británicos de hoy siguen viviendo bajo la Race Relations Act 1976, o sea la “Ley sobre las Relaciones Raciales de 1976”, y bajo el arbitrio de la Commission for Racial Equality, la “Comisión por la Igualdad Racial”, mientras que los textos oficiales franceses utilizan la expresión «supuesta raza». En la práctica, unos y otros no establecen diferencias «raciales» sino de clase social, en el caso de los británicos, y de nivel social, en el de los franceses.
El antirracismo
En Occidente, hoy existe una confusión entre antirracismo y antifascismo, a pesar de que está demostrado que las razas no existen y de que tampoco existen las situaciones económicas que dieron lugar al surgimiento del fascismo. Los grupos que hoy provocan brotes de violencia en nombre del antirracismo y del antifascismo se presentan como elementos de la extrema izquierda anticapitalista… pero están subvencionados por el especulador George Soros, trabajan para la OTAN –protectora armada del capitalismo– y cuentan con entrenamiento militar.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se dio el lujo de señalar, en una conversación telefónica con el presidente estadounidense Donald Trump, que la OTAN utilizó brigadas internacionales “antifascistas” simultáneamente contra Siria y contra Turquía [3], precisamente los mismos «Antifas» que ahora coordinan los motines antirracistas en Estados Unidos.
En realidad, lo que hoy nos presentan como racismo y “antirracismo” son las dos caras de una misma moneda. Ambos se basan en el mito de las razas, aunque ya sabemos que las razas no existen. En ambos casos, se trata de una forma de conformismo a la moda. Los racistas surgieron del imperialismo y del colonialismo, los “antirracistas” de hoy son fruto de la globalización financiera. Su única utilidad común es ocupar el terreno para eclipsar las verdaderas luchas sociales.
Por Thierry Meyssan
Fuente: Voltairenet.org
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