Oferta millonaria de Glencore por la planta insignia de Vicentin
Suiza busca una joya argentina para su vidriera
( Por Raúl Dellatorre ) Glencore ofertó u$s 325 millones por Renova, la mayor procesadora de soja del país, exportadora de harina y aceite. Está en juego el control del comercio exerior en la principal fuente de ingresos del país.
La agroexportadora suiza Glencore busca consolidar su avance sobre el negocio de exportaciones de granos y derivados de la Argentina. Ayer formalizó una segunda oferta para quedarse con la totalidad de la planta de molienda de granos Renova, ofreciendo 325 millones de dólares por el 33,3 % que mantiene en su poder la empresa santafesina Vicentin, actualmente en convocatoria de acreedores. De concretarse la operación, la deudora en dicho concurso se estaría desprendiendo de la principal “joya” de su patrimonio y principal fuente de recursos, ya que sin Renova la empresa Vicentin dejaría de ser la mayor exportadora de aceite de la Argentina. Por otra parte, en los últimos días apareció en escena un segundo interesado en los activos de Vicentin, que pese a que se presenta como un grupo “independiente local”, estaría sólidamente vinculado a otro de los jugadores extranjeros en este negocio. Lo que está en disputa es no sólo el destino del Vicentin sino el control del comercio exterior en el principal rubro de exportación y fuente de divisas del país.
El grupo Vicentin, de las familias Padoan y Nardelli, tuvo un meteórico recorrido alcista durante los años del macrismo, alcanzando el primer lugar en el ranking de exportadores de harinas y aceites en 2018. A su vez, también el macrismo se benefició del buen pasar del grupo, que resultó, a través de sus empresas o de las familias propietarias, el principal aportante a sus campañas electorales del PRO y Cambiemos en Santa Fe y a nivel nacional. Incluso un integrante de la familia Nardelli llegó a ser precandidato a gobernador de la provincia, mientras que su socio Alberto Padoan ocupaba el apetecido cargo de presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario. Es el mismo puerto de Rosario que los vio crecer, acrecentando sus exporaciones y sumando más de una decena de empresas no sólo en la producción de aceites y harinas, sino también en biodiesel, productos químicos, una terminal propia en el puerto y filiales en Uruguay, Paraguay, Brasil y Europa.
Para este crecimiento contó con la importante colaboración crediticia del Banco Nación, que le prefinanció exportaciones incluso después que dejara de pagar sus compromisos una vez cobrada la exportación. Esto fue lo que sucedió en 2018, pese a lo cual la entidad, entonces presidida por Javier González Fraga, volvió a prestarle, conviritiendo al banco oficial en el mayor acreedor cuando llegó la convocatoria. Que llegó en diciembre de 2019, cuando decidió dejar de pagar todas sus cuentas al mismo tiempo que Macri dejaba el gobierno. Simultáneamente, Glencore, su socio extranjero en Renova, le compraba un 16,7 por ciento del paquete accionario de la empresa común, y pasaba del 50 por ciento, a tener el 66,7 por ciento. Esto también ocurrió en diciembre de 2019. Por esa misma empresa, ahora ofrece comprar el 33,3 por ciento que aún queda en manos de Vicentin.
La planta de Renova, en la localidad de San Lorenzo, tiene una capacidad de molienda de 20.000 toneladas diarias de soja, con capacidad de recibir hasta mil camiones diarios de poroto de soja que procesa y descarga a través de un puerto propio sobre el rio Coronda. Es una de las plantas más grandes del mundo y una nave insignia del complejo agroexportador de Argentina. La intención de Glencore de pasarla a sus manos es un secreto a voces desde hace ya tiempo en el sector, lo cual hace más inexplicable, en términos lógicos, la debacle de Vicentin en paralelo al ascenso de la firma suiza. No sería un buen augurio para los acreedores de la convocatoria que Vicentin pierda su principal fuente de ingresos, más allá del cash que recaude con la venta en favor del concurso.
Pero hay otros que tampoco miran con simpatía el desembarco que prepara Glencore. En las últimas semanas surgió un fondo inversor que se ha presentado como un grupo local e independiente, dispuesto a hacer una oferta por Vicentin SA que incluiría una propuesta de pago a largo plazo y con quita de la deuda de la convocatoria, de la cual también ofrece hacerse cargo. Este fondo empresario, denominado Grupo Ceibos, estaría apoyado por bancos extranjeros --algunos, acreedores en la convocatoria-- y representado por empresarios que no son desconocidos en el ambiente, ya que han ocupado cargos relevantes en otra cerealera de las "majors" en el negocio local: Louis Dreyfus. El dato, por supuesto, pone en controversia aquello de "locales e independientes".
Mientras aparecen a la luz estas nuevas disputas, la convocatoria sigue su trámite, con la designación de síndicos y otros pasos concursales que se van cumpliendo a pesar de la pandemia y la paralización parcial de actividades. Detrás del destino de Vicentin se está jugando también cuál será el modelo exportador con el que se manejará el país a la salida de la emergencia sanitaria y tenga, ante sí, una profundizada crisis económica y de su sector externo. Y en qué medida será conveniente que la llave de la caja en la que ingresan los dólares al país esté, cada vez más, en manos extranjeras.
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