Cinco claves para entender el escenario electoral en Bolivia
( Por Katu Arkonada ) El 12 de octubre de 2014 se realizaban las últimas elecciones generales en Bolivia, donde el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales conseguía el 61% de los votos, 25 de 36 senadores, y 88 de 130 diputaciones.
Sin embargo, menos de un año y medio después, el 21 de febrero de 2016, y con un porcentaje de votantes muy similar al de 2014 (poco más de 5 millones), la opción por la repostulación de Evo Morales obtenía el 48,7% de los votos, frente a la opción opositora en defensa del NO que obtenía el 51,3% de los sufragios.
¿Qué pasó en esos 16 meses entre una y otra elección?
Es claro que eran votaciones diferentes, pero al menos hay 2 motivos que pueden explicar ese 49% obtenido por Evo y el MAS. Por un lado, y a semejanza de la mayoría de procesos latinoamericanos que han superado la barrera de los 10 años, hay un agotamiento de un ciclo, o cuanto menos una pérdida de la mística del proceso y de la capacidad de seducción a algunos sectores de la sociedad. Por otro lado, y a semejanza también de lo sucedido en otros países, la guerra mediática contra la figura de Evo, representada en el Caso Zapata, tuvo una incidencia también importante sobre el imaginario de los votantes, especialmente en las clases medias urbanas.
Pero estos dos motivos se quedan cortos a la hora de analizar el escenario electoral para las próximas elecciones generales del 20 de octubre, y por eso vamos a tratar de desarrollar 5 claves que nos permitan leer el escenario electoral, donde por primera vez en 13 años de proceso, Evo y el MAS no tienen garantizada la victoria.
Las cifras
Nuestro análisis debe partir que ya no es posible alcanzar porcentajes de voto del 61% como en 2014 (aun menos del 64% como en 2009). El techo ahora mismo es el 49% obtenido en defensa del Sí a la repostulación de Evo Morales, teniendo en cuenta también que los 3 años transcurridos desde 2016 implican un desgaste en términos de apoyo.
Es muy probable que el voto al MAS y a Evo Morales se quede esta vez en una horquilla entre el 40% y el 45% de apoyo. Algo por otro lado muy meritorio tras 13 años de proceso de cambio. Ese porcentaje le permitiría ganar en primera vuelta, siempre que saque 10 puntos al segundo más votado. El problema es que debe sacar sí o sí esos 10 puntos, pues sacar menos e ir a una segunda vuelta sería catastrófico, un 21F recargado, donde toda la oposición se uniría no en favor de nadie, sino en contra de Evo, asegurando la derrota del Movimiento al Socialismo.
Las nuevas clases sociales
La reducción de la pobreza con el proceso de cambio boliviano es un hecho. En 2005 la extrema pobreza era del 38,2% (casi 4 de cada 10 bolivianos) y en 2018 se situó en el 15,2%. Mientras que la pobreza moderada pasó del 60,6% al 36,4%. La traducción de estas políticas de redistribución es que las personas con ingresos medios pasaron de 3,3 millones en 2005 a 7 millones en 2018 [1]. El problema es que se crearon casi 4 millones de nuevos consumidores, y no 4 millones de personas con un sentido de la ciudadanía crítica, conscientes de que si les va mejor es gracias a unas determinadas políticas sociales y económicas de un gobierno popular.
Lo que es cierto es que tampoco es una clase media tradicional, sino una clase media de origen popular que, como explica el vicepresidente Álvaro García Linera, su existencia debe ser comprobada no solo por sus ingresos, sino también por su capital social, cultural y étnico. Esta clase media ascendente se disputa con la clase media tradicional un mismo espacio de oportunidades.
Estos dos sectores de la clase media serán, con toda seguridad, quienes definan la elección de octubre.
Oposición
Porque con un núcleo duro masista que no baja del 30% y un núcleo duro de la derecha que también ronda el 30%, y del que una parte apoyará a Oscar Ortiz, el candidato de Rubén Costas y la derecha cruceña, queda en manos de Carlos Mesa, exvicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada y el presidente más timorato que nunca tuvo Bolivia, la posibilidad de seducir a esas clases medias desencantadas con el proceso de cambio y perder por menos de 10 puntos de diferencia en la primera vuelta, lo que le daría muchos chances en la segunda. Lo que es un hecho es que el oficialismo perderá los 2/3 de los que dispone actualmente en la Asamblea Legislativa Plurinacional.
Proyectos
Para enfrentar al MAS, el proyecto de la oposición cambia en su forma, no en su fondo, pues sería insensato posicionarse en contra de las políticas de redistribución e inclusión gubernamentales, aunque en el fondo su proyecto esté más cerca de la Argentina de Macri que de la Bolivia de Evo. El problema el proyecto político del MAS ya no representa cambio, sino continuidad, y que la gestión no es sexy, no es atractiva en épocas electorales. Las clases medias que no se ven beneficiadas tan directamente por el proceso de cambio, al contrario que las clases populares y zonas rurales, no van a ser atraídas a votar por Evo por mucho que se les venda comunicativamente la buena gestión. Todas aquellas personas que votaron NO en el referéndum del 21F no hay posibilidad de que voten por Evo hoy día. Aunque al mismo tiempo ahí se abre una ventana de oportunidad con los nuevos votantes jóvenes que se incorporan al censo electoral.
El rol de los medios
Ante la implosión del sistema de partidos políticos que implicó la llegada del MAS al gobierno en 2005, los medios de comunicación hace tiempo que son el principal partido de oposición en Bolivia. Lo demostraron el 21F de 2016 mediante la construcción mediática de una gigantesca fake news llamada Caso Zapata, y probablemente vuelvan a ser, junto con las redes sociales, determinantes en esta campaña.
Pero aquí de nuevo otra de las debilidades oficialistas es que los medios públicos (gubernamentales para ser más precisos) son pésimos y no se ha logrado construir de manera certera el relato del proceso de cambio. Ya durante la campaña del referéndum del 21F no se logró comunicar para qué, a 14 meses de ganar la elección, se planteaba la repostulación. La respuesta era sencilla: para garantizar que se termine lo que se empezó en aquel 2006 de nacionalización de los hidrocarburos y Asamblea Constituyente. Terminar de alguna manera un proceso constituyente de largo alcance que culmine la refundación de Bolivia en 2025, bicentenario de la independencia.
En como se deconstruyan y construyan nuevos imaginarios durante los meses que quedan hasta la elección, especialmente en un tema tan sensible para las clases medias como la corrupción, estará otra de las claves del resultado final el 20 de octubre.
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