América latina

Por Alfredo Zaiat

El Brasil de Bolsonaro: caos sanitario, inestabilidad política, derrumbe económico

(Por Alfredo Zaiat) La crisis política, económica y sanitaria de Brasil tiene un fuerte impacto en Latinoamérica. La potencia regional está sumergida en un desorden general de proporciones y casi siempre su recorrido, al alza o en sentido negativo, tiene gran influencia para que se repita ese mismo rumbo en el resto de los países del Sur del continente americano.

Ya la pandemia genera costos humanos inmensos a toda la región, pero si a la vez Brasil transita un cuadro político caótico con un líder de ultraderecha y con derrumbe de la economía, el panorama es bastante sombrío.

La economía global tiene una fuerte interdependencia y, por lo tanto, se menciona en forma figurada que el aleteo de una mariposa en Asia puede provocar un tornado en el otro extremo del planeta. Para Latinoamérica, esa metáfora de transmisión de crisis encaja a la perfección en el estrecho vínculo de los países de la región con el rumbo político y económico de Brasil.

Drama sanitario

Pablo Stefanoni explica que Brasil experimentó profundos cambios políticos e ideológicos. De un ciclo de centroizquierda que había atraído simpatías más allá de sus fronteras y que fue considerado socialmente exitoso, pasó a un Gobierno ubicado en la extrema derecha que sumó al negacionismo climático un negacionismo sobre la gravedad de la COVID-19.

Más de dos millones de contagios desde marzo y casi 90.000 muertos por el coronavirus, a fines de julio. Brasil es el segundo país más afectado por la pandemia después de EEUU. Esas cifras pueden ser aún más altas por la deficiencia en la detección del virus como en la identificación y registro.

El presidente Jair Bolsonaro desestimó el riesgo de lo que denominó "gripecita", pese a que dio positivo de COVID-19. La irresponsabilidad política y sanitaria del gobierno central derivó en que Estados Federales tomaran decisiones unilaterales ante la expansión de la pandemia.

En ese esquema caótico de decisión política ante una pandemia, las cuarentenas fueron criticadas por Bolsonaro, quien calificó esa estrategia sanitaria de "dictatorial".

La presión fue tan fuerte que las cuarentenas fueron levantadas y en Río de Janeiro y Sao Paulo, las dos principales ciudades brasileñas,shoppings, bares y restaurantes reabrieron a pesar del aumento continuo de contagios. Bolsonaro publicita que las cuarentenas afectan la economía y generan más daño que el coronavirus. Se enfrenta con medios de comunicación que apuntan al desastre sanitario que provocó, y los acusa de propagar el miedo y la paranoia.

El drama sanitario derivó en que dos médicos abandonaran sus puestos como ministros de Salud desde que comenzó la pandemia: uno fue expulsado y otro dimitió.

Costos

El año 2019 estaba marcado en el calendario de numerosos organismos internacionales y analistas económicos como el que marcaría el regreso de Brasil al vigoroso crecimiento económico que había experimentado en los años previos a la recesión de 2015.No sucedió. Es una economía que no despega, como definió Sergio Martín-Carrillo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)

Esos mismos actores locales y del exterior apostaron entonces a que el 2020 sea el año del definitivo despeje. La pandemia y el descontrol político y sanitario derrumbaron esa expectativa. La decadencia del gigante sudamericano se ha acelerado en estos años de turbulencia política, lo que plantea dudas de poder revertirla en el corto plazo.

Esta situación crítica impactará en el resto de la región: reformas económicas liberales, debilitamiento del Mercosur e inestabilidad política.

La anterior gran crisis brasileña fue en 1999. En ese año estornudó y países sudamericanos se resfriaron. Vale recordar que a partir de ese año comenzó el declive de la economía argentina hasta el posterior estallido económico, político y social de 2001-2002.

Ahora Brasil está transitando una debacle de muchísima más dimensión. Siguiendo la analogía médica, hoy está conectado a un respirador artificial, y entonces qué pueden esperar los países vecinos que no sea caída del comercio y debilidad en el crecimiento del PIB.

La mejor estrategia para ellos es tomar nota de ese complejo cuadro y empezar a diseñar políticas defensivas, y de diversificación del comercio exterior para amortiguar la caída.

Impacto en la región

La actividad económica en el mundo está cayendo más de lo previsto como consecuencia de la crisis derivada de la COVID-19 y, con ello, aumentan los impactos externos negativos sobre América Latina y el Caribe a través del canal comercial, de términos de intercambio, de turismo y de remesas.

Además, la región se encuentra hoy en el epicentro de la pandemia y, si bien algunos gobiernos han comenzado a aliviar las medidas de contención, otros han debido continuarlas o incluso intensificarlas ante el persistente aumento de los casos diarios de la enfermedad. Así lo señala el último informe especial de la CEPAL "Enfrentar los efectos cada vez mayores de la COVID-19 para una reactivación con igualdad: nuevas proyecciones.

El documento plantea que la caída en la actividad económica es de tal magnitud que llevará a que, al cierre de 2020, el nivel del PIB per cápita de América Latina y el Caribe sea similar al observado en 2010, es decir, habrá un retroceso de 10 años en los niveles de ingreso por habitante.

La economía de Brasil se derrumbará 9,1 por ciento, de acuerdo a las proyecciones de la CEPAL.

Uno de los efectos más notorios de esa debacle se reflejará en la fuerte caída del comercio entre los países de la región y, en definitiva, en el crecimiento de cada uno de ellos.

Crisis económica

La pandemia está haciendo estragos no sólo en el frente sanitario, sino también en el económico. También en Brasil. Pese a los desvaríos de Bolsonaro de privilegiar la economía sobre la salud de la población, la actividad productiva y comercial se está desmoronando.

La agencia de estadísticas del gobierno IBGE informó que tenía registrado alrededor de 4 millones de empresas, de las cuales 2,7 millones estaban en operación total o parcial, a fines de junio. Sólo en ese mes hubo cierres temporal o permanente de 522.700 firmas. El 35% de las compañías redujeron su fuerza laboral en comparación a marzo, antes del inicio de la pandemia.

Casi el 40% de ese total estuvo originado por el impacto del coronavirus en el giro diario de su actividad.

Estuvieron más afectadas las empresas de hasta 50 empleados, o sea las pequeñas y medianas, que representaron casi todos los cierres.

Esas pymes participan del 30% del Producto Interno Bruto de Brasil, lo que subraya la gravedad del impacto de las quiebras comerciales pese a la política sanitaria flexible de Bolsonaro.

Ajuste

Pese a los comportamientos extravagantes del presidente, el Ministerio de Economía reconoció que "los efectos nocivos para la salud de la población brasileña y nuestra economía aún persisten. Por lo tanto, el resultado económico de la actividad en el segundo trimestre será aún peor".

"Las consecuencias son perjudiciales para la población, con un aumento del desempleo, la quiebra de empresas y la pobreza", agregó.

Lena Lavinas, profesora en el Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, explica que Bolsonaro entregó el Ministerio de Economía al ultraliberal Paulo Guedes, quien trabajó con los "Chicago boys" de la dictadura de Augusto Pinochet en la década del '70. Guedes postula reducir al mínimo el Estado y aprovecha la pandemia para impulsar reformas regresivas, como la flexibilización de normas laborales y una reforma tributaria que alivia la carga a las grandes empresas y a los sectores sociales acomodados.

También pretende cambiar la legislación de quiebras, así como "desburocratizar" los mercados de crédito, capital y garantías.El gabinete económico propone además medidas para abrir el comercio, así como la aprobación de nuevas normas en los sectores de gas y saneamiento. Y reafirmó la intención de impulsar privatizaciones y concesiones.

Desestabilizador

Alejandro Frenkel escribió "crisis brasileña y secuelas regionales" en la revista Nueva Sociedad, señalando que desde la década del '90 Brasil abandonó la hipótesis de conflicto y definió que tenía las condiciones para erigirse como una potencia regional con proyección global.

Para ello se presentó en el escenario internacional con tres pilares: garante de la estabilidad regional, la internacionalización de sus capitales y la creación de instituciones de gobernanza latinoamericanas. Para que un país sea reconocido como un par por las otras potencias tiene que demostrar que puede coordinar y ordenar la región de influencia, más aún cuando limita con nueve de los 12 países de América del Sur.

Con la crisis del PT de Luis Inacio Lula da Silva, el golpe institucional a la presidenta Dilma Rousseff en 2016, el gobierno de facto de Michel Temer (2016-2018) y ahora con la presidencia del ultraderechista Bolsonaro, Brasil ingresó en una espiral descendente en términos político e institucional.

Frenkel advierte que una de las consecuencias políticas más notables para la región tiene que ver con la inestabilidad brasileña yde la que no se vislumbra una salida en el corto plazo. La paradoja de la actual situación se encuentra en que el Brasil del PT, en la primera década del nuevo siglo y con aspiraciones de ser potencia mundial, tenía la tarea de intervenir en crisis de otros países para estabilizar la región. Ahora, el Brasil de Bolsonaro es el responsable principal de desestabilizar al resto de la región.

Fuente: Sputnik

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