América latina

Por Lic. Alejandro Malowicki

Majors , cine infantil y América Latina

Las cinematografías de los países latinoamericanos afrontan hoy mayores desafíos que los que existían medio siglo atrás. Ellos provienen del creciente dominio por parte de las majors norteamericanas de la programación que se oferta en las pantallas de cine, televisión, video y nuevas tecnologías audiovisuales. Sin embargo, América latina, representa, al menos potencialmente, un espacio altamente favorable para el desarrollo de industrias del audiovisual con las que podría mejorar los procesos identitarios y los imaginarios de cada pueblo. Se hace entonces necesario precisar la importancia de estas actividades, así como las políticas orientadas a una creciente, aunque todavía insatisfactoria, integración del cine regional. Octavio Getino

En una Latinoamérica en la que la mayoría de los países viven atenazados por las políticas económicas y culturales del neoliberalismo, con sus injustas consecuencias derivadas de la infame concentración de las riquezas en unos pocos, es imprescindible generar una producción cinematográfica democrática dirigida a las infancias, pues hacer películas seriamente pensadas y realizadas implicaría despertar a les niñes (y a los no tan niñes) de la somnolienta alienación que la instalación de los paradigmas culturales neoliberales vernáculos y norteamericanos generan con sus películas exhibidas en todas las pantallas y pantallitas.

Lo grave no es solo que las distribuidoras norteamericanas impidan con sus “tanques” infantiles exhibir nuestras películas en nuestros territorios sino el de establecer su primordial objetivo: anestesiar el deseo de hacer películas dirigidas a entretener a nuestras infancias y denegarles la posibilidad de gozar una película ante la pantalla “grande”, emocionándose e identificándose con expresiones propias de sus culturas y de sus lenguas tal como son habladas por elles, por sus familias, por sus amistades y sus maestros.

En la medida que los paradigmas culturales de las producciones norteamericanas, la superioridad tecnológica, las inversiones monetarias, la experiencia en ése género y el monopolio que sus distribuidoras ejercen sobre los mercados latinoamericanos continúen desalentando la producción y comercialización de películas locales, se profundizará la creencia de que el cine infantil norteamericano es el que más se preocupa, comprende y entretiene al público infantil y adolescente.

Para ello cuentan con las “majors” de Hollywood que les aseguran la difusión global de sus películas, con la ínfima producción local y con las ineficientes reglamentaciones denominadas “cuotas de pantalla”.

Los Estados, las escuelas de cine y los festivales de cine infantil. Es imprescindible cambiar ésta realidad para que tenga un destino cierto el logro de un mercado democrático en el que convivan las producciones latinoamericanas con las producciones norteamericanas y de todos los países del mundo. Para ello es necesario que la producción de películas infantiles de corto y largometraje sea considerada por los Estados de “interés nacional” y recibir las ayudas económicas que incentiven su producción como así también implemente resoluciones que faciliten la exhibición en sus mercados. Que los responsables de decidir los programas de estudio de todas las escuelas de cine incluyan las materias de “Guión y Realización de películas infantiles”, y que la ingente labor que realizan todos los festivales de cine infantil que existen en casi todos los países de América latina sea apoyada por todas las empresas que conforman las industrias audiovisuales locales y por los Estados.

Esta triada hará posible lo que manifestó la profesora chilena Alicia Vega al describir los sentimientos de los niños hacia las películas vistas en una pantalla de cine: “Sé que la violencia vuelve y la pobreza se mantiene, pero también sé que el cine es una de las experiencias más arrebatadoras que existen. Allí en la oscuridad de la sala, junto a otros seres semejantes, me emociono con la belleza de ciertas imágenes. Ser testigo de cómo los niños sienten estas mismas vivencias ha sido una de las mayores alegrías que he tenido y quizás sea la razón principal por la que he estado dirigiendo durante más de dos décadas un taller de cine para niños pobladores”.

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