Por Manuel R. Losada
Nacía en fortaleza, Brasil, Helder Cámara, el obispo de los pobres.
“Obispo de los pobres”, “voz de los sin-voz”, “abogado del Tercer Mundo”, “profeta de la Iglesia de los pobres”, “apóstol de la no violencia activa”, “obispo rojo”, de innumerables maneras es conocido el obispo de la Iglesia católica, Helder Cámara.
“¡Dom Helder, hermano de los pobres y hermano mío!”, así saludó al arzobispo local, que se encontraba entre avergonzado y sorprendido, un día de 1980 al descender del avión en el aeropuerto de Recife, el Papa Juan Pablo II, añadiendo a aquellas palabras el gesto de abrazarle largamente contra su pecho.
De baja estatura, delgado, llevando siempre una batita parda, parecía un gigante cuando tomaba la palabra. Recuerdo una ocasión, cuando yo daba un curso para religiosos, organizado por la CRB, en Santa Teresa, estado de Rio, Brasil.
En el momento de mi intervención, llegó Dom Helder que estaba de paso por Rio. Entró, pidió permiso para saludar al grupo (unos ochenta sacerdotes y religiosas de casi todos los estados del país).
Cuando acabó de hablar, se terminó el curso por aquella tarde.
Celebridad para los medios de comunicación, conocido internacionalmente, es muy difícil resumir en unas páginas las muchas facetas de la vida de Dom Helder sin caer en banalidades; ya se han escrito más de 370 libros sobre él.
Para celebrar sus noventa años de vida, la editorial ‘Vozes’ acaba de publicar un libro, coordinado por Zildo Rocha, con este título: “HELDER, EL DON 1. Una vida que marcó el rumbo de la Iglesia en Brasil”.
En el libro participan más de 26 escritores, incluidos varios teólogos y personalidades conocidas internacionalmente.
Inspirado en ese trabajo escogí el título “HELDER, DON Y PROFECÍA”, queriendo destacar dos facetas que, a mi modo de ver, marcan definitivamente su vida.
De forma muy cariñosa, al hablar de su obispo, el pueblo de Olinda y Recife usaba las siguientes expresiones: “nuestro ‘Dom’”, voy a hablar con ‘el Dom’”, “’el Dom’ llega ahí”.
Con ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II, los aplausos del pueblo al ‘Dom’ casi eliminan de la escena al propio Papa, tardaron tanto tiempo o más en aplaudir a su obispo que al Sumo Pontífice.
El pueblo entendía espontáneamente que su obispo era el ‘DON’, la gracia, el presente que Dios les había dado.
En este trabajo, ‘DON’ referido a ‘Dom’ Helder, quiere mostrar una denominación local, territorial, salida de su tierra, de su rebaño, de las ovejas que conocían a su pastor.
Con la denominación de PROFECÍA quiero indicar otra faceta fundamental, viene de otros auditorios más amplios, de los púlpitos y tribunas sin número en universidades y organismos internacionales por todo el mundo, donde el habló como profeta de nuestro tiempo.
‘Dom’ Helder es para la Iglesia lo que Paulo Freire representa para la educación y los movimientos sociales.
Sin la “pedagogía del oprimido” no habría MST (Movimiento de los Sin Tierra), CUT (Central Única de los Trabajadores), CNT (Confederación Nacional del Trabajo), PT (Partido de los trabajadores).
Sin ‘Dom’ Helder, tal vez no habría comunidades eclesiales de base y pastoral social, campaña de fraternidad y grito de los excluidos, la CNBB (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil) y el CELAM (Conferencia Episcopal Latino Americana).
La teología de la liberación tiene grandes teólogos como Gutierrez, Boff, Libânio, Mesters, Pikaza y tantos otros.
Tiene también sus profetas y sus grandes símbolos. No se puede hablar de ella sin recordar a ‘Dom’ Helder, D. Paulo Evaristo, D. Pedro Casaldáliga, Mons. Oscar Romero y sucesos con tanta huella como Medellín, Puebla, encuentros intereclesiales de las Comunidades Eclesiales de Base.
Nacido el 7 de febrero de 1909 en Fortaleza, Ceará, estado situado en el Nordeste de Brasil, ‘Dom’ Helder Câmara es el décimo primer hijo de una familia sencilla y numerosa, compuesta de trece hijos de los cuales sólo ocho consiguieron sobrevivir, falleciendo los demás a causa de una epidemia de gripe que asoló la región en 1905.
El padre, Joâo Câmara, era administrativo de una firma comercial.
La madre, Adelaide Pessoa Câmara, era profesora de primaria.
El nombre de Hélder lo escogió el padre, siendo la denominación de un pequeño puerto de Holanda.
Ya en la infancia comenzó a manifestar su deseo de ser sacerdote.
Cierto día escuchó de su padre estas palabras: “Hijo mío, ¿sabes lo que es ser sacerdote?
Ser ‘padre’ y ser egoísta no pueden ir nunca juntos.
El ‘padre’ tiene que gastarse, que dejarse devorar”.
En 1923 ingresa en el Seminario Diocesano de Fortaleza (Prainha), donde realiza los cursos preparatorios y después filosofía y teología.
Fue ordenado sacerdote a los 22 años, el día 15 de agosto de 1931, tras haber recibido autorización especial de la Santa Sede, ya que no cumplía la edad mínima exigida, 24 años.
Tras la celebración de su primera misa, en la cual usó en la predicación términos muy eruditos y de poco uso, recibió del Padre Breno, uno de sus profesores, una última lección: “No sea bobo.
Va a hablar a gente humilde.
Tiene que hablar naturalmente”.
Una lección que aprendió para toda su vida.
Después, en los primeros años de su vida sacerdotal, el P. Helder se empeñó en la organización del Movimiento de Juventud Obrera Cristiana; en 1931 fundó la Legión del Trabajo de Ceará , y en 1933, con lavanderas, planchadoras y empleadas domésticas, instituyó el Sindicato Obrero Femenino Católico.
Estas iniciativas del joven sacerdote atrajeron la atención de Plínio Salgado, fundador y dirigente de la Acción de Integración Brasileña, que le invitó a afiliarse a la AIB, y donde ejerció actividades de Secretario de Estudios, en el Estado de Ceará. En 1935, el gobernador del Estado le propuso ser Secretario de Educación.
En 1936 abandona el ideario integralista y se traslada a la diócesis de Rio de Janeiro, donde prosigue sus estudios y se dedica a la enseñanza religiosa.
Entre 1947 y 1952 dirige la Acción Católica, de la cual es representante eclesiástico, y es el primer redactor y luego director de la revista Catequética y uno de los colaboradores principales de la Revista Eclesiástica Brasileña.
En 1950, en Roma, tuvo el primer contacto con Monseñor Montini, futuro papa Pablo VI, con quien articula las primeras conversaciones sobre los que será, en 1952, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB).
El día 20 de abril de 1952 fue elegido obispo auxiliar de Rio de Janeiro.
En 1955 se destaca como organizador y secretario general del XXXVI Congreso Eucarístico Internacional; en 1956 funda, en Rio, la Cruzada San Sebastián, destinada a atender a los chabolistas (favelados o habitantes de las favelas); en 1959 funda el Banco de la Providencia, para actuar junto a los más miserables.
De 1952 a 1964 ejerce el cargo de Secretario de la CNBB, promoviendo la comunión de los obispos de Brasil para mejorar la actuación de la Iglesia en la sociedad, especialmente entre los más pobres.
En 1964 es nombrado arzobispo de Olinda y Recife. Perteneció a 45 organizaciones internacionales dedicadas a los derechos humanos, la justicia y la paz. Escribió unos 20 libros, traducidos a las principales lenguas.
En la juventud, la mayoría de las personas acostumbran a ser más progresistas o de izquierdas; cuando llegan a la madurez, cambian de posición, se vuelven más equilibrados o de derechas.
La trayectoria de ‘Dom’ Helder es un poco al contrario: comienza siendo integracionista y acaba siendo “revolucionario”.
Su trabajo de aproximación a los chabolistas, aún en Rio, era de carácter más asistencialista.
Quería resolver los problemas del chabolismo llevando asistencia, recursos, condiciones de vida para los que carecían de ellas.
Más tarde se dio cuenta de que no era suficiente dar el pez, era necesario enseñar a pescar.
La convivencia con Alceu Amoroso Lima y con otros líderes del “Centro Dom Vital” le llevó a las tesis de Maritain, más tarde consagradas por el Vaticano II, en cuanto a la autonomía relativa de la sociedad civil y del Estado en relación a la Iglesia.
Finalmente el padre Lebret le abrió los ojos a la necesidad de promover el desarrollo de todo el hombre y todos los hombres, tesis adoptada más tarde por Pablo VI en la “Populorum Progressio”.
La transformación de la sociedad debe hacerse también por el propio pueblo asumiendo responsabilidades.
En ese momento cambia de estrategia.
La transición del acto de alimentar a los pobres al de preguntar por qué son pobres es el mismo movimiento que va de la “caridad” a la justicia.
‘Dom’ Helder era una encarnación viva de esa lucha por la justicia, en el marco de la Iglesia que salió del Vaticano II, de Medellín, Puebla y Santo Domingo.
‘Dom’ Helder, obispo de la “justicia”.
‘Dom’ Helder, expresión viva de la “opción por los pobres”.
Dos hecho significativos contribuyeron al cambio de posición de ‘Dom’ Helder: el golpe militar del 64, del cual él será símbolo de resistencia, y el Concilio Vaticano II, del cual es uno de los grandes articuladores.
Moviéndose como el viento dentro del Concilio, en tres momentos la presencia de ‘Dom’ Helder es fundamental; en el primero, podemos verlo articulando entre los cardenales y, con el propio Montini, la no aceptación de los esquemas preparados por la curia romana; en el segundo, es posible ver a DH aglutinando, en las reuniones de la “Domus Mariae”, que él dirigía, las principales cabezas de comisiones, que debatían los asuntos que serían aportados a las grandes comisiones.
Una gran parte del espíritu del Concilio estaba alimentándose y estructurándose en esas reuniones de la “Domus Mariae”; en el tercer momento, encontramos un grupo de obispos preocupados por el problema del Tercer Mundo, articulados por el padre misionero en Palestina, Paulo Gauthier.
Después ‘Dom’ Helder comparte este liderazgo.
Las preocupaciones de este grupo se expresan en la sala conciliar, enseguida, en la primera sesión, cuando el cardenal Lercaro hace una intervención apuntando que los pobres deberían estar en el centro de toda preocupación y de todo mensaje del Concilio.
Así se gesta la famosa “opción preferencial por los pobres”.
La creación por ‘Dom’ Helder de la CNBB y del CELAM, son los frutos de ese espíritu.
También en Medellín, ‘Dom’ Helder desempeñó un papel poco común, no sólo en la preparación sino en la redacción de los textos del documento final.
En opinión de Comblin, ‘Dom’ Helder no era un obispo administrador, tridentino, que gobierna la diócesis con el código en la mano; era un obispo del tercer milenio, un profeta cuyo palco era el mundo.
El día de su toma de posesión como obispo de Recife, no quiso ser recibido en el templo sino en la plaza pública (en paralelo con el nacimiento de Jesús en el Evangelio de Lucas), allí donde el pueblo se congrega; deseaba hacer llegar su mensaje a todos.
Fue allí donde dijo: “En el Nordeste, Cristo se llama Zé, António, Severino
… ‘ecce Homo’:¡ he aquí al Cristo, he aquí al Hombre!
El es el hombre que necesita justicia, que tiene derecho a la justicia, que merece justicia”..
‘Dom’ Helder se resistió a la dictadura militar instalada en el país en 1964; esta le persiguió, le calumnió y mató a algunos de sus colaboradores inmediatos.
Durante el gobierno Geisel, desde el Itamaraty (palacio de gobierno en Brasilia) se empeñaron en que no recibiese el premio Nobel de la Paz.
Tal vez maniobras similares expliquen, también, por qué no recibió de la curia romana el capelo cardenalicio.
Perdió el Nobel, perdió el cardenalato.
Como dice Frei Beto, ‘Dom’ Helder hubiera engrandecido tanto uno como otro.
De su relación con la policía militar, el pueblo cuenta algunas anécdotas significativas.
En cierta ocasión, la policía federal llamó a su puerta: –
Venimos a ofrecerle un equipo de seguridad.
Si usted muriera en accidente o fuera asesinado por un malvado, la culpa recaería sobre el régimen militar.
‘Dom’ Helder rechazó el favor y con seguridad respondió:
Ya tengo tres personas que cuidan de mí.
Los delegados se quedaron sorprendidos: No consta en nuestros archivos.
Nadie puede tener seguridad privada sin autorización oficial.
Denos sus nombres.
El arzobispo respondió: son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En otra ocasión, una familia pobre llamó a la puerta del arzobispo: Señor obispo, la policía se llevó a nuestro padre confundido con un bandido.
Están pegándole. ‘Dom’ Helder compareció inmediatamente en la delegación.
¡Señor obispo! -exclamó el delegado- ¿usted por aquí?
Sí -le respondió ‘Dom’ Helder- he venido a buscar a mi hermano.
¿Su hermano?
Si, está detenido aquí.
¡Es fulano!
El delegado ordenó la inmediata liberación del preso.
¡Pero, ustedes son tan diferentes -observó el delegado- en el color de la piel y en el nombre!
Sin titubear, ‘Dom’ Helder dice: Es que somos hijos del mismo Padre.
Dejó el palacio episcopal y pasó a vivir en una casita en medio del pueblo, detrás de la Iglesia de las Fronteras, para poder acoger a todo el mundo.
Durante el Concilio, escribió una carta al Papa Pablo VI aconsejando acabar con el estado Vaticano.
Proponía que el Papa hiciese una profunda reforma en la curia romana para volverla instrumento de comunión y articulación de las Iglesias locales.
Como en tiempos antiguos, el Papa volvería a habitar en la Iglesia de Santa María la Mayor, cerraría las nunciaturas en el mundo entero y se comunicaría con las Iglesias locales a través de las conferencias episcopales. Hasta su muerte esperó una respuesta que no vió.
Defensor acérrimo de los pobres, toda su actuación se guió por la búsqueda de una alternativa que superase tanto el comunismo como el capitalismo.
A causa de esa utopía, recorrió el mundo, aprendió a hablar inglés con acento nordestino y movilizó multitudes en los países desarrollados.
A causa de esa utopía, movilizó las “minorías abrahámicas”, Justicia y Paz, la no violencia, los Derechos Humanos y la Operación Esperanza.
En el final de siglo y del milenio, escuchamos un doble anuncio de la muerte de las utopías: de una parte, el optimismo científico-tecnológico (especialmente la informática y la ingeniería genética) está diciéndonos que no es ya necesario soñar: podemos realizar materialmente nuestros sueños.
De otra parte, el neoliberalismo, después de la caída del socialismo, sería la única alternativa posible.
En otras palabras: la democracia liberal en su expresión capitalista realizaría, definitivamente, las posibilidades humanas de la sociedad.
Es una cuestión de perfeccionamiento, pero no hay espacio para soñar, para la utopía.
Es en este contexto donde la figura de ‘Dom’ Helder será más añorada.
Su trayectoria de vida simboliza y sintetiza lo mejor que ocurrió en la Iglesia Católica en esta segunda mitad del siglo XX, como señala Frei Beto.
En opinión del teólogo Leonardo Boff, ‘Dom’ Helder Câmara es el mayor profeta del Tercer Mundo, incluso de toda la Iglesia Universal.
Su último sueño era llegar al “Año 2000 sin miseria” 2, eso no consiguió realizarlo.
Según el testimonio del sacerdote que lo asistía antes de morir, sus últimas palabras fueron: “não deixem cair a profecia” 3.
1 NT. Hay un juego de palabras en el original entre don, tratamiento respetuoso de la persona y don de donación. 2 NT. “Año 2000 sin miseria” es una campaña de mejora de las condiciones de los empobrecidos lanzada hace algunos años por ‘Dom’ Helder. 3 “No dejen que se vaya perdiendo la profecía”
Fuente: nacionalypopular.com
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