Por Lautaro Ortiz
Por Lautaro Ortiz
El golpe de Estado cívico, policial y militar perpetrado el mes pasado en Bolivia exige una lectura política, social y económica sobre los acontecimientos recientes en Latinoamérica, un análisis que trascienda los balbuceos teóricos. Por eso Página/12 acerca, a partir de este domingo a sus lectores, como compra opcional, una edición actualizada de Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia, uno de los ya clásicos trabajos de investigación de la escritora y periodista Stella Calloni.
“Asombra el modo en que muchos analistas niegan el rol de Estados Unidos como artífice del actual golpe”, escribe la autora en la nueva introducción en la que demuestra cómo la palabra “fraude” emitida por el secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, fue la señal esperada por Washington para sacar finalmente del poder a Evo Morales, primer presidente indígena de ese país.
El trabajo de Calloni da cuenta del manual de la colonización de América Latina emprendido por Estados Unidos junto a sus organismos de Inteligencia y afines: la CIA, la DEA, y, entre otras acciones, la recolonización del continente lanzada desde el golpe contra Lugo en 2012, la victoria de Macri en 2015, el golpe de Estado mediático, judicial y parlamentario contra Rousseff en 2016, y el gobierno de Bolsonaro en 2019. Como señala Adolfo Pérez Esquivel en el prólogo: “En este libro se desnuda la esencia de colonialismos y neocolonialismos que imperaron a lo largo del siglo XX, frustrando el proceso de la independencia, como sucede en toda América Latina”.
—¿Qué significó en el contexto político internacional la declaración de la primera república plurinacional por parte del gobierno de Evo Morales?
— Por supuesto hay otros significados importantes, pero la mayor transformación que se produjo fue la inclusión de los pueblos originarios como sujetos de derechos. Hay que considerar que en ese país existía un verdadero apartheid, como sucedía en Sudáfrica, un racismo de características brutales que se expresa en estos días, con la activa participación en el golpe producido por los segregacionistas: grupos racistas, fascistas, separatistas de Santa Cruz de la Sierra, Beni y Pando, que integran la llamada Media Luna. En la nueva Constitución, aprobada en referéndum con un 61 % de los votos en enero de 2009 y promulgada el 7 de febrero de ese año, se determinó que Bolivia se constituía en un “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías, fundadas en la pluralidad y pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico dentro del proceso integrador del país”. Esto significó una “refundación” y el comienzo del proceso de cambio de un Estado colonial y neoliberal hacia un Estado Unitario, Plurinacional Descentralizado y con Autonomías. Los pueblos originarios pasaron a ser sujetos con derechos civiles y facultades de ejercer su propia autonomía, produciendo un cambio fundamental.
—Si, pero una transformación de esa magnitud necesita tiempo…
— Claro, el camino emprendido era muy largo de recorrer porque el cambio cultural y político, la descolonización, es una tarea gigantesca, una lucha cotidiana de largo alcance. Lo que en estos días el mundo vio fue precisamente una violencia racista, despiadada y cruel por parte de los golpistas, los “cívicos”, que en realidad son paramilitares de todas las dictaduras pasadas junto con las fuerzas de seguridad.
—¿Existe un hilo conductor que enlaza los proyectos nacionalistas del MNR, en los años 50, con el MAS, o el gobierno popular de Evo Morales marcó hitos políticos y sociales de significación y alcances superadores?
—Siempre hay hilos conductores en estos tipos de experiencias. La revolución de 1952 fue un proceso extraordinario en esos momentos, expropiación de hidrocarburos, el anuncio de la Reforma Agraria, las milicias populares, y en especial la heroica lucha de los mineros que trascendió al mundo y desnudó una Bolivia oculta entre las marañas de la llamada “rosca minera”: los Patiño, Hochschild y Aramayo, los grandes barones del estaño. Sin duda que esta memoria es imborrable. Un proceso que perduró desde 1952 a 1964 y que es inevitable relacionarlo con los pasos dados por Evo Morales en varios aspectos, especialmente con las estatizaciones y las grandes movilizaciones del 2003. Así como la Revolución del 52 fue el resultado de múltiples experiencias de lucha del pueblo boliviano, el gobierno de Morales logró dar pasos gigantescos produciendo un giro de 180 grados en el devenir de la historia boliviana, en un momento político regional muy distinto al que rodeó a la revolución de 1952. Habría mucho más para profundizar.
—¿Hay diferencias a considerar entre las acciones de las elites ultraderechistas bolivianas y el comportamiento de las demás oligarquías latinoamericanas?
—Una de las diferencias claves es precisamente el problema racial que caracteriza a Bolivia, y que se expresa en otros países como un resabio amargo en nuestra región. A esto se une un fundamentalismo primitivo y de características específicas. El paso de personajes tan siniestros como Klaus Barbie, el llamado “carnicero de Lyon”, y otros nazis alemanes y croatas por la zona de Santa Cruz, dejó no sólo una marca indeleble, sino hilos y redes con los servicios de inteligencia y del narcotráfico en gran escala. En 1986 se descubrió en Huanchaca, un laboratorio para producir cocaína que estaba bajo el control nada menos que de la CIA y la DEA, que la enviaba desde allí al Comando Sur de Estados Unidos en Panamá, con destino final en La Florida, Miami. Era parte del llamado “narcogate”, cuando el coronel estadunidense Oliver North dirigía las operaciones para intercambiar drogas por armas para la contrarevolución nicaragüense, en la guerra encubierta de Estados Unidos contra la Nicaragua sandinista. Con investigar los negocios de personajes como el “cívico” Fernando “Macho” Camacho, y otros “empresarios” y la nueva “rosca” de los poderosos de Bolivia, tendríamos un cuadro de situación clarísimo de lo que son la elites bolivianas y sus relaciones políticas con gobiernos como el de Brasil, Argentina y otros considerados “legítimos” por el poderoso Mike Pompeo.
—Usted pone el acento en el largo proceso de liberación e independencia de los pueblos latinoamericanos. ¿En qué sentido las categorías de las democracias europeas de izquierdas y derechas carecen de validez analítica para comprender las luchas antiimperialistas de inspiración nacional, popular y democrática?
—Las democracias europeas difícilmente puedan comprender las luchas antimperialistas de nuestra región, porque, de hecho, no consideran el tema de la dependencia de Estados Unidos que marca nuestras relaciones desde fines del siglo XIX, a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI. Es muy difícil, si no imposible, establecer un proceso democrático profundo en nuestra región en condiciones de dependencia. Por esta misma razón el proyecto de integración que había avanzado, hasta llegar en 2011 a establecer la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas, tenía una impronta emancipatoria tendiente a la independencia definitiva. Después de que el presidente Donald Trump asegurara en un discurso que en estos momentos estaban aplicando en América Latina la Doctrina Monroe de 1823, colonialista por excelencia, nadie puede dudar de que estamos bajo una guerra contrainsurgente con un proyecto geoestratégico de recolonización de nuestra región. El golpe en Bolivia, como los otros golpes que hemos sufrido en los últimos tiempos, es parte de ese proyecto. El neoliberalismo es un instrumento para debilitar los estados nacionales.
—Si es cierto que la fortaleza del gobierno bolivariano de Maduro en Venezuela se centraría en el apoyo de sus fuerzas armadas ¿por qué el gobierno de Morales encontró precisamente en las fuerzas de seguridad y el ejército los artífices fácticos del golpe?
—La historia de ambos países tiene algunos elementos en común, aunque hay diferencias sustanciales. En primer lugar, el surgimiento del teniente coronel Hugo Chávez Frías en Venezuela en 1992 al frente de un alzamiento cívico militar y que llegaría a presidente en las elecciones de 1998, representa una situación distinta, ya desde entonces se consolida un sector de las Fuerzas Armadas patrióticas, tal como se reconocen. Luego, bajo el liderazgo de Chávez, se conformarían como las Fuerzas Armadas Boliviarianas, que no sólo lo acompañaron sino que enfrentaron el golpe asesorado y financiado por Estados Unidos (junto a empresarios venezolanos y algunos militares), que se produjo el 11 de abril de 2002. Fue una alianza del pueblo en las calles y las fuerzas armadas leales la que derrotó el golpe en poco más de 48 horas. En cambio, en Bolivia la injerencia de Estados Unidos –como lo demuestro en el libro– era tan profunda que tenía su mayor nivel de infiltración en las fuerzas policiales, y por supuesto, también en el ejército. El presidente Morales si bien expulsó a la DEA, luego a la CIA y al embajador Philip Goldberg a fines de 2008 (por su participación en el golpe en septiembre de ese año), enfrentaba la permanente acción de la embajada estadounidense, como pueden verse documentadamente en el libro. La llegada al poder de Macri, y luego de Temer -mediante el golpe contra Rousseff- sumado luego al triunfo de Bolsonaro, y sin olvidar la presencia de Piñera en Chile, facilitó el entrismo en sectores militares bolivianos y también el ingreso de fuerzas “especiales” y armas a través de las fronteras permeables de estos tres países, y también de Paraguay. Este fue el gran impulso para el golpe que ya estaba preparado como se vio en las maniobras preelectorales de la OEA, el Congreso norteamericano y otros organismos.
—¿Cómo analiza el futuro político inmediato en Bolivia tras el golpe?
—Es muy complejo. Ya no existe ninguna seguridad para realizar elecciones libres. El secretario de estado norteamericano Mike Pompeo ha dicho con claridad que sólo reconocerá a gobiernos que ellos consideren “legítimos”. Es decir, como el de la autoproclamada presidenta surgida del golpe en Bolivia, el "legítimo" presidente autoproclamado de Venezuela Juan Guaidó, y todo gobierno que responda a sus intereses en la región. Incluso va a proteger a aquellos mandatarios que sean “amenazados” por protestas populares justas como sucede en varios países de América Latina, apoyando de esta manera las represiones brutales que se están produciendo en el continente. Si ganara el MAS en Bolivia en esas elecciones que se realizarán con una pistola en la cabeza de los ciudadanos, ¿sería reconocido el triunfo, si hasta ahora sostienen que no ganó Morales?
—¿Qué tipo de peligro representa hoy para Estados Unidos la figura de Evo?
—El liderazgo de Morales, como el de Álvaro García Linera, y el equipo de gobierno, siempre serán considerado como “un peligro para la Seguridad de Estados Unidos”, un eufemismo utilizado para perseguir a todos aquellos que se “atreven” a desafiar sus intereses, a los que se convirtieron en los últimos tiempos en los verdaderos líderes de un proceso emancipatorio que será inevitable. Lo más importante de este difícil período, es el desenmascaramiento imperial. Ya no hay más disfraces en este contexto.
Fuente: Página 12
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