Por Raúl Dellatorre
Antes de que sea demasiado tarde
(Por Raúl Dellatorre) Más allá de los balances estadísticos, en cuanto a pérdida del PBI; aumento de la deuda, pérdida de empleos, inflación acumulada, pérdida del valor de la moneda y del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, escalada de las tasas de interés, aumento del riesgo país, cierre de empresas y otros resultados nefastos de un modelo neoliberal que nos dejó nuevamente en manos del FMI, un enfoque diferente del diagnóstico de situación podría plantearse a partir de pensar qué se debe hacer para salir de este pozo y qué es posible recuperar. Y qué no.
Primero que nada, considerar que para la salida de esta catástrofe no es posible pensar en el mediano y largo plazo sin atender las urgencias, salvo que se asuma el costo de seguir dejando víctimas en el camino. Y la mejor forma de atender la urgencia es poder generar un shock de demanda, producción y empleo, en una combinación acompasada de forma tal que no provoque un shock inflacionario por demanda excesiva,ni una crisis de sobreproducción por escasez de demanda. Todavía, hoy, las condiciones están para generar ese shock, mientras exista miles de empresas que trabajan a la mitad o menos de su capacidad productiva, y haya trabajadores inactivos o medianamente ocupados dispuestos a trabajar. Por eso es importante que el cambio de política se produzca cuanto antes: para que las empresas hoy inactivas no desaparezcan, y para que los trabajadores no pierdan sus capacidades técnicas o profesionales.
Más producción con mejores salarios, para empezar a mover nuevamente la rueda del consumo y la demanda. Y el Estado para regular el proceso, que necesariamente será de emergencia en la primera etapa. Un Estado que, además, deberá atender con asistencialismo a quienes no se reintegren desde un primer momento al ciclo productivo.
Un Estado que también planifique. Haga el seguimiento de los procesos productivos –no son más de 14 o 15 las cadenas productivas principales que hay que seguir--, atienda la necesidad de abastecer algún insumo crítico faltante y monitoree los precios para que la demanda pueda esperar a la oferta si ésta llega tarde, y viceversa. Evitar los abusos, y cuando ocurren, reprimirlos. Sería bueno que un día la represión signifique el castigo a aquel que abusa de su posición dominante y no palo y balazos a los que reclaman por sus derechos.
Hay un rol adicional que el Estado podría cumplir desde el primer momento del proceso de emergencia, y es el de demandante planificado de bienes de consumo masivo. Esto quiere decir, no intervenir con sobre demanda un mercado que está abasteciendo en forma más o menos equilibrada a particulares, sino en aquella producción que se quiere alentar aún cuando no tenga demanda en un primer momento. Y utilizar esa demanda, por un lado, para alimentar, vestir o aplicar a las necesidades que sean de una población que no esté aún en condiciones de acceder a comprarlos por sí mismo. Y a la vez, esa demanda garantizada le sirva al productor o fabricante para planificar un ciclo de producción y prefinanciarse, en el que ya no tiene que preocuparse por salir a competir para ver si logra colocar sus productos. Sería muy saludable tener un Estado que cumpla ese rol. Es el mismo modelo que utilizó el gobierno de Lula (Brasil) para abastecer a millones de hogares, financiando la producción de cientos de miles de productores.
¿Todo ello aumentará el déficit público? No necesariamente, si se revisan las fuentes de ingresos y se analiza cómo se modifican cuando se pasa de una economía en cruda recesión a otra de rápida recuperación. Y si aún así persiste el déficit, habrá que explicarle a muchos que esa enfermedad no es tan grave como hoy la cuentan. NI es responsable de la inflación, el endeudamiento y otras calamidades de las cuales el gobierno actual es tan propenso a culpar al déficit y el gasto público.
¿Y los recursos financieros necesarios? No hay que olvidar que todavía existe en Argentina un sistema bancario, una fuerte estructura financiera que se manejó de espaldas al país y a la producción durante todos estos años, que de algún modo hay que recuperar y poner otra vez al servicio de la inversión productiva, y no de las bicicletas. Es momento de empezar a desempolvar los proyectos de reforma del Sistema Financiero e ir diseñando las medidas que podrían ayudar en la emergencia. Siempre se suele decir que estas cosas deben hacerse con cuidado, respetando las leyes y humores del mercado. Quizás haya llegado el momento de faltarles un poco el respeto, después de recibir tantos atropellos de su parte. Las necesidades de la emergencia pueden ser una buena excusa.
Del mismo modo, y en forma acoplada a lo recién señalado, está claro que en semejante cuadro de necesidades urgentes, la deuda deberá ceder su lugar de privilegio en la economía. No será sometiendo todos los esfuerzos al cumplimiento de los compromisos financieros que se saldrá del pozo en el que nos encontramos, sino recurriendo, como mínimo, a una reestructuración de los vencimientos inmediatos.
Mientras tanto, habrá que ir planificando un modelo de desarrollo económico y social del país en el que todas las regiones estén integradas, se aliente el arraigo de las poblaciones en cada zona del territorio nacional con posibilidades y garantía de crecimiento personal. Hay proyectos muy interesantes al respecto que siguen desatendidos.
Y no podrá olvidarse en ningún momento la cuestión cultural, en relación a los temas económicos. La batalla cultural en torno al modelo social de desarrollo lleva décadas de atraso, e indudablemente se ha retrasado aún más en estos años. La cultura del dólar, la cultura de vivir de la renta financiera, el desprecio mil veces mayor por el que roba una billetera en la calle que por el que roba cientos de miles de billeteras con la especulación financiera y los beneficios que le ofrece el Banco Central para colocarla en una cuenta off-shore, es el sello de impunidad más lacerante que tiene la economía argentina. Es un trabajo de largo plazo pero necesario desde el primer momento, para que no se termine tirando todo esfuerzo por la borda. Una sociedad con conciencia social difícilmente caiga en retrocesos o entregas como las de estos años.
Pymes, trabajadores, organizaciones sociales, universidades, centros de investigación, dirigentes comunales y de organizaciones barriales son el eje fundamental para movilizar un plan de estas
características. Que busque dar las respuestas y no se quede en echarle la culpa a la herencia de estos tres (cuatro con 2019) años nefastos.
A estos tres años de modelo depredador todavía le falta un cuarto para completar el mandato. Es mucho en términos de capacidad de destrucción que todavía le queda por delante. Es poco si se piensa como período para planificar una salida urgente. Por lo inevitable de lo primero, es necesario ponerse ya a pensar en lo segundo. Antes que sea demasiado tarde.
(*)Editor General de Motor Económico. Lic. en Economía/ Editor Página 12 Nota especial realizada para Motor de Ideas cuyo eje es #TresAñosNeoliberales
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