Por Mariana Vazquez / Foto Mai Zárate.
Acuerdo entre el MERCOSUR /Unión Europea, el proyecto nacional y la geopolítica de la integración regional
( Por Mariana Vazquez (* ) ) La evaluación de un acuerdo como el anunciado requiere prestar atención a múltiples dimensiones, que brevemente desarrollaremos aquí. Antes de ello, nos gustaría señalar tres cuestiones. En primer lugar, qué abarcan este tipo de negociaciones. Se trata de acuerdos de “nueva generación”, que contemplan un espectro de temas mucho más amplio que el del comercio de bienes. La negociación entre el MERCOSUR y la Unión Europea implica dieciséis áreas en negociación que tratan entre otras, además del comercio de bienes, cuestiones como compras públicas, propiedad intelectual, servicios.
Este tipo de acuerdo tiene un impacto sobre diversos aspectos socioeconómicos del país y sobre su soberanía regulatoria, es decir, fundamentalmente, sobre su capacidad y sus instrumentos para promover el desarrollo económico. En segundo lugar, es preciso considerar que se trata de un acuerdo entre dos partes con importantes asimetrías en su nivel de desarrollo. Un acuerdo no es en sí mismo bueno o malo, pero un acuerdo simétrico entre bloques asimétricos sólo trae perjuicios a la parte de menor desarrollo relativo.
Y la historia de esta negociación es la historia de veinte años en los cuales la Unión Europea se negó sistemáticamente a dar un trato especial y diferenciado al MERCOSUR. Estas condiciones eran inaceptables para la República Argentina, hasta diciembre de 2015. En tercer lugar, es preciso aclarar que, al momento, estamos haciendo referencia a un acuerdo político que aún requiere cumplir con ciertos requisitos para ser firmado, como su revisión legal y su traducción a los diversos idiomas oficiales. Luego, deberá transitar un camino de ratificación parlamentaria.
Sin embargo, y a pesar de saber que se trata de un anuncio de corte electoral, no debe subestimarse. La República Argentina, y el MERCOSUR, avanzaron en concesiones en las que nunca se había avanzado, y que tienen consecuencias gravísimas para el país y para la región. El hecho de que el país haya asumido esos compromisos condiciona cualquier cambio de posición de un futuro gobierno de signo político diferente. Las presiones para sostener el acuerdo no serán pocas, incluso de los propios socios del MERCOSUR. La experiencia internacional de acuerdos asimétricos de estas características también nos muestra la existencia de esas presiones que han llevado en muchos casos a implementaciones “provisionales”, en ausencia de ratificación parlamentaria. En la evaluación debemos considerar los impactos nacionales y una dimensión que denominamos “de proyecto regional”. En cuanto a las consecuencias en nuestro país, nuevamente, es preciso evaluar varias cuestiones. En primer lugar, el área de comercio de bienes. En 2013 la Cancillería Argentina, durante la gestión de Carlos Bianco como responsable de esta negociación, hizo un estudio de impacto. El resultado era contundente: un solo ganador, la Unión Europea.
En el caso de Argentina, el impacto asimétrico tendría una doble causa que daría como resultado una caída de las exportaciones totales. Si bien las preferencias que otorgaría el acuerdo permitirían incrementar las exportaciones a la Unión Europea, al mismo tiempo se erosionarían las preferencias actualmente existentes en el MERCOSUR, lo que llevaría a una caída de las exportaciones a Brasil. A ello se sumaría una caída de las exportaciones al resto del mundo como consecuencia del reacomodamiento de los flujos de comercio mundial.
Esto se vería acompañado de un fuerte incremento de las importaciones argentinas provenientes de la Unión Europea. A esto hay que agregar una cuestión central: el impacto cualitativo. Este acuerdo llevaría a una fuerte reprimarización de las exportaciones argentinas, con la caída de las ventas de productos industriales de mayor valor agregado y contenido tecnológico, hoy un componente importante de las exportaciones a la región. El resumen del acuerdo que hizo público la Unión Europea, en los términos que fueron acordados, confirmaría este escenario. El MERCOSUR aceptó liberalizar el 91% de su comercio bilateral con la Unión Europea en un período que para la gran mayoría de sus productos será sólo de diez años. Informalmente sabemos que la cobertura argentina sería de un porcentaje aún mayor.
En segundo lugar, la República Argentina renunciaría a instrumentos clave para implementar políticas de desarrollo. A modo de ejemplo: renunció a la aplicación de derechos de exportación; renunció al empleo de licencias no automáticas de importación; renunció a que el Estado intervenga en la certificación de las exportaciones; dio acceso a la Unión Europea en las licitaciones de compras gubernamentales con trato nacional, etc. La renuncia a la soberanía regulatoria en términos tan asimétricos es gravísima. A cambio de nada.
El acuerdo, en los términos que ya se hicieron públicos por la Unión Europea, con las características que mencionamos, profundiza la relación asimétrica entre los bloques, consolidando la tradicional inserción argentina como proveedora de materias primas y alimentos e importadora de manufacturas con mayor valor agregado y contenido tecnológico, con un impacto negativo sobre las posibilidades de industrialización y de generar empleo de calidad, incrementando las desigualdades en la distribución del ingreso y la exclusión.
Ahora bien, en este análisis nos parece central también considerar la dimensión de proyecto regional detrás del acuerdo. Se trata de una renuncia a una Sudamérica como polo de poder capaz de irradiar hacia toda América Latina y el Caribe, con autonomía para llevar adelante un proyecto de desarrollo común que sea capaz de generar capacidades productivas y tecnológicas endógenas y de garantizar una mayor autonomía política en el escenario internacional. Este acuerdo, de implementarse, implicaría un golpe de muerte a ese proyecto. Las consecuencias son mucho más profundas, mucho más estructurantes y de mucho más largo plazo que las ya graves consecuencias en el plano nacional.
Por último, en un escenario de reconfiguración de las relaciones de poder a nivel mundial, el MERCOSUR no sólo consolidaría una inserción periférica y dependiente en la economía internacional, sino que además fortalecería una relación dependiente con respecto a una región del mundo que claramente está perdiendo exponencialmente su dinamismo. La historia parecería repetirse como tragedia, exponiendo no sólo los intereses económicos y geopolíticos en juego en este acuerdo, que son muchos y muy importantes, sino también la magnitud de la colonización cultural que está detrás de su firma.
Tanto en el plano nacional, como en el regional y geopolítico, no hay nada para celebrar.
(*) Politóloga de la Universidad de Buenos Aires. Profesora regular de integración regiona comparada en la misma casa. También es profesora de la Universidad Nacional de Avellaneda e investigadora de la Universidad Nacional de Lanús. Entre 2003 y 2013 desempeñó diversas funciones en el gobierno nacional, en las áreas de integración regional, particularmente en la Cancillería Argentina. Entre 2013 y 2016 fue coordinadora de la Unidad de Apoyo a la Participación Social en el MERCOSUR.
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