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Soberanía alimentaria y comunidad organizada
Es imprescindible y urgente cambiar la estructura de producción, distribución y destino de los alimentos; privilegiando el consumo sano que satisfaga las necesidades en términos de calidad nutritiva y cantidad, a precios justos e ingresos dignos para todos y todas
( Por Carlos Cleri ) En el año 2020, Mario Cafiero, Presidente del Instituto Nacional del Asociativismo y Economía Social (INAES), convocó a las comunidades a construir Mesas del Asociativismo y la Economía Social (MAYES) con el objeto de aunar esfuerzos en función de la reproducción de la vida, el buen vivir y el bien común. La propuesta fue sostenida por el Presidente actual del Instituto, Alexandre Roig, creando una Unidad de Vinculación MAYES. A pesar de la pandemia y la cultura individualista imperante, funcionan actualmente alrededor de 140 nodos asentados en 200 municipios que agrupan a más de 3000 cooperativas, mutuales, sindicatos, federaciones, confederaciones, clubes, asociaciones civiles, organizaciones sociales, universidades y una diversidad de fuerzas vivas; constituyendo una activa red federal de intercambio de saberes que fortalecen el entramado de la economía social solidaria y popular en articulación con los diversos órganos gubernamentales que reconocen la virtud del diálogo con una Comunidad Organizada.
Los temas de atención se repiten en las Mesas: género, alimentos, valoración de residuos, economía del cuidado, vivienda y hábitat, arte y cultura.
La soberanía alimentaria es un tema sensible para el “granero del mundo”. En un “país que produce alimentos para 400 millones de personas” hay argentinos y argentinas que están sub o mal alimentados. Argentina explotó mal su principal combinación de ventajas comparativas: tierra, agua, clima y trabajadorxs. La razón es la carencia de control soberano del complejo alimenticio.
El “Modelo Agroexportador” creció al influjo del imperio británico para producir en función del interés de la metrópolis y no para alimentar a lxs argentinxs. Los terratenientes, propietarios de tierras arrebatadas a los pueblos originarios, ingresaban rentas voluminosas sólo preocupándose por producir y entregar el resultante a “traficantes de granos”[1]. La “revolución verde” obligó a una recomposición que dio entrada al modelo de “Agronegocios” donde viejos figurantes comparten escenario con corporaciones de agroquímicos y semillas transgénicas y pools de siembra.
Este modelo, orientado por la codicia, concentró la producción (monocultivo, pérdida de productores y trabajadores rurales), pone en peligro la sostenibilidad ambiental (falta de rotación; malezas más resistentes; nubes, napas, suelos, urbanizaciones, productos y personas son lentamente envenenadxs) y orientada, mayormente, a alimentar animales. Triste paradoja que a la Argentina le sobren alimentos y le falten a gran parte de sus ciudadanos, que lxs productorxs perciban menos de la quinta parte de lo que paga el consumidor y que se consuman ultraprocesados (bebidas azucaradas, precocinados, bollería industrial, carnes procesadas, galletas, lácteos azucarados, postres, dulces, cereales refinados, pizzas, nuggets, snacks, etc.) que dañan la salud.
El Estado debe articular con las comunidades, escuchar, alentar contener, facilitar, proponer, conducir, respetando las culturas territoriales originales. En este sentido, la Mesa de Articulación Interministerial/Acercar Alimentos, inspirado por la Jefatura de Gabinete que aúna a los Ministerios de Interior, Agricultura Ganadería y Pesca, Desarrollo Productivo y Desarrollo Social, INTA, SENASA, INAES, INASE y el Consejo de Coordinación de Políticas Sociales ha sido un avance notorio. Pero no alcanza con coordinar ideas, falta romper con resabios autonómicos egoístas para lograr la confluencia de planes, programas y recursos aislados y dispersos.
Otro mercado es posible, que debe surgir de la confluencia de las comunidades y el Estado (municipios, provincia, nación) donde:
- Los precios de los alimentos se desenganchen de los valores internacionales y se sustituyan importaciones de insumos.
*Se elimine la intermediación parásita y especulativa.
*Todo lo que pueda ser producido/elaborado localmente debe serlo y lo que no, construirse, corredores de excedentes y faltantes de la Economía Social Solidaria y Popular (ESSYP), eliminando el costoso tránsito que provoca la concentración.
*Se integre el entramado productivo con equidad y participación de las economías regionales a partir de la compensación de sus respectivos aportes registrados con sistemas blockchain.
*Se asegure el financiamiento para manipulación, frío, industrialización, empaque y logística.
*Se popularicen tecnologías de producción de forrajes en zonas desérticas, de altura o con fríos intensos o cambios de temperatura (hidroponia, huertos subterráneos, sayaris y walipinis, …).
*Con cero desperdicios por vía de la deshidratación, producción de energías renovables y fertilizantes (economía circular).
*Se instrumenten sistemas de compras públicas de alimentos a productores de la ESSYP. Se arbitren programas de sensibilización y formación de los actores.
*Y se cuide la salud de la población y preserve la casa común controlando el uso de agroquímicos y fertilizantes depredadores.
El Espacio Intermesa “Hacia la Soberanía Alimentaria” ha sistematizado la experiencia sobre el tema, encontrando como modelo más virtuoso el enlace entre: a) consumidores; b) comercios de cercanía (ferias, almacenes, bolsones, nodos, comercio electrónico, etc.); c) proveedurías/mutuales (claves para operar en escala las funciones de almacenaje, empaque, distribución, logística y financiamiento); d) suministradores locales y de los corredores largos de la agricultura familiar, campesina, indígena y productores de las economías regionales, pymes, cooperativas y recuperadas manufactureras; e) otros proveedores ineludibles de bienes y servicios y las universidades y centros científicos y tecnológicos aportantes de saberes. No alcanzan las promesas y no es una cuestión de satisfacer necesidades por la vía del asistencialismo sino a través de políticas activas que promuevan la producción y el trabajo formal. Otro mercado es posible, un mercado que asegure el buen vivir.
[1] Los traficantes de Granos, Dan Morgan, Editorial Abril, 1979.
(*) ExSubsecretario de Comercio Exterior y ExJefe de Gabinete en el Ministerio de Economía, actualmente se desempeña en el INAES como Coordinador de la Unidad de Vinculación con las MAYES.
Fuente: Ámbito
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