Agenda 2020
“En la firma de acuerdos que tienen estas características, lo que se consolida es un modelo de producción primaria, extractiva.”
El viernes 8 de mayo desde Agenda 2020, entrevistamos a Mariana Vázquez respecto a la posición argentina en las negociaciones sobre los tratados de libre comercio y qué modelo de integración debería adoptar nuestro país.
Mariana es profesora de la UBA/UNDAV, especialista en Política Internacional e Integración Regional. Entre 2013 y 2016 ocupó el cargo de Coordinadora en la Unidad de Apoyo a la Participación Social del MERCOSUR.
NF: En un contexto en el cual se han interrumpido las cadenas globales de valor, y de acuerdo con el informe de la CEPAL, la pandemia va a traer como consecuencia la mayor crisis económica en la región. Esto agrava la situación a nivel Nacional, que ya desde la gestión de Juntos por el Cambio viene sufriendo el deterioro de nuestra industria, la pérdida de empleo y la profundización de la pobreza. El gobierno nacional de Alberto Fernández decide prestar especial atención a los mecanismos de integración económica con el mundo, como son los tratados de libre comercio (TLCs) ¿Por qué ahora? Pero para que todos entendamos ¿Cómo nacen este tipo de acuerdos, en qué contexto y cuáles son sus principales características?
MV: ¡Qué pregunta! Creo que hay muchas causas, pero para favorecer la discusión que vendrá después sobre la situación del Mercosur y la decisión del gobierno argentino de cuestionar el relacionamiento externo del Mercosur; con relación a comprender cómo nacen estos acuerdos me gustaría destacar 3 clases de elementos. Por un lado, transformaciones profundas que se dan el sistema capitalista vinculadas a cambios tecnológicos. En segundo lugar, cuestiones más sistémicas, que tienen que ver con el funcionamiento del sistema multilateral de comercio y su capacidad o no, para administrar las relaciones de poder cambiantes que se van dando de los últimos lustres. En tercer lugar, algo que me parece particularmente relevante destacar en esta etapa, son cuestiones que tienen que ver con el sistema de creencias.
Con relación al primer elemento, se ha estudiado mucho que los cambios tecnológicos han llevado a una fragmentación de los procesos productivos. Es decir, sin los saltos tecnológicos que han tenido lugar hace tiempo no estaríamos hablando de esto en este momento. La fragmentación de los procesos productivos tiene que ver con una localización de las distintas cadenas de los distintos elementos de un proceso productivo en diversos territorios. En una desterritorialización del proceso productivo de alguna manera, en lo que hoy podríamos llamar las cadenas globales o regionales de valor, que está protagonizada fundamentalmente por las empresas transnacionales. Cuál sería el escenario ideal para la acumulación del capital, para estas grandes protagonistas del sistema económico mundial que son las empresas transnacionales y su búsqueda permanente de ganancia. El escenario ideal sería, por un lado, esta fragmentación, en la medida que se pueden ubicar los distintos momentos del proceso productivo, según que pueda ofrecer cada territorio en interés de la empresa, sin nadie que medie en este proceso o sea que se rija solamente por las leyes de mercado. Los bienes y los insumos tienen que circular, entonces el escenario ideal es un escenario de liberalización. Desde ese punto de vista, estos acuerdos de libre comercio son “la biblia”; aquello que da la garantía jurídica a estas empresas de que esos escenarios se pueden concretar y además con cierto nivel de certidumbre en el tiempo, de previsibilidad en el tiempo. Pero en la realidad, hay pujas entre las empresas y entre los estados, pujas de diversos tipos y por supuesto una tensión muy fuerte, secular casi, entre estas necesidades de la acumulación del capital y la democracia. Entre estas necesidades de la acumulación del capital y los derechos, el derecho a la vida misma incluso. Porque en el escenario ideal, esos derechos están mercantilizados, el derecho a la salud, a la educación, al agua, a la tierra, etc. El primer elemento para explicar estos acuerdos tiene que ver con estas transformaciones y con estas necesidades propias del momento actual de la lógica de acumulación del capital, que se da de manera mucho más brutal, mucho más explícita en la periferia del sistema. Eso es importante porque nosotros somos periferia. Por supuesto que tenemos que leer las discusiones del norte sobre los beneficios y perjuicios de los acuerdos de libre comercio, pero no podemos mirar solo con esas anteojeras porque no tiene que ver con nuestra realidad. Los TLCs siempre tienen sentido si lo vemos desde una perspectiva situada en la periferia que es la nuestra, la de nuestra realidad.
El segundo conjunto de elementos, son los sistémicos y tienen que ver con la incapacidad del sistema multilateral de comercio, de dar respuesta a estas necesidades a la lógica de acumulación de capital. Si bien está claro que las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) son favorables a los países más desarrollados, hay posibilidades de resistencia por parte de los países en desarrollo, de bloquear, de no dar consenso, de construir alianzas. A modo de ejemplo durante el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Argentina promovió en la OMC la creación del grupo defensores de la industria, que no existía. En una lógica de voracidad del capital, del despliegue de estas empresas internacionales y este momento del capitalismo, incluso las parálisis de la ronda de Doha, el fracaso abrumador a partir de 2008 y antes, dan lugar a que las economías más desarrolladas buscan otras alternativas y los TLCs son esas estrategias alternativas. Los TLCs fueron lo que primó en nuestra región como estrategia de los países desarrollados ante el fracaso de las propuestas multilaterales, el ejemplo más claro es el de EE. UU. Después del fracaso de su propuesta del Área de libre comercio de las Américas (ALCA) en Mar del Plata en noviembre de 2005, se desarrolla una estrategia de acuerdos bilaterales que firman todos los países de América Latina excepto los países del Mercosur, Venezuela y Bolivia, es muy importante remarcar esto. Todos los países de Latinoamérica y el Caribe firman entre mediados de los noventa y los primeros 5 años de los 2000, acuerdos de libre comercio con la UE y con EE. UU. Una vez fracasada la propuesta hemisférica se avanzó con la estrategia de negociación bilateral. En estas negociaciones, la asimetría de poder es brutal. La asimetría económica y fundamentalmente la asimetría de poder de negociación. Conozco gente que ha participado en las negociaciones de algunos países Andinos que cuentan que en muchos casos el texto del acuerdo no estaba sujeto a ninguna modificación. Siempre hay que explicar caso por caso cuales son los actores domésticos que sostienen esos acuerdos. Los poderes fácticos locales de cada país que deciden firmar un acuerdo tan asimétrico y perjudicial para la mayoría de la población. Entonces es importante remarcar que el Mercosur, ahí incluyo a Venezuela que está ilegalmente suspendida y Bolivia es actualmente lo que yo llamo una geografía en resistencia en relación con los acuerdos de libre comercio. No creo que sea conspirativo pensar que todos los procesos de desestabilización que hubo, el golpe en Paraguay, el golpe en Brasil, el golpe en Bolivia; todos estos procesos de desestabilización, sin ser determinista, también tuvieron que ver con reordenar y reorientar esos países a una lógica de la cual se resistían. Estoy hablando de un mundo antes de Trump, estos acuerdos no surgieron hoy, surgieron en un mundo previo, más “liberal”.
El tercer elemento, el sistema de creencias. Después del fin de la Guerra Fría, en la etapa que en un momento denominamos “pensamiento único” donde el camino del libre comercio era presentado como el único escenario posible, deseable, hasta democrático (existe una asociación entre libre mercado y democracia que me voy a morir sin entender). América Latina tiene una experiencia de 25 de acuerdos de libre comercio, desde 1994 que entró en vigor el NAFTA (TLCAN). Sin embargo, hoy los argumentos para la propaganda de estos acuerdos de libre comercio son los mismos. El liberalismo económico plantea que la ideología está en los que piensan diferente, siempre está del lado de los que planteamos que es importante la presencia del Estado, de los denominados proteccionistas. Pero realmente la sobre-ideologización del liberalismo económico, ha hecho un daño tan grande. Porque contra toda evidencia empírica que demuestra que son perjudiciales se sigue manteniendo el rumbo casi como un dogma, después de 25 años de acuerdos ya está probado que son perjudiciales. El liberalismo económico, está conduciendo un barco que se sabe que va a chocar con un iceberg, toda la evidencia dice que va a chocar y siguen yendo hacia ahí y vendiendo que es el mejor de los mundos. Me parece que la cuestión del sistema de creencias en esta etapa de posverdad no es menor. La evidencia empírica parece que no valiera nada y hoy ya la tenemos, cuando Salinas de Gortari firma el NAFTA y los gobiernos que promovieron estos acuerdos en Perú en Colombia, etc. No estaba definido si iban a cumplirse esas promesas o no. Pero hoy ya sabemos que no.
Las características de los TLCs de los que vamos a hablar son los que hoy están en los primeros lugares de la lista del relacionamiento externo del MERCOSUR, a discutir para la Argentina. Son acuerdos de nueva generación, quiere decir que no son acuerdos solamente de temas tradicionalmente comerciales. Incluyen muchos otros temas, los nuevos temas de comercio internacional, que tienen que ver con cuestiones que hacen al poder regulatorio de los Estados, a los instrumentos que tienen los Estados para promover políticas soberanas de desarrollo. Se incluyen en estos acuerdos, compras públicas, temas de servicios y propiedad intelectual, exigencias para las inversiones extranjeras que se radican en el territorio nacional. No estamos hablando en absoluto solamente de comercio de bienes, que ya sería importante. En un acuerdo como con el de la Unión Europea (UE), ya es perjudicial sólo con el comercio de bienes. Pero los acuerdos de nueva generación son mucho más que eso, son casi un camino de ida hacia el subdesarrollo eterno. Obturan la capacidad de un Estado, de su sociedad y de su democracia Una sociedad puede votar si quiere un proyecto de desarrollo con inclusión y estos acuerdos internacionales hacen mucho más difícil ese camino, hacen mucho más difícil el ejercicio de la voluntad popular en el momento que la voluntad popular tenga esa intención.
NF: ¿Cuáles son las consecuencias más relevantes de firmar este tipo de acuerdos asimétricos con países desarrollados? ¿Según tu punto de vista cuales fueron los motivos de reinsertar este modelo de integración durante la presidencia de Macri?
MV: Sigamos con la caracterización de estos acuerdos porque me sirve para responder tu pregunta. No sólo los acuerdos de nueva generación, sino que todos son acuerdos asimétricos. Acá tenemos dos caminos, podemos decir que todo acuerdo es malo y en términos absolutos es probable; pero a mí me gusta hablar siempre desde la responsabilidad de quienes formamos parte de un proyecto político que tiene que eventualmente gobernar un país. Yo no tengo responsabilidades institucionales en este momento, pero si formo parte de un proyecto que tiene vocación de gobierno. Ahí tenés que tomar otras decisiones con otros condicionamientos y a partir de otros planteos. Argentina tiene prácticamente libre comercio pleno con Sudamérica o con casi toda Sudamérica. Mas allá de las particularidades de cada país y de cada relación bilateral estamos hablando de países con niveles de desarrollos similares, simplificando. Entonces podemos decir que esos acuerdos no son asimétricos. Cuando yo me refiero a acuerdos asimétricos me refiero a uno como el que México firmó con la UE. Como el que Perú firmó con EE. UU. y como el que el MERCOSUR está negociando con Corea. El acuerdo que Macri cerró con la UE también. Estos son acuerdos asimétricos en el tamaño de la economía, en las estructuras productivas, en la capacidad que tienen los Estados. Entonces estamos hablando de este tipo de acuerdos y de los que yo voy a hablar en términos de consecuencias. Voy a tomar los planteos que hace un trabajo sobre el balance de los 25 años de acuerdos en los países de Latinoamérica y el Caribe, desde el TLCAN del 94′ hasta el año pasado. El estudio analiza muchas de las promesas que hicieron los distintos actores, desde coaliciones de empresarios locales, pasando por los gobiernos y los organismos internacionales como el BID promoviendo las bondades de estos acuerdos. Promesas que fueron todas incumplidas. En síntesis, no se pueden defender los acuerdos con los mismos argumentos del año 94 o del año 2000. Si alguien lo hace habrá que salir a discutir porque el poder de daño de llevar adelante estas políticas es muy grande. Algunas de estas promesas son por ejemplo que se iba a promover una diversificación de las exportaciones y de la estructura productiva, absolutamente falso. En todos y cada uno de estos países se consolidaron y profundizaron los patrones de comercio internacional basados en productos primarios, en la extracción. El mismo patrón histórico pero agravado porque se profundiza, porque se fortalecen las coaliciones domésticas, los sectores beneficiados por estos acuerdos, que, por supuesto los hay en cada país, que tienen cada vez más poder gracias a estos acuerdos. No hubo un cambio de patrón del comercio internacional de los países que firman estos acuerdos, es más se profundizo de una manera grave. La promesa que iba a entrar inversión extranjera directa, habría que verlo caso por caso, pero la pregunta es ¿inversión para seguir fortaleciendo a estos sectores? ¿Inversión a la que se le pueden aplicar requisitos de desempeño; es decir que tengan cadena de proveedores locales, que contraten empleo local etc.? No, porque eso está prohibido por los acuerdos. ¿Aumento del empleo? a veces si, a veces no, pero qué empleo ¿El fortalecimiento de una competitividad-salario? es decir ¿Competimos con otros salarios más bajos y menos derechos? En el trabajo que mencioné con anterioridad, señala que, en el norte de México, no se cumple con la ley federal del trabajo, eso es parte de la negociación, de hecho, o de derecho. En los países como el nuestro, parte de los sectores que generan mayor empleo, serían destruidos con los acuerdos de este tipo. Que estos acuerdos van a promover mayor cooperación al desarrollo no existe, es letra muerta. Esos capítulos de cooperación son letra muerta. Esto me trae un recuerdo, en el año 2006 participaba en negociaciones del gobierno argentino del capítulo de cooperación del acuerdo MERCOSUR-UE y era un diálogo de sordos. Ya teníamos gobiernos populares en el MERCOSUR, planteábamos que queríamos cooperación para financiar proyectos de integración productiva. Realmente creo que lo más deseable para nuestra región es crear encadenamientos productivos regionales. La UE decía que nos iba a dar plata para mejorar la informatización de las aduanas. Para que, en caso de firmarse el acuerdo, implique una mayor facilidad de movimiento de bienes, o sea que el libre comercio se puede implementar de mejor manera. Nunca aceptaron nuestra propuesta porque “la rigidez del sistema institucional de la UE” (tema para otra entrevista), no le permite a la comisión cambiar su mandato, así como así, nunca iban a aceptar lo que nosotros proponíamos. La cooperación no estaba pensada para las necesidades que el MERCOSUR, es una cooperación pensada para la lógica del libre comercio que no es funcional a nuestros intereses. Tal cual lo veían los gobiernos en ese momento y tal cual lo veo desde mi punto de vista. Otra cuestión que se promete es que va a haber más transferencia tecnológica, tampoco hay evidencia empírica. Los acuerdos tienen en el texto concretamente prohibido que se le puedan exigir a las empresas transnacionales varias cuestiones, como, por ejemplo, transferencia tecnológica. Entonces para sintetizar, consideraciones generales, después hay que ver caso por caso y sector por sector: mayor primarización, exportaciones con bajo valor agregado en contenido tecnológico, el fortalecimiento de coaliciones domésticas muy enquistadas muy concentradas, concentración de los sectores exportadores, destrucción de parte del tejido industrial (en el caso de países como la Argentina o el mismo Brasil que tienen una estructura más compleja que otros países de la región), disminución enorme del poder regulatorio y por ende de las posibilidades de llevar adelante las políticas de desarrollo, bueno, en fin…
NF: En este contexto, ¿Cómo entendés la posición argentina frente a estas negociaciones y cuáles podrían ser los posibles efectos, que escenarios se nos podrían presentar?
MV: Quisiera ir un poco más atrás en la historia del MERCOSUR para llegar a la posición argentina. Hay una característica central del MERCOSUR, es un acuerdo de integración entre países con asimetrías importantes. Lo que es evidente, las diferencias entre los tamaños de territorios y de la población con Brasil que tiene el 70%. Pero también se dan asimetrías estructurales y en las políticas a lo largo del tiempo. Por otro lado, el MERCOSUR se funda con una lógica estricta de mercado. Los beneficios y los costos del proyecto de integración son asignados por el mercado sin ningún criterio político de reasignación que implique una redistribución de otro tipo, hacia al interior de los países y entre los países. Estas asimetrías se profundizaron y las decisiones políticas dentro de los países fueron llevando a una cada vez mayor ausencia de convergencia entre los modelos de desarrollo. Esto hace, en el caso extremo, a que incluso en la etapa de los gobiernos populares, un país como Uruguay prefiera un modelo de inserción internacional mucho más abierto. Con menor costo para un país que no tiene una industria para proteger, su especialización es de otro tipo y no tendría un costo tan alto como tienen Argentina y Brasil de una apertura mayor. En la década pasada, incluso con el gobierno del Frente Amplio en Uruguay tenía preferencia por una inserción internacional mucho más abierta. La oposición casi directa en esos años fue Argentina, con un proyecto de industrialización, no cerrado… tenemos que desmentir eso del aislacionismo, del proteccionismo, pero sí con una inserción inteligente, con una protección de los sectores productivos y del trabajo argentino; lejos de aventuras aperturistas casi suicidas que dejan a gran parte de la población afuera. Estas asimetrías y diferencias en los modelos de desarrollo y la falta de convergencia llevaron durante todos estos años a una tensión muy fuerte entre los Estados parte cuando había que discutir y ponerse de acuerdo sobre lo que llamamos el relacionamiento externo del Mercosur. Muchas veces los gobiernos del Frente Amplio hicieron propuestas de flexibilización del MEROSUR. Cuando hablamos de flexibilización, quiere decir que un gobierno puede firmar un TLC con terceros países, sin el consentimiento de los otros Estados parte. Actualmente eso no existe en el MERCOSUR, está prohibido y no cambió ni parece cambiar en el corto plazo. Eso se sostuvo con mucha tensión, incluso hasta diciembre de 2015 había mucha preocupación del gobierno argentino. La mayor fuente de tensión era la negociación del acuerdo con la UE, en donde el gobierno de Dilma Rousseff quería avanzar a mayor velocidad, el único país que resistía a eso era Argentina. La preocupación era no avanzar en la negociación, pero a la vez que no se rompiera el MERCOSUR. Estoy hablando de un contexto “más favorable” en lo político, evidentemente la importancia estratégica que la relación con Argentina tenía con el gobierno de Dilma Rousseff, en contraposición con la ausencia total de valoración que hoy tiene en el gobierno de Bolsonaro. Esto cambia absolutamente en el 2016, cambia Paraguay a partir del golpe; cambia Brasil a partir del golpe y cambia Argentina a partir de la llegada de Mauricio Macri. Uruguay siempre tuvo esa posición en el relacionamiento externo. Argentina cambió de posición, en el primer discurso de Macri en el MERCOSUR de diciembre de 2015, habló de flexibilizar, habló de dos velocidades, finalmente no se hizo así porque la negociación con la UE estaba en caminada y en última instancia ya no había ningún país que se opusiera. Argentina, no sólo cambió de posición, si no que puso el pie en el acelerador. Nos consta que fue el país que más presionó hasta la última firma. Con Bolsonaro también muy interesado para que ese acuerdo se cerrara. No está firmado, puede no firmarse, es posible fácticamente que no se firme en revisión legal. Está claro que Argentina fue el país más interesado en cerrarlo a cualquier precio. Se cruzaban lo que llamamos las “líneas rojas”, cuestiones que eran innegociables para el país y para el MERCOSUR se cruzaron todas. Se entregó todo por cerrar el acuerdo, esa sobre-ideologización sigue creyendo que las inversiones algún día van a llegar y entregamos la sangre de toda la población y las inversiones siguen sin llegar. Si acaso llegan habrá que ver para qué. No había nada para ganar en esa negociación en los términos que estaba planteada. Salvo, que alguien piense en que, por ejemplo, en la negociación argentina renuncia a aplicar retenciones. Se obliga a nunca más aplicar retenciones en el comercio bilateral. Algún sector le beneficiará con esta norma. Siempre hay sectores beneficiados. En un sentido más profundo, en la firma de acuerdos que tienen estas características, donde hay un proceso de desindustrialización, de reprimarización, de destrucción del tejido productivo, lo que se consolida es un modelo de producción primaria, extractiva. Si hay un proyecto político que no incluya la industria, esto es absolutamente funcional para llevarlo adelante. Tampoco hay que ser ingenuos y pensar que son medio bobos que creen que el libre comercio es bueno y lo repiten porque no entendieron, tampoco es así, hay intereses concretos. También hay un sentido común liberal que va más allá de la dirigencia, sobre el cual eso se apoya y está muy instalado. El libre comercio parece sinónimo de libertad, la libertad es buena, hoy Bolsonaro dice que la libertad es más importante que la vida y está todo bien. Creo que eso hay que discutirlo, porque más allá de lo que puedan decir los sociópatas de turno, hay un sentido común que lo legitima, que no lo cuestiona.
Con eso se encuentra el Gobierno de Alberto Fernández: una negociación con la UE en curso, cerrada en lo político y en proceso de revisión legal. Además, las posiciones sobre lo que se hace o no en el MERCOSUR y en el marco de estas negociaciones no están aisladas del resto de las cuestiones económicas y políticas que está transitando nuestro país. La semana pasada el presidente habló con Angela Merkel para pedirle apoyo en la reestructuración de la deuda entre otras conversaciones y Alemania está muy interesada en el acuerdo MERCOSUR-UE. Sectores muy poderosos están interesados en que salga el acuerdo, no es la posición de los agricultores franceses solamente. Entonces vemos que el escenario es más grande que el acuerdo con la UE o el acuerdo con Corea o la relación bilateral con Brasil. Ese es el escenario con el que se encuentra el gobierno, un acuerdo con la UE en revisión legal, una agresiva agenda de apertura del Mercosur acordada por Mauricio Macri que se reproduce reunión tras reunión, más un cambio en la relación de fuerzas dentro de la región. Con un gobierno de derecha liberal en Uruguay, tal vez en la reinserción internacional lo de liberal no significa un cambio tan grande, pero en la relación política si, y en la valoración que tiene el proyecto político que representa Lacalle Pou de la región y de la integración claramente, porque el alineamiento es otro. No creo que tenga que dar más detalles sobre lo que significa y que representa Bolsonaro. Si me parece que más allá de lo que implica la situación del gobierno de Bolsonaro, hay un dato que es más estructural o menos coyuntural, el peso cada vez mayor que tiene el sector de agronegocios en Brasil. Si en otro momento uno hablaba de poder hablaba de la federación de industrias de San Pablo. Hoy el poder está distribuido de otra manera, hay un fuerte poder en otro lado y Bolsonaro será muy loco, pero esa es su base de apoyo y se ven muy beneficiados con el acuerdo con la UE sin ninguna duda. Más allá de la coyuntura de Bolsonaro (esperemos…) hay cuestiones estructurales que tenemos que ver. Cuando llegó nuestro gobierno al poder, está situación y esa inercia aperturista se da reunión tras reunión de coordinadores del Mercosur, donde se vuelve a reproducir la misma agenda como si nada hubiera cambiado. Esa agenda de negociaciones es absolutamente perjudicial para nuestro país, no tiene ninguna evaluación de base, de estudios de impacto. Con el diario del lunes, que es hoy, creo que Argentina hizo una movida arriesgada y fuerte para romper con esta inercia aperturista, que al momento actual se ve como exitosa, porque se lograron los tres NO. No acelerar las negociaciones, no flexibilizar el MERCOSUR y no romper el Mercosur, ganar tiempo. Cuánto tiempo los socios van a tolerar que la Argentina demore la negociación con motivos que dan mucha racionalidad a la negociación como por ejemplo además de estudios de impacto, incluir salvaguardas, etc. Al momento fue muy jugado por el contexto, pero aparentemente fue exitosa, al día de hoy, habrá que ver mañana, es muy difícil la situación con tres socios, particularmente Brasil, que buscan un sendero totalmente opuesto al interés nacional.
NF: ¿Cuál es el modelo de integración que consideras es el más favorable para nuestro país y si crees que el gobierno actual tiene esa proyección?
MV: Y en mi opinión, lo que sería deseable para la región y para el MERCOSUR es un proyecto de integración que tenga algunos elementos de proyectos de desarrollo común de encadenamientos productivos regionales, de generación de empleo de calidad a nivel regional, de negociación más soberana más autónoma, que sea además integral no solamente concebido como un acuerdo comercial. Que se pueda lograr en algún momento una administración compartida, de coordinación de algunas políticas relativas a los enormes recursos naturales y tan importantes geopolíticamente que tiene nuestra región. Si no, la alternativa es pobreza, es exclusión, es falta de democracia porque hay una relación insoslayable entre un proyecto de exclusión y la estabilidad del régimen político. Hoy es utópico pensar una integración como la que acabo de describir, pero creo que tiene que ser el objetivo que nos tiene que definir hacia donde caminar. Porque si no el otro escenario es el alineamiento con el imperio de turno, la dependencia económica, renunciar a un proyecto de desarrollo. Si esa utopía es un lugar hacia donde transitar, las decisiones que se toman, incluso en el contexto más difícil van en esa dirección. Yo creo que el gobierno actual tiene esa proyección, porque patear el tablero como táctica y no aceptar la agenda loca de apertura propuesta por los socios del Mercosur, es ir en esa dirección, poner un freno a profundizar el proyecto contrario en un contexto desfavorable en todos los ámbitos internacional, regional y nacional también hay una crisis muy grande todavía no sabemos cuál va a ser el financiamiento en el corto plazo para nuestro país, para sus sectores productivos, no tenemos presupuesto, no es el mejor escenario, hay muchos frentes, creo que el gobierno está actuando de una manera extraordinario, todo a la vez. Creo que va en ese sendero, en un sentido de principio de realidad, de entender cuál es el contexto en el que esas decisiones se toman.
NF: ¿Qué impacto puede tener el acuerdo en relación a la agricultura familiar y los derechos ambientales?
MV: Uno, sino el sector más importante que se ve beneficiado por este acuerdo es el de los agronegocios, las consecuencias para la agricultura familiar y para el medioambiente son devastadoras. Estos acuerdos han sido estudiados en sus orígenes también desde otro lugar. Se consideran acuerdos “cerrojos” en los 90′, en el caso de nuestra región, en el marco del Consenso de Washington, los países llevaban adelante reformas estructurales: aperturas indiscriminadas de economías, desregulación, privatizaciones, políticas subsidiarias en lo social y estos acuerdos eran cerrojos de esas reformas. Se acordaba internacionalmente llevar adelante estas políticas de manera tal que fueran irreversibles. Un cambio de gobierno, puede cambiar todo lo que se pueda cambiar a través de un decreto o una ley, pero no puede cambiar un acuerdo internacional. No olvidemos ese elemento central de estos acuerdos que es el efecto cerrojo, determinadas políticas se vuelvan irreversibles, aunque cambien los gobiernos y aunque cambie la voluntad popular, es profundamente antidemocrático. Me parece importante porque en Brasil hay un proyecto político diferente al actual, yo recuerdo con mucho dolor, en algún momento del año pasado, haber escuchado a la ministra de agricultura de Brasil decir que en 20 años no va a haber más agricultura familiar en Brasil, solo va a haber unidades productivas medianas y grandes. Es un proyecto de aniquilación. Qué otra cosa puede firmar este gobierno en Brasil que un proyecto que consolide su propio proyecto nacional. Que yo llamo de aniquilación porque la agricultura familiar en el MERCOSUR y en BRASIL representa millones y millones de familias, además de que es la soberanía alimentaria, la identidad cultural y el arraigo en el territorio. Por eso me parece importante esta pregunta, es central, existe una coherencia entre el proyecto para el país y lo que se negocia internacionalmente, eso pasa siempre. Pero en Brasil además la ministra de agricultura lo dijo claramente, quien quiera escuchar que escuche.
Fuente: https://ocipex.com/
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