Mateo Schale; "Hay derrotas que terminan transformándose en victorias"
( Por Mateo Schale (*) ) Hay derrotas que terminan transformándose en victorias. Y con esto no me remito a una frase de libro de autoayuda ni hago eje en el aprendizaje que se lleva el perdedor después de haber sido derrotado. Me refiero puntualmentea las derrotas que en el momento acontecido parecen fulminantes, tajantes, eternas pero que, sin embargo, generan un nivel tal de conciencia en el derrotado que impiden al enemigo hacer usufructo de la victoria.
La historia está plagada de estos ejemplos y en la Argentina el más famoso y rutilante es el de la Batalla de la Vuelta de Obligado. En pleno surgimiento de la máquina a vapor en la que se basó la Primera Revolución Industrial y en busca de nuevos mercados donde colocar sus mercancías, las entonces potencias mundiales absolutas tanto económicas como militares, Gran Bretaña y Francia, lograron bloquear durante casi cinco años el puerto de Buenos Aires. ¿El motivo? Querían negociar libremente con las provincias del Litoral y Santa Fe pasando por alto al puerto de Buenos Aires. El presidente de lo que era entonces la Confederación Argentina, el Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, no quiso entregar la soberanía nacional a las potencias extranjeras. En epístolas entre Rosas y José María Roxas y Patrón (quien, en términos actuales, sería el Ministro de Economía) habían intercambiado fructuosos debates sobre la utilización de la administración del comercio como herramienta para proteger el trabajo y la industria de las Provincias Unidas del Sur.
Las potencias mundiales, decididas a desconocer la autoridad de la Confederación Argentina, avanzaron sobre el río Paraná con 30 naves militares de última generación y más de 100 barcos mercantes. La defensa argentina era mucho más precaria, pero se valió del terreno y del coraje gauchesco. Ubicadas en la parte más empinada del lecho del río, dos cadenas atravesaron el río de punta a punta para impedir el avance de la flota imperialista. A los costados, desde las dos orillas, se ubicaron las baterías de cañones de menor calibre que el contrincante y que contaban con escasas municiones debido al bloqueo. Del otro lado de las cadenas, había una humilde corbeta de guerra que aprovechó la diferencia en altura en ese sector del río para hacerles llegar las balas de plomo a ingleses y franceses por igual.
El final es conocido: luego de una heroica batalla, la defensa argentina se quebró ante el ataque de las potencias, que se abrieron paso a las provincias con sus mercancías. Sin embargo, la conciencia generada hacia el interior del país y en lo profundo de sus habitantes hizo que los intentos de comerciar mercadería importada fracasaran ante la falta de interés de los lugareños por los productos extranjeros. Cuentan las crónicas de la época que no era seguro para un buque mercante extranjero adentrarse en el río Paraná, ya que entre los arbustos los gauchos federales disparaban hacia las embarcaciones expresando el rechazo a tal maniobra.
Hoy en día la irrupción tecnológica acortó distancias entre los mercados; ya no es necesario librar una batalla para colocar productos en nuevos lugares ni renegar con administraciones de comercio más cerradas que otras. Colonia ya no es más una base ilegal de operaciones portuguesa para contrabandear mercancías desde y hacia Buenos Aires; es simplemente una ciudad del país vecino en la que los porteños disfrutamos pasar el rato durante los fines de semana. Internet y la baja de costos logísticos llevaron a un nuevo tipo de comercio mundial denominado servicio “puerta a puerta”. Este fenómeno, conocido también como microimportación, es la puerta de entrada a productos extranjeros que ingresan burlando las restricciones aduaneras y la administración del comercio del Estado Nacional, quebrando las cadenas sobre el Paraná.
El gobierno actual facilitó la irrupción de la microimportación en el país acelerando los trámites vía formularios online y también otorgando hasta 12 franquicias anuales libres de impuestos para pedidos menores a US$50 cada uno. Sin embargo, como contrapartida, no hizo nada para promover el puerta a puerta desde el país hacia el exterior. La principal desventaja que tienen hoy las empresas argentinas es el costo del flete. Mientras que el envío de un paquete de Argentina a Europa. Asia o EEUU cuesta alrededor de 60 dólares, el costo del envío desde esos países al nuestro es de alrededor de 3 dólares. Así se desperdicia una herramienta que podría ser el principal medio de exportación de muchas pymes hoy azotadas principalmente por la caída en las ventas del mercado interno.
Según datos del Banco Central de la República Argentina, los productos que los argentinos compran bajo esta modalidad son en su gran mayoría indumentaria y calzado, seguidos por juguetes y artículos para el hogar. El monto total estimado de la microimportación en lo que va del año asciende a US$627 millones, un número que, para tomar dimensión de lo que significa, representa casi el mismo monto que los argentinos gastaron en los shoppings en el mismo período, según datos oficiales del INDEC (US$715 millones si se toman los datos de ventas y tipo de cambio mensuales).
Esta fuga de consumo tiene consecuencias negativas para el Estado por una doble vía: por un lado, pierde divisas en un contexto en el que cada dólar cuenta y, por el otro, solo logra gravar una pequeña porción de las compras generadas por el puerta a puertadonde la mayoría de los envíos son por menos de US$20. También afecta a la sociedad por el lado de la actividad y el empleo: si al menos una parte de esos productos se compraran y se produjeran localmente, esto serviría para morigerar la caída de las ventas del orden del 10% interanual en los shoppings y aumentar la capacidad instalada de la industria, que se ubicó en el 58,7% según el último dato disponible, de julio de 2019.
Es hora de que los argentinos, que en el último año borramos de nuestros billetes la figura de Rosas y de la Batalla de la Vuelta de Obligado, transformemos estas pérdidas en una victoria.
(*) economista y asesor de cámaras empresariales.
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