Por Enric Bonet
Monique Pinçon-Charlot: "La división entre la derecha y la izquierda es una molestia para los oligarcas"
La socióloga, experta en las élites económicas y políticas, hace un repaso por la figura de Emmanuel Macron y las relaciones entre los poderes financiero y político.
(Por Enric Bonet ) Monique Pinçon-Charlot (1946) es una de las voces más autorizadas en Francia para hablar sobre las élites económicas y políticas. Antigua directora de investigación en el prestigioso Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), esta socióloga marxista estudia desde principios de los 70 las clases pudientes de la sociedad francesa.
Junto a su marido, el también sociólogo Michel Pinçon, ha publicado éxitos de ventas en Francia, como el ensayo Le Président des riches (“El presidente de los ricos”), en el que describe los vínculos entre la oligarquía y el expresidente Nicolas Sarkozy. En el reciente Les prédateurs au pouvoir (“Los depredadores en el poder”) denuncia “la guerra que los más ricos llevan a cabo contra los pueblos a través del dinero como arma principal”.
Tras la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales, Pinçon-Charlot analiza para El Salto el ascenso fulgurante de este antiguo banquero de Rothschild, el control de las élites económicas sobre la esfera política y el incremento de las desigualdades. Esta deriva oligárquica de la democracia ha motivado que Pinçon-Charlot se presente a las elecciones legislativas del 11 y 18 de junio en la circunscripción de Hauts-de-Seine (región parisina). Lo hará como candidata de una coalición de izquierdas apoyada por la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y el Partido Comunista, formaciones que se presentan por separado en la mayoría de las circunscripciones.
En su última obra, Les prédateurs au pouvoir, asegura que el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, representa el oligarca perfecto. ¿Por qué?
Porque con la candidatura de Macron desaparece la división entre la derecha y la izquierda, entre lo público y lo privado. Este defiende constantemente los intereses del sector de las finanzas y la oligarquía. La división entre la derecha y la izquierda es una molestia para los oligarcas que desean mercantilizar los servicios públicos y los recursos del planeta.
En la campaña de Macron tuvieron un papel destacado banqueros como el exdirector general del BNP Paribas Christian Dargnat o el antiguo dirigente de Morgan Stanley Bernard Mourad. ¿No se trata de un conflicto de intereses entre lo público y lo privado?
Cuando George Pompidou [presidente francés entre 1969 y 1974] se presentó a finales de los años 60, su pasado como banquero escandalizaba a la gente. Pero esto ya no es así. Para las clases acomodadas no existen los conflictos de intereses entre lo público y lo privado, la derecha y la izquierda. En los barrios más ricos, la gente es consciente de que todos estos intereses confluyen en el mundo de los negocios. Las altas esferas del poder deben servir a los intereses de la oligarquía.
Como el expresidente François Hollande, Macron se formó en la Escuela Nacional de Administración (ENA). ¿Qué rol juega la ENA en la formación de las élites políticas y económicas francesas?
La ENA es realmente la escuela del poder, donde se aprende a querer a sus similares, los mismos que le apoyarán más adelante en su carrera. Allí se aprende a ejercer el poder de forma polivalente. Uno no se especializa en una rama concreta, como la agricultura o el urbanismo. Uno aprende a ser presidente de la República, primer ministro o ministro de Cultura. Detrás de esta polivalencia del poder se encuentra en realidad la defensa de los intereses de la oligarquía. Otro momento importante en la carrera de Macron fue su paso en 2007 por la comisión sobre el crecimiento económico que dirigía el economista Jacques Attali, antiguo consejero del expresidente socialista François Mitterrand.
Macron fue reclutado en 2007 por el presidente conservador Nicolas Sarkozy para coordinar, junto con el economista Jacques Attali, una comisión de expertos sobre el crecimiento económico en la que se reunieron grandes empresarios e intelectuales. Allí conoció al presidente y director general de Nestlé y este le ayudó para que luego fuera contratado por la banca Rothschild. Como banquero de negocios, participó en la adquisición de la farmacéutica Pfizer por Nestlé. Una operación puramente contable, que no requería una gran inteligencia, pero que le permitió ganar dos millones de euros.
A pesar de su pasado como banquero y sus vínculos con las élites económicas, Macron ha sido capaz de presentarse como el candidato del cambio y la regeneración política. ¿Cómo lo explica?
Macron era el candidato preferido de los dirigentes del Cac40 [el equivalente del Ibex 35], como Bernard Arnault [propietario del grupo de lujo Louis Vuitton], Vincent Bolloré [mayor accionista de Canal+ y del grupo Vivendi] o Xavier Niel [dirigente del grupo de telecomunicaciones Free]. Las grandes fortunas poseen el 90% de los medios escritos en Francia. Han sido capaces de vender la candidatura de Macron como un producto de márketing. Lo han presentado como el candidato de la renovación. Tienen los medios suficientes para presentar como nuevo a un candidato que pertenece al viejo mundo del neoliberalismo.
Tras la victoria del multimillonario Donald Trump en Estados Unidos, un antiguo banquero de Rothschild se ha convertido en el nuevo presidente francés. ¿Las élites económicas ya no se conforman con el poder económico y también quieren disponer del poder político?
Que las élites económicas también aspiren a poseer el poder político no es ninguna novedad. George Pompidou había trabajado como banquero de Rothschild antes de ser elegido presidente. Pero actualmente estamos frente a una aceleración del proceso neoliberal. Nos confrontamos con una oligarquía totalitaria que quiere destruir los servicios públicos y los derechos sociales de los trabajadores.
¿Por qué considera que la oligarquía se rige por una voluntad totalitaria?
En Les prédateurs au pouvoir explicamos cómo los oligarcas atacan en todos los frentes: la economía, la mercantilización de las materias primas o incluso con la especulación financiera sobre el cambio climático. No quieren que nada escape a su control. Para ello, utilizan una serie de armas financieras, lingüísticas o políticas. Todo tipo de armas para llevar a cabo una guerra de clases contra el pueblo.
En este libro afirma que “el pensamiento único ha terminado con la fractura entre la derecha y la izquierda y ha transformado la guerra en una violencia invisible”. ¿A qué se refiere cuando habla de “violencia invisible”?
Utilizo la semántica guerrera de forma completamente asumida porque estamos ante una guerra de clases. Las armas ya no son los cañones o las metralletas, sino las armas financieras y, sobre todo, las ideológicas. Se ha dejado de hablar de obreros y ahora estos son pobres, vistos como una carga social o una variable de ajuste en las líneas contables de las empresas. Esto se debe a una deshumanización de las clases populares. Nuestro mundo es como el de la novela 1984 de George Orwell. No hay un partido único como el del Gran Hermano que describe el escritor inglés, pero sí que hay un pensamiento único. Macron representa el monarca absoluto de este pensamiento único.
En Francia se habla a menudo del comunitarismo de las personas de origen inmigrante. ¿También hay un comunitarismo de los ricos?
Hay un comunitarismo de los ricos de nacimiento. Estos se representan y se reproducen en el seno de dinastías familiares. Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, tuvo que demostrar que era capaz de transmitir su fortuna a sus hijos y nietos para formar parte de la nueva oligarquía francesa. La oligarquía es una clase social que vive permanentemente entre ella. Los miembros de la burguesía viven juntos en los barrios más acomodados, suelen formarse en las grandes escuelas. También coinciden en los consejos de administración, en organizaciones internacionales como el club Bilderberg o la Comisión Trilateral.
¿Cómo el incremento de las desigualdades económicas y sociales amenaza el buen funcionamiento de la democracia?
En Francia, una clase social, la burguesía, se ha apropiado del bien común de la política. En la Asamblea Nacional, solo un 3% de los diputados son obreros o empleados, mientras que estos representan el 52% de la población activa francesa. La burguesía y los oligarcas quieren elaborar las leyes porque estas son el medio de convertir los intereses particulares en generales.
La campaña electoral en Francia ha estado marcada por los casos de corrupción, como el de los empleos ficticios como asistentes parlamentarios de la mujer y los hijos del líder conservador François Fillon. ¿La sobrerrepresentación de los ricos en la clase política influye en la proliferación de los casos de corrupción?
Mi marido y yo nunca empleamos el término corrupción, sino que hablamos de depredación y crimen. No estamos ante individuos corrompidos, sino ante personas que forman parte de una clase social que está enriqueciéndose a través de todos los poderes. Cuando Fillon o Marine Le Pen critican el funcionamiento de la justicia y rechazan devolver el dinero público, muestran que forman parte de una clase que se encuentra por encima de las otras clases sociales. Que ellos tienen todos los derechos y ningún deber.
Usted critica con insistencia a las élites económicas y políticas. ¿No se trata de una visión un poco simplista de la realidad?
Estoy contra la idea de que “todos los políticos están podridos” o que “todos son iguales”. No quiero hacer un juicio moral, sino un análisis sociológico. Lo que quiero mostrar es la actitud depredadora de una clase social a través de un punto de vista marxista y siguiendo las teorías sobre la formación de las élites del famoso sociólogo francés Pierre Bourdieu.
¿Qué soluciones puede aportar la política representativa a esta deriva oligárquica?
Los diputados son los que hacen las leyes. Si cambiamos los diputados, dispondremos de un arma para debilitar el poder del sector financiero. La política es como un juego de dominó. El dominó se decanta actualmente en favor de la oligarquía, pero podemos cambiar esta dirección. Ellos son el 1%, nosotros somos el 99%.
(*) Fuente: El Salto
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