Entrevista a Eduardo Fernández por Gabriel Bencivengo
“Pagar menos salarios es pegarse un tiro en el pie”
(Por Gabriel Bencivengo) Nueve de cada diez empresas son micro, pequeñas o medianas. El sector explica el 70 por ciento del empleo privado. Un universo amplio y heterogéneo que agrupa 850 mil unidades económicas. El 10 por ciento son industriales, el 42 por ciento prestadoras de servicios, el 31 por ciento son comercios, otro 10 por ciento se dedica a actividades agropecuarias y un 5 por ciento se desempeña en la construcción. La inmensa mayoría tiene menos de 20 empleados. Casi todas tienen una alta dependencia del mercado interno. Los últimos datos no son auspiciosos para las pymes.
El consumo masivo registró en enero una caída del dos por ciento con respecto de igual mes del año pasado, según Kantar Worldpanel. Es el tercer enero consecutivo con arranque negativo. Los volúmenes de ventas se contrajeron un diez por ciento cuando se los compara con el mismo periodo de 2015. Según la consultora, la causa hay que buscarla en el nivel socio económico bajo superior. Es decir: en los hogares que reúnen ingresos de 17 mil pesos mensuales. Un tercio de la población. Se trata de las familias que históricamente fueron el motor de crecimiento con niveles de consumo similares a los de las clases alta y media.
“Algún empresario puede decir que la va bien, pero eso no significa que al sector le vaya bien. Algunas cifras que muestra el gobierno están en clara contradicción con lo que sucede. Hilados y tejidos están al borde la desaparición”, dice Eduardo Fernández.
A diferencia de las cámaras empresarias constituidas en los setenta para ser la contraparte de las paritarias que puso en marcha el peronismo, Apyme tiene una libertad estatutaria que le permite un posicionamiento político gremial. “Eso implica una orientación que no es partidaria, pero que expresa el rol que pretendemos que las micro, medianas y pequeñas empresas tengan en la sociedad –señala Fernández-. Las grandes cámaras tienen objetivos específicos. No quiere decir que tengamos las cosas más claras, o que seamos mejores”.
La Unión Industrial calcula que la actividad fabril avanzó un uno por ciento el año pasado, luego de haber retrocedido casi un cinco por ciento en 2016. ¿Qué lectura hace de la situación?
La demanda cae mes a mes. Por otro lado, las importaciones crecen, y dentro de las importaciones los productos terminados aumentan a un ritmo superior. Muchos pymes se preguntan para qué producir si es más sencillo importar. Si está estancada la recomposición salarial de los jubilados, de los trabajadores activos, si hay más desocupados y caída de actividad, el resultado es lógico. A las pymes nos va mal. Hay cierres y una clara intencionalidad del gobierno de ocultar la situación. No la mide y por eso cualquiera puede decir cualquier cosa.
Altos costos de producción, apertura importadora, caída del consumo… y las tarifas de los servicios públicos.
Hay que discutir el costo de la energía, segmentar las tarifas y ver quiénes pueden afrontar los incrementos y hasta dónde. Pero no se trata solo de eso. Sobre las pymes también presionan la revaluación en dólares de las propiedades y los aumentos de los impuestos municipales. Todo esto empuja el precio de los alquileres. El pyme no puede trasladar. Estos aumentos también influyen en la demanda. El que me compra a mí o a mi colega tiene menos dinero, consume menos. Todo esto resiente el consumo.
Un sector importante de la sociedad sostiene que los empresarios no quieren competir, que quieren un mercado cerrado.
Lo que hace falta son reglas claras, y eso no significa cerrarnos. Hay que discutir un modelo equilibrado. El tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea es una enorme amenaza. Puede llevar a la pérdida de 180 mil puestos de trabajo en el término de cuatro años. Solo las trasnacionales de acá y de Brasil apoyan el acuerdo. A esas empresas les sirve porque les permitiría aprovechar las ventajas que presentan cada uno de los países y así integrar todavía más sus cadenas de producción.
Podemos suponer que muchos empresarios, también los pymes, votaron a Cambiemos…
Muchos creyeron que esta tormenta era inevitable porque veníamos de una fiesta y que la tormenta iba a pasar. Es un tema muy hablado. Estamos aguantando porque en los últimos años hicimos un buen colchón. Pero eso se está acabando. Hasta Confederación de la Mediana Empresa dice que todo dependerá de lo que haga el gobierno en los próximos meses. Por ahora siguen jugando las expectativas.
El gobierno dice que algunas de esas expectativas fueron satisfechas, por ejemplo con la reforma fiscal que establece una reducción gradual de Ganancias para las empresas que reinviertan, además de la devolución anticipada de los saldos de IVA por las inversiones que hagan.
En el actual contexto, la rebaja en Ganancias es un beneficio inalcanzable para las pymes por el tratamiento de los retiros y de la capitalización. La baja de la rentabilidad hace que el empresario consuma y no capitalice. El beneficio viene si capitaliza la rentabilidad. Hoy, la rentabilidad es mínima.
Uno de los beneficios es la posibilidad de poder pagar el IVA a los noventa días…
Muchos no pueden acceder.
¿Por qué?
Por los condicionamientos que impone la Afip. Hasta el propio Mayer, que dirige la Secretaría de Emprendedores y PyMEs, se lamentó en público de que solo la mitad puedan obtener el beneficio.
La llamada Ley Pyme dispuso la compensación del impuesto al cheque como pago a cuenta de Ganancias…
El problema es que el noventa por ciento del contenido de la ley no se cumple. Tardaron nueve meses en reglamentarla y la mitad de los artículos está en veremos. Las medidas fiscales son útiles en un contexto de crecimiento, pero en uno de caída solo significan paliativos de dudosa aplicación y poco impacto.
¿Qué paso con la creación del registro que debía servir para monitorear la actividad del sector?
Quedó en la nada. Nos pasamos un año contestando las preguntas del gobierno. Hicieron propagando por esa ley y no la respetan. Fíjese lo que pasó con el megadecreto. Entre otras cosas, facilitaba la eliminación de las licencias no automáticas de importación. Ni siquiera esperaron el debate. Por decreto, ahí nomás, la Secretaría de Comercio dio de baja las licencias en 316 posiciones arancelarias.
Y la reducción de los aportes patronales…
Muchas pymes van a pagar más, aun con la rebaja. La inmensa mayoría son sociedades de hecho, individuales o pequeñas sociedades que tienen hasta cinco empleados. Antes de la reforma podíamos computar un porcentaje de las contribuciones como crédito fiscal en el IVA. Ahora, no. Quedamos todas las empresas igualadas. El gobierno no hace diferencias según sea la cantidad de empleados. Las pymes pagan como una gran empresa cuando se trata de Ganancias. No hay escalonamiento fiscal.
Apyme concurrió al acto de Moyano. ¿Por qué?
No fue una convocatoria de Moyano. Hubo otros actores sociales y sindicales. Apyme participó a través de una multisectorial federal donde convergen pymes, cooperativas y trabajadores. Fuimos porque creemos que debemos defender el trabajo genuino y un modelo productivo.
¿Qué opinión tiene de la reforma laboral que impulsa Cambiemos?
Estoy de acuerdo en que se deben reformar algunos aspectos de los convenios colectivos, pero nunca para abaratar el costo salarial. Algunos quieren la reforma para pagar salarios más bajos. No es el camino. Hay que acordar con los sindicatos un modelo para afrontar el cambio tecnológico y que eso se traduzca en una mejora de la rentabilidad, mayor competitividad y mejores salarios. Esa es la discusión que queremos dar.
¿Cómo viene la negociación salarial en las pymes?
Para las pymes más pequeñas es un gran problema. El empresario siente la necesidad de otorgar aumentos que preserven el salario, pero está imposibilitado de hacerlo. Ni qué hablar de despedir. Para el pyme, ese empleado es un laburante con el que ha convivido durante quince o veinte años.
¿Qué opina de los acuerdos que se vienen cerrando con aumentos por debajo del quince por ciento?
Este modelo nos saca de circulación. Sobrevivirá el que tenga mayor escala, las empresas concentradas. Las grandes firmas pueden ejercer presión sobre los trabajadores y los gremios. Por eso firman esos acuerdos salariales vergonzosos. El pyme queda atrapado en esa situación. Hoy, pagar menos salario es menos mercado interno. Es pegarse un tiro en el pie.
Según los números que maneja Apyme, unas siete mil pymes bajaron la persiana en los últimos dos años. A eso se agregan unos setenta mil embargos preventivos pedidos por la Afip por deuda previsionales e impositivas. En la entidad advierten que el stock de deuda viene en aumento y que la situación general los empuja hacia la periferia del sistema financiero. “El apriete impositivo significa que hasta que no se resuelve el embargo no queda otra que ir al mercado paralelo, donde los intereses son astronómicos. Esto implica una mayor pérdida de rentabilidad. Tampoco podemos acceder a las líneas de crédito que antes otorgaba el Estado en forma directa o mediante la banca pública”, dice Fernández.
¿Por qué?
Porque desarmaron la estructura que estaba vigente. El mes pasado, el gobierno dio por terminado el Fonapyme. Lo hicieron por decreto. Lo mismo pasó con los créditos para inversión productiva con tasa regulada que se fondeaban con el cinco por ciento de los depósitos de los bancos públicos y privados.
Los datos señalan que el crédito viene creciendo.
Crece porque el empresario no encuentra otra salida que endeudarse. Se está creando un globo. Las tasas son siderales, y ni qué hablar de los créditos en UVAs. El gobierno está enfrascado en sacar una nueva ley de mercado de capitales, mientras las pymes afrontamos dificultades crecientes para financiar proyectos productivos. Esa es la realidad.
¿Cree que falta claridad en el posicionamiento de las cámaras empresarias?
-El empresariado nacional tiene que acostumbrarse a discutir la política económica. Si la dirigencia de las grandes cámaras no lo hace, podrán tener más o menos simpatía con un modelo u otro, les irá mejor o peor, pero no van a conseguir relaciones maduras con la sociedad. Las cámaras no pueden dejar de intervenir en los debates sobre ciencia y tecnología, no pueden aislarse de las universidades. Cuando estalló la polémica por los tarifazos, el titular de una cámara me dijo que teníamos que pelear para que nos sacaran los impuestos de las boletas. Para el hombre el problema eran los impuestos y el Estado. Tienen que construir una mirada más abarcadora.
¿Las grandes cámaras empresarias son oficialistas?
Siempre lo han sido. También con el kirchenerismo. Pero hoy están más comprometidas.
¿Por qué?
Porque muchos de sus dirigentes no son empresarios. Son directivos de sociedades anónimas y de las filiales de las multinacionales. Cuando una mira el directorio de la Unión Industrial queda claro qué sector está representado. Nunca me voy a olvidar de Gilberto Montagna. Como presidente de la Unión Industrial aplaudió la apertura económica de Cavallo y a los seis meses le vendió Terrabusi a Nabisco. Lo que queda del empresariado nacional tendrá que decidir entre defender ideas sobre lo que piensa y quiere de la economía y de la sociedad o defender su industria. Si van por lo segundo, se tendrán que someter a las multinacionales y pelearse con los sindicatos. Es un gran debate que no van a poder eludir. Hay presión desde abajo.
Se imagina adhiriendo a un paro nacional…
Cuando la CGT convocó a un paro general, desde Apymes llamamos a un persianazo.
¿Qué nivel de participación encuentran entre los empresarios?
A veces tenemos problemas para convocar, pero cuando hay problemas vienen a golpear la puerta. Eso no pasa con los partidos políticos, pero sí con las organizaciones intermedias.
¿Por dónde discurre hoy la discusión?
Lo esencial no es discutir si echamos a Macri. Hay que construir una alternativa. Los que no tenemos lugar para la especulación debemos definir una clara orientación económica y social. Uno de los grandes errores del gobierno anterior es no haber ayudado a construir estructura que expresaran el cambio que hacía falta. Hay que seguir diciendo lo que venimos diciendo, pero con más inteligencia. Aunque defendimos muchos aspectos de la gestión kirchenrista no quiere decir que queremos volver al pasado.
¿Puede haber un cierre masivo de pymes como en los años noventa?
Se están creando condiciones similares. Si usted aplica la misma fórmula, si insiste en el mismo camino, los resultados no pueden ser muy diferentes. Desde la óptica del gobierno, parece que lo único que se puede recortar es el salario. Como si el nivel de actividad fuera una maldición. No sé si habrá cierres masivos, pero le aseguro que si la cosa sigue así nos puede regalar trabajadores que no nos va a alcanzar para pagar el alquiler y los servicios, ni vamos a tener quien venderle.
(*) Fuente: So-Compa
Fotos: Alejandro Andam
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