( TavoCibreiro (*) / Especial para Motor Económico)
Estado, Comunicación y otras yerbas.
( TavoCibreiro (*) / Especial para Motor Económico) En épocas de post verdad, Fakenews y periodismo de guerra, ¿Cómo hace un gobierno disonante para comunicar bien sus ideas? ¿Tiene el poder suficiente para cumplir sus metas?¿Domina las herramientas necesarias? En principio, teóricamente, no habría lugar a dudas. El estado posee el monopolio del territorio y empuña un presupuesto capaz de expandir, cualquier concepto, hasta los lugares más apartados de nuestra patria chica. Además, entre muchas otras cuestiones, dispone de la mejor fuerza intelectual disponible para lograr su cometido.
Sin embargo, desde lo estrictamente empírico, el resultado pareciera ser otro. Por estos días, desarrollar una estrategia de comunicación estatal se ha vuelto una tarea precoz, casi del día a día. Dentro de un escenario confuso y demasiado volátil, donde el mensaje intenta ser sometido por diferentes intereses, la planificación a largo plazo se ha trasformado casi en un recuerdo académico. En ese sentido, la voracidad de la necesidad y la inmediatez de los señuelos políticosfavorecen la modificación permanente de todos los parámetros. Aquello que funcionó hoy, no necesariamente funcionará mañana.
El diagnostico no termina allí. A todo lo mencionado, hay que sumarle algunas dimensiones más. Por ejemplo, la histórica configuración mediática nacional, su verborrea impune y su dilatada jurisdicción de influencia conspiran, también, contra la difusión gubernamental. Sin ir más lejos, es justo allí, en esa suerte de retórica esquizofrénica de los medios masivos, donde se ingresa en un callejón sin la salida. De un lado, como ya mencionamos, la impunidad del mercado, donde no pareciera haber límites, ni regulaciones. Donde sólo importa ganar dinero o presionar para.
Del otro, un estado gigante, por momentos tosco, controlado por sus añejas reglas y por la misma prensa hegemónica que lo maltrata y acordona cotidianamente. No puede, ni debe!, salirse del reglón porque es castigado inmediatamente. El jugador restante ni siquiera conoce la existencia del reglón. Claro, justificándose en sus propias recompensas, puede destruir las pautas de convivencia, afirmando cualquier cosa, sin sufrir castigo alguno.
“La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad", indicaba Gramsci yde eso se trata casi 100 años después. Por eso, quizás, comunicar hoy, sin temor a la exageración, sea una tarea compleja, efímera y agotadora… hasta para el propio estado nacional. ***
(*) Comunicador popular. Periodista. Integrante de Ucaya y Fribuay
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