Medios y comunicación

Por Agustina Flores

Fake News: un recorrido por su histórica controversia

(Por Agustina Flores) Las Fake News parecen ser celebridades mundiales en estos últimos tiempos. Han ganado popularidad por ser grandes herramientas para desinformar con un objetivo particular: el de influir en la recepción de noticias y en el sentido que le damos una vez que llega a nuestras manos.

Una primera aproximación a su significado podría ser: “son noticias, historias, artículos, etc. engañosas, creadas para desinformar deliberadamente o engañar al lector”. Si bien no hay consenso total sobre su definición, ronda entre conceptos como el anterior. Un aspecto que es discutido dentro de un campo más diverso es su fecha de origen. Se suele pensar que son propias de la globalización y de la extensión del uso de internet, herramientas que pasan por desapercibidas escondidas entre las millones de noticias que se comparten en el día a día. Pero si nos remontamos al siglo anterior, podemos identificar cómo estas prácticas son cualquier cosa menos nuevas.

Otra creencia es que la primer fake news se dio en octubre de 1938, cuando Orson Welles engañó a un país entero con su relato. La intención fue realizar una puesta en escena teatral a través de una radio de la cadena CBS de Nueva York, si bien se había presentado la obra antes de empezar, no todes les oyentes se unieron al programa en ese momento. «Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez… Continuaremos informando«, luego de semenjante anuncio, la mayoría de les oyentes que habían hecho caso omiso a la presentación de la adaptación de “La guerra de dos mundos” de H.G.Wells o no habían llegado a escucharla, pensaron que la situación estaba sucediendo en la realidad, por 59 minutos el país estuvo a la expectativa de una invasión marciana llena de pánico y caos.

Pero ¿fue realmente una fake news? El objetivo del relato no fue el de panicar a les oyentes y que los teléfonos de las estaciones de policías del país se llenaran de llamadas pidiendo explicaciones, el impacto fue solo una consecuencia. Si concordamos en que las fake news tienen un objetivo manipulador, la reivindicación de este hecho por ser la primer fake news, es ni más ni menos falso.

De este lado del mundo, en Nuestra América, hemos vivido el uso de esta herramienta tanto en episodios caóticos como en nuestra cotidianeidad. Un recorrido por ellas nos permitirá entender en qué contextos se dan y cómo no solo funcionan dentro de la sobreinformación sino tambien cuando la información falta.

Fake News y la cultura del terror

En la década de los 70’, dentro de un clima de terror y persecución por las dictaduras militares, se presentaron varios precedentes de fake news. Gobiernos democráticos fueron derrocados y atacados por las Fuerzas Armadas. Estas fueron guiadas por su entrenamiento en la Escuela de las Américas, gestionada y creada por Estados Unidos con lógicas imperialistas para mantener su influencia en el Cono sur y marcando como enemigo a eliminar al comunismo, que ya había ganado las tierras de Cuba años antes. Las dictaduras se establecieron mediante la fuerza y se perservaron gracias al terror y a la desinformación generada, la mayoría de las veces, por fake news.

Los grandes grupos de poder periodísticos encubrieron durante ese período (y más tiempo) las atrocidades cometidas por los gobiernos dictatoriales. Medios como El Mercurio en Chile y La Nación en Argentina fueron actores fundamentales para instalar la idea de que lo que sucedía era una guerra que debían dar inevitablemente: de otra forma, el “subversivo” atentaría contra la seguridad nacional.

Un caso a recordar es el de les 119 desaparecides chilenes. El comienzo se dio en 1975 cuando el diario “La Segunda” -propiedad del diario “El Mercurio”- relató que grupos marxistas recibían instrucción en Argentina y que «organizaban guerrillas en contra de Chile». Allí mismo, se aclara que sus nacionalidades eran chilenas y que eran las personas declaradas como desaparecidas en su país. A esta campaña se le sumó Argentina a través del diario “Lea” y Brasil mediante el diario “O’Día” donde reafirmaban la información de que los cuerpos que se encontraban en sus países eran chilenos y por supuesto, guerrilleros. Crearon de esta forma una red de encubrimiento con los tres países adentro.

Siguiendo el panorama de los medios chilenos y del poderoso diario El Mercurio podemos mencionar el caso de Marta Ugarte, quien fue perseguida, desaparecida y asesinada por la dictadura chilena en 1976. Marta fue parte de los operativos de los vuelos de la muerte, y su cuerpo fue encontrado en la costa, de hecho fue el único. A los días, la situación se encontraba en la portada del Mercurio, pero haciendo pasar el asesinato a sangre fría por oficiales genocidas por un “crimen pasional”, destacando que se trataba de una “hermosa” y “atractiva joven de 23 años” asesinada por su pareja. Tanto El Mercurio como los demás diarios de su autoría, La Segunda y La Tercera desvirtuaron la situación al evadir la verdadera historia y al crear un clima de fake news con un objetivo claro, encubrir las acciones del gobierno creando un montaje periodístico cruel e inhumano.

Años más tarde, con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a Argentina en 1979, los medios seguían ocultando las tan evidentes torturas de la dictadura militar. La Nación fue un actor fundamental en la publicación de una solicitada a la CIDH titulada “Los argentinos queremos decirle al mundo”. Esta, firmada por más de doscientas cámaras empresariales y civiles, le decía a la Comisión que en la Argentina había sucedido una guerra y que la decisión de combatir o no en ella no había sido solo de las Fuerzas Armadas.

De esta forma, podemos ver que mientras estos grupos mediáticos sigan manteniendo el poder de crear sentido a través de sus monopolizaciones, van a atender a sus intereses directos, que les ayudan a mantener su fuerza y legitimidad en la sociedad. Los diarios y los negocios pasan de generación a generación en familias de alto rango social, callando las voces de quienes intentar derrumbar su reino a través de la tergiversación de los hechos y creando ideas erróneas en el pueblo.

Ahora ¿por qué fue efectiva? Los medios que brindaban información eran pocos y no existían otras fuentes que fueran tan accesibles para las personas, o no por lo menos para la gran media de ellas. La mayoría de estos medios tenían al mismo propietario, por lo que la diversidad de análisis y contenidos no transitaba dentro de un gran espectro. Mismos dueños, mismos intereses.

Fake News y ocultamiento

Los años pasaron y en Argentina el modelo neoliberal no paraba de privatizar y monopolizar todo lo que estuviera al alcance del sector privado -y si no lo estaba, se encargaban de cambiarlo-. En un sistema gubernamental, y esta vez, democrático, seguimos encontrando casos donde la manipulación de las masas sigue siendo el principal objetivo de empresas comunicacionales guiadas por la economía.

Comenzaba el siglo y el país se sumergía en un clima de completo caos. El saqueo al pueblo argentino fue tal que generó una tasa muy alta de desempleo y pobreza. A raíz de este conflicto, trabajadores desocupades decidieron reunirse y organizarse en cooperativas para afrontar la crisis que les golpeaba más que a nadie.

El 26 de junio del 2002, en el puente Pueyrredon de los accesos a la Ciudad de Buenos Aires, se manifestaron en forma de piquete miles de trabajadores desocupades junto a sus organizaciones, del otro lado les esperaban las fuerzas de seguridad. La represión fue una cacería que terminó llevandose la vida de dos personas: las de Darío Santillan y Maximiliano Kosteki.

En la estación de tren de Avellaneda, donde fueron asesinados a sangre fría, se encontraban fotógrafos del diario Clarín que se habían acercado a cubrir el piquete, y que terminaron siendo testigos de la masacre en manos de los efectivos policiales. Volvieron a sus oficinas con las fotos que indudablemente eran evidencias del crimen que se acababa de cometer y las presentaron ante sus jefes de redacción para que salga en la próxima edición del día, pero estos le dieron otro destino al material.

Según redactores de otros diarios reconocidos del país, los funcionarios de Duhalde, el presidente en ese entonces, se habían encargado de comunicarse con los medios más grandes del país para dar su historia oficial del asesinato: el de un enfrentamiento.

El titular de la nota de ese día fue “La crisis causó dos nuevas muertes”, desligando totalmente del rol de responsable al gobierno y a las fuerzas de seguridad. Las fotos que le siguieron eran confusas y poco claras, sólo se veían manchas en movimiento.

Si bien tenían las imágenes y las evidencias de que Alfredo Fanchiotti y Alejandro Acosta habían asesinado a los dos manifestantes, decidieron no publicarlas y contar otra historia, se apelo al supuesto desconocimiento de los hechos. Los fotografos de Clarín no habían sido los únicos testigos de la masacre, por lo que días después, la situación fue tan evidente por el material y las acusaciones de estes periodistes, que tuvieron que presentar material que esclarecía la situación.

¿Se trató de una fake news? Si mantenemos la definición que se planteó anteriormente, la respuesta es si. Con la información recolectada se podría haber contado la verdad de lo que les sucedió a Kosteki y Santillan, sin embargo se optó por no hacerlo, tal como lo pidió Duhalde.

El ocultamiento de la información significó una gran crítica al diario por parte de la sociedad. El evitar mencionar datos cruciales, el mensaje se tergiversó y generó el desligamiento de los policías y del gobierno con el crimen, básicamente se desinformó.

Si bien el internet, gran fuente de información, no había alcanzado a la población del país, las formas de comunicarse eran distintas a las que mencionamos en la dictadura. Estaba permitida la libertad de expresión y los movimientos sociales estaban en pleno fervor, por lo que las denuncias no tardaron en llegar y los reclamos eran imposible de invisibilizar y ocultar.

Fake News y destronamientos políticos

Luego de la crisis del comienzo del siglo, los gobiernos populistas volvieron a estar a la cabeza de una gran cantidad de países latinoamericanos. En Argentina, Nestor Kirchner fue el encargado de restituir los derechos pre-existentes y de dar lugar a la reivindicación de nuevos, entre ellos el de la comunicación, la cual pasó de ser vista como mercancía a ser vista como un derecho. Con la Ley de Medios en 2009, bajo la presidencia de Cristina Fernandez de Kirchner, se les brindó a todes el derecho de recibir, crear y comunicar contenidos, a través de procesos de desconcentracion de medios y de ampliación de la diversidad comunicacional.

Del otro lado, a los grandes monopolios mediáticos no les simpatizó la idea de compartir un poco de su poder con los medios comunitarios que solían destrozar, por lo que para ellos fue un atentado contra la libertad de prensa, particularmente contra la suya. Su forma de responder fue a través de la descalificación del gobierno a través de todas las pantallas, páginas y voces que poseían y poseen, se armó una verdadera campaña política en contra de elles.

Algunas de las denuncias y reclamos fueron sobre la corrupción, la inseguridad, los presuntos proyectos de modificar la Constitución para que se le permitiera ser presidenta por tercera vez y, tal vez el más influyente, el pedido de justicia por la muerte inesperada del fiscal Alberto Nisman a principios del 2015 -año electoral-, persona con la que Cristina Fernandez de Kirchner se encontraba ligada por acusasiones del mismo.

Un caso similar se dio en el 2016 en Bolivia, antes de la fecha estipulada para la votación de un referéndum que permitiría a Evo Morales volver a postularse como presidente del estado Bolivariano. El periodista, Carlos Valverde, lo acusó de tener un hijo ilegítimo con Gabriela Zapata, gerenta comercial de la empresa China CAMC, acudiendo al tráfico de influencias que existiría a favor de la empresa. Mas tarde el hecho fue desmentido y la denuncia se cayó sola.

Conclusión

El uso de fake news fue una de las herramientas que permitió que gobiernos democráticos pierdan su legitimidad y por consecuencia, las elecciones. A comparación de las épocas dictatoriales y del comienzo de los 2000, el internet es una fuente de información rápida y accesible para la mayoría de la población. Las fake news ya no se toman como verosímiles por la falta de información y por la concentración de medios bajo la misma consigna, sino por la sobreinformación. Hay demasiados datos perdidos con diferentes sentidos por detrás como para verificar qué es verdad y qué no. Por esta razón muches recurren a fuentes tradicionales de información, como lo son los diarios de cabecera como Clarín, La Nación y Página 12, o tambien los canales televisivos con más rating como TN, El Trece y Telefe. Al fin y al cabo, los mismos imperios comunicacionales de siempre.

Podemos determinar que las fake news no son una novedad, sino que tienen un recorrido histórico en el que se adaptan a las nuevas estructuras comunicacionales y fuentes de información. Su existencia no es un error propio del internet ni del nuevo milenio, sino, como supimos defender anteriormente, de los monopolios mediáticos.

La nueva batalla es la cultural y se da a través de las ideas y símbolos, cuyos ejércitos lo conforman los grandes creadores de opinión. Las fake news constituyen las nuevas formas de establecer relaciones de poder en las que los súbditos debemos ser capaces de reconocerlas y re-trucarlas, de otra forma estaremos perdides en un clima de desinformación y falsedades.

Fuente: Revista Trincera

···