Medios y comunicación

Por Nahuel Sosa

La disputa electoral entre las fakenews, la guerra jurídica y los discursos de odio

( Por Nahuel Sosa (*) ) La decisión de Mauricio Macri de elegir a Miguel Ángel Pichetto como compañero de fórmula sacudió al mundo PRO e inauguró un modo de campaña poco usado en el oficialismo. Pasamos de la revolución de la alegría, al temor por el autoritarismo populista, del "sí se puede!!!" a la doctrina Chocobar, de los globos de colores y la buena onda al miedo de perder la democracia. Y esa es la gran apuesta de Jaime Durán Barba que el miedo le gane a la decepción. Tal vez sea la única chance para ganar una elección que se avecina como la más polarizada desde la vuelta de la democracia.

En las sociedades contemporáneas, el voto no se define solamente por el bolsillo, sino que se vota también por aspiraciones, deseos, subjetividades, emociones. Esta premisa supone un desafío inédito para la oposición, ya que no alcanza con denunciar los problemas económicos, sino que se deben construir nuevas narrativas de futuro, renovados horizontes políticos que excedan a los datos duros del Excel. Se evidencia que, frente al fracaso del programa económico, el gobierno busca refugiarse más que nunca en el aspecto cultural para dar una batalla por “el alma de los votantes”, como lo definió el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Aquí es donde se articulan algunos fenómenos que son determinantes para esta época: las fake news, el lawfare (guerra jurídica) y los discursos de odios. Las últimas elecciones en Brasil y Estados Unidos son algunos ejemplos. Bolsonaro y Trump han combinado el uso de Big Data y de las noticias falsas con discursos abiertamente discriminatorios que construyen una otredad negativa. En el caso de Brasil se suma el rol del poder judicial en el centro de operaciones que, por ejemplo, le ha prohibido a Lula, la principal figura opositora , presentarse como candidato.

Las fake news son algo más que noticias falsas, básicamente porque plantean un escenario de posverdad, donde la apariencia de la verdad vale más que la verdad misma. Incluso puede no existir la verdad ni la mentira porque de lo que se trata es de apostar a las emociones, a los eufemismos y a la sensaciones con las que se asocia al contrincante. Si el filósofo Nietzsche acuñó la famosa frase de que lo que importa no son los hechos sino sus interpretaciones, ahora ya ni siquiera es necesario que existan los hechos.

Por otra parte, el lawfare implica un uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política del adversario. Sin embargo, en nuestra región y en nuestro país en particular ha superado sus límites originales y se ha constituido en una parte imprescindible de un nuevo paradigma judicial que impone un proceso inédito de judicialización de la política y politización de la justicia.

A esto se le suma el despliegue sistemático de discurso de odios. Frente al desgaste que sufrieron los pilares de confrontación como Venezuela y la corrupción se configura un nuevo relato donde cualquier opositor es caracterizado como desestabilizador y autoritario en el cual se apela a la creencia de un sistema de valores que ubica al otro como sinónimo de peligrosidad. Que el miedo le gane a la frustración y el algoritmo a la política, es la gran apuesta del oficialismo. La de la oposición deberá ser la de transformar el ayer en mañana. En un mañana mejor.

(*) Sociólogo (UBA), Director del Centro de Pensamiento Génera e integrante de Agenda Argentina.

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