Medios y comunicación

“Lograr un equilibrio que desplace al pseudo periodismo mercenario”

LA TELEVISIÓN EN LOS TIEMPOS DEL ODIO

**( Por Pablo Redal / Especial Para Motor Económico y Motor de Ideas ) En épocas en las que se debate con vigor el rol los medios de comunicación en la generación de cultura y opinión, la televisión es una gran protagonista de esa discusión, que con la potencia del mensaje audiovisual ha demostrado sobradamente su capacidad como herramienta de construcción de sentido, y nos lleva a plantearnos qué modelo de TV queremos para nuestro país.

En la Argentina las emisiones de televisión comenzaron el 17 de octubre de 1951 con la difusión de la celebración peronista por el Día de la Lealtad (que resultó ser el último acto público que compartieron Evita y Perón), 31 años después de aquel hito de flamante centenario en que se realizó la primera transmisión de radio, el 27 de agosto de 1920.*

Esta fábrica de espectadores pasivos a los que inserta mensajes que influyen en sus decisiones políticas y en sus preferencias de consumo, apelando sin remordimientos a la instalación de falsas necesidades, a los que agrega dosis de entretenimiento pasatista para generar una adicción que garantice la “continuidad pedagógica”, la “caja boba”, uno de los grandes resultados de la evolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, nació cuando todavía nadie caracterizaba a las TIC como tales en una fecha tan temprana como el cine y la radio aunque sus complejidades y la necesidad de establecer normas técnicas iguales o similares en determinadas regiones del mundo retrasaron su masificación hasta la segunda mitad del siglo pasado.

Para la segunda década de este Siglo XXI buena parte de las producciones televisivas se han desplazado a las redes sociales y las plataformas de contenidos que ahora atraen las miradas críticas en tanto nuevas generadoras de esa mixtura de entretenimiento con bajada de línea.

Propongo una hipótesis: la modernización va cambiando las plataformas de difusión, conservando los tradicionales vicios de los grandes medios pero a la par se van abriendo nuevas puertas para una comunicación alternativa e interactiva que, felizmente como el sitio donde vos lees esta nota, ya muches ejercen. Vamos a desafiar la creencia de que las actuales tecnologías están generando un fenómeno de penetración de masas con efectos negativos que nunca antes se habían visto. Para entender mejor qué ha cambiado y qué no, resulta indispensable revisar qué pasaba con los medios no sólo antes de estos 69 años de televisión nacional sino también antes de los 100 años que lleva la radiofonía en la Argentina. Al debatir esta cuestión podemos sentar algunas bases para desarrollar un modelo de comunicación televisiva.

Antes de 1920 en nuestro país los medios eran sólo prensa escrita, con un alcance regional estrecho, pero que en su mayoría respondían a los mismos intereses. Si los revisamos, desde la Gaceta de Buenos Aires a esta parte, vamos a encontrar una interminable sucesión de relatos falsos y silencios oprobiosos. Pensemos cuáles serían los efectos en la sociedad de estas voces casi únicas y dominantes con un contenido incomprobable e inapelable en los momentos que fueron publicados, dejando a sus receptores sin alternativas. Tener un medio influyente fue siempre una herramienta para generar pensamientos colectivos, sin mayores cuestionamientos o eventualmente atacando la credibilidad de quienes se opongan a este estado de cosas, que permitan la realización de negocios en beneficio de unos pocos y ruinosos para las mayorías. Esos pocos que, no casualmente, suelen estar detrás de los medios de comunicación de mayor alcance y concentración.

Hoy, la más atractiva de los medios masivos ha mutado a la emisión multimedia y multiplataforma a través de la Internet. Con transmisiones en vivo como desde sus inicios pero también proveyendo contenidos a demanda del espectador. Y con una calidad abismalmente superior a la que estaba disponible en los comienzos de la televisión.

Mirando lo sucedido en años recientes en la Argentina, el impulso dado durante el gobierno de Cristina Fernández adoptando el sistema digital desarrollado en Japón y modificado en Brasil, conocido por sus siglas en inglés como ISDB-Tb, decisión imitada por casi todos los países de sur y Centroamérica, dio rápido paso al lanzamiento de la Televisión Digital Argentina (TDA) que, además de ser el soporte para el progresivo reemplazo de los canales analógicos públicos y privados por emisiones abiertas en Alta Definición, incluyó el lanzamiento de nuevas señales y producción de contenidos generados por el estado, universidades, colectividades y diversas ONG.

Pero esta interesante estrategia que acompañó a la TDA y podría haberse convertido en alternativa a la influencia de ciertos servicios de cable se quedó a mitad de camino porque no se la instaló suficientemente y muchas de la producciones realizadas en calidad HD eran difundidas por canales, si bien digitales, de definición estándar en una etapa en la que la gran novedad era la Alta Definición. Si desde el primer momento se hubiese puesto un mayor entusiasmo en la distribución de decodificadores y/o en acuerdos con fabricantes para la venta de pantallas con sintonizadores para TDA incorporados, cosas ambas que sucedieron recién al final del mandato de CFK, se hubiera logrado una oxigenación cultural e ideológica cuyos beneficios estaríamos disfrutando.

Como en tantos otros aspectos, los nefastos 4 años siguientes bajo el mandato de Mauricio Macri, significaron una reducción a su mínima expresión de todo el dispositivo comunicacional dependiente del estado.

Actualmente, los distintos estamentos del gobierno del Frente de Todos que tienen que ver con la cultura y la comunicación se debaten entre dar un nuevo impulso a todo ese andamiaje o dejarlo como está y apostar a colocar producciones nacionales en las plataformas que actualmente ofrecen contenidos a demanda del usuario, como las transnacionales Netflix, Amazon y YouTube o la local Cine.ar.

Complementariamente, es muy ostensible la necesidad de contar con una legislación que ordene y regule todo el negocio de la comunicación en un contexto en el que los principales jugadores, particularmente el que abarca más recursos, el Grupo Clarín, no sólo han hecho de la difusión de Fake News contra los gobiernos populares su razón de existir sino que son partícipes necesarios de uno de los peores capítulos de Lawfare de la historia argentina. Y acá también las posturas en consideración son las de retomar lo que ya se había hecho, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tan resistida por el pulpo mediático clariniano, o elaborar nuevos instrumentos que contengan una actualización a las tecnologías no incluídas en la promulgada en 2009.

Sin embargo, estos sesudos debates sobre plataformas y legislación no son una excepción al viejo pero efectivo criterio de que lo óptimo es enemigo de lo bueno. Se hace evidente que, en el contexto del terrible asedio de discurso y construcción de opinión y sentido al que son sometidas las corrientes políticas populares en toda la región, no se puede perder tiempo, como el que llevó elaborar la ley que volteó Macri por decreto, en construir un nuevo marco jurídico que dote a las autoridades de las herramientas necesarias para poner en caja algunas cuestiones urgentes como la impune estimulación del odio político y social y el enfrentamiento sistemático a toda medida que tome el gobierno. Del mismo modo que una incorrecta asignación de recursos otorgada por un decreto de Macri en favor del gobierno PRO de la CABA fue enmendada por otro decreto emitido por el presidente Alberto Fernández, podría ser una opción restablecer la plenitud de la Ley de Medios 26.522 por la misma vía hasta tanto se elabore otra ley superadora de esta.

Asimismo, hay que contar con eficaces canales de difusión y de acceso a los diversos tipos de medios que existen. Para esto relanzar el esquema que acompaña a la TDA junto con recursos provistos por ARSAT para el acceso a Internet para todos los dispositivos que se usan habitualmente sería una medida indispensable para poder ofrecer a un extenso público la posibilidad de educarse, informarse, interactuar y entretenerse sin tener que pasar por ninguno de los eslabones de la cadena que controlan los profetas del odio y mantenerse así a salvo de sus influjos.

No se trata de perseguir ni de censurar a nadie sino de lograr un equilibrio que desplace al pseudo periodismo mercenario, acotando los efectos de su manipulación, y facilite el acceso de los ciudadanos a voces plurales que se hagan responsables de lo que propagan porque, ya se ha visto, es indispensable para garantizar la plena vigencia de la democracia, la república y, dicho con voz ochentosa pero actualizada, asegurar los beneficios de la libertad, para nosotres, para nuestra posteridad y para todes les mujeres y hombres que quieran habitar en el suelo argentino. (*) Comunicador Social/ Director de Cámaras de C5N

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