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Por Ing. Enrique M. Martínez Instituto para la Producción Popular (IPP)

ARGENTINA/ EL TIEMPO DE LA AYUDA MUTUA

EL TIEMPO DE LA AYUDA MUTUA ( Por Ing. Enrique M. Martínez Instituto para la Producción Popula) .La estructura del gobierno argentino se ha ido haciendo más y más compleja acompañando la mayor densidad de conflictos y carencias sociales. Éstas son propias de un sistema económico y social que muy lejos de acercar a la equidad, agrega diferencias y asimetrías, que corresponde al Estado luego administrar.

Además de eso, la democracia se consolida como delegativa, por una combinación de vocación para ello de la dirigencia política, junto con la dificultad práctica de hacer participativa la administración de lo público.

El Estado aumentó su tamaño, la sociedad se estratifica más día a día, la política se siente cómoda lejos de la participación ciudadana. Ese conjunto de características hace cada vez más difícil que un habitante encuentre con facilidad apoyo en las instituciones, sea cuando le va mal o sea cuando le va bien y quiere expandir esa bonanza.

Un camino a mano para encarar este gran problema es la ayuda mutua. El símbolo de la ayuda mutua es la Mutual, un instrumento que estaba en la mochila de los inmigrantes de principios de siglo.En el país,se remonta a la decisión de José de San Martín, al reservar parte de los sueldos de los granaderos para ayudar a los soldados que tuvieran emergencias familiares. Ha ocupado un lugar destacado en la legislación justicialista de hace 70 años, con refuerzos posteriores en varios gobiernos, hasta el 2013.

Sin embargo, el tsunami capitalista, que todo lo transforma en un negocio, se encargó de ir distorsionando o segmentando los propósitos de las mutuales. Hoy hay algo más de 3000 mutuales inscriptas en el INAES, pero la mayoría tiene propósitos limitados al ahorro y préstamo, la cobertura médica, el turismo. Simultáneamente, se ha producido una mutación desde aquellas mutuales asociadas a un origen geográfico común, al “paese”, hacia ámbitos cuya razón de vinculación es una profesión o una tarea común.

Son organizaciones que no han perdido la idea de la ayuda mutua, pero de algún modo la han acotado a flancos definidos, dejando el grueso de las actividades cotidianas a cargo de cada uno, con sus propios medios y suertes.

La crisis sanitaria, con su correlato de enorme tensión económica, deja en evidencia que hay millones de trabajadores, tal vez porcentualmente una mayoría de la población económicamente activa, que están solos o solas, sin contención de un sindicato, una empresa o el Estado.

El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) le puso números a ese drama. Nueve millones de desocupados, o desalentados en la búsqueda laboral, o trabajadoras independientes a los que la pandemia les cortó el imprescindible nexo con el resto de la sociedad, se volcaron a reclamar una compensación que cubre menos de un tercio de una canasta básica. Fue un número que al menos triplicó las previsiones oficiales y descolocó tanto a los funcionarios que tuvieron que abrir la billetera pública, como a los movimientos sociales o a las analistas académicas. Se trata de una dolorosa reedición del “subsuelo de la patria”, de compatriotas invisibles para la política pública, que aún hoy nadie sabe con precisión que hacían o por qué no hacían.

Algunos creyeron que era hora de retomar la Mutual. En realidad, no hay demasiada diferencia entre los polacos o los calabreses o paraguayos que se juntaron en una Patria nueva, con los compatriotas que tendemos a no ver, a los que el Estado nunca consideró como colectivo social. La diferencia entre las dos situaciones es que los trabajadores independientes están objetiva y subjetivamente más aislados, en su propia tierra, que aquellos inmigrantes que llegaron espalda contra espalda hace más de un siglo.

Contando con el estímulo de miembros de la nueva conducción de INAES, el IPP se aplicó a ayudar un grupo de Santa Fe y otro grupo de Puerto Madryn, ambos originados en compatriotas que tienen experiencia en pensar en términos colectivos, porque el primero nace de un espacio político que forma parte del Frente de Todos y el segundo grupo participa en la Cooperativa Eléctrica. En unos noventa días de trámite, sendas mutuales de trabajadores independientes y ciudadanos en general han sido aprobadas.

Intentan ser una experiencia transformadora. Quieren pensar su comunidad desde formas inteligentes y eficientes de atender las necesidades básicas, hacia maneras de construir mejores escenarios interpelando al Estado, sin quedar a la espera de iniciativas que les sean ajenas. Esencialmente, quieren pensar en todo quien necesite un marco de contención y promoción.

Tienen necesidad de construir patrimonio, para impulsar más adelante tareas de infraestructura, como viviendas o uso de la energía renovable. Por eso, deben empezar por configurar una proveeduría popular, que abastezca alimentos, indumentaria, limpieza, artículos escolares, a la mayor fracción de la comunidad que puedan alcanzar. Quieren apelar a proveedores de la agricultura familiar y cooperativas, a la vez que impulsar toda la producción local que sean capaces de potenciar. Con la construcción de relaciones cercanas con quienes trabajen la tierra o manufacturen los bienes finales, deben estar en condiciones de asegurar menores precios a cualquier alternativa y calidad adecuada.

Esa tarea no es de un día. Lo saben. Con el paso del tiempo, tendrán acceso a buscar ayuda para sus proyectos en el INAES y tal vez, exponerlos a la comunidad para buscar financiamiento complementario.

A las necesidades de consumo y las de infraestructura, se pueden agregar acuerdos con otras mutuales, previstos en la ley, para aprovechar su experiencia en temas como atención médica, turismo, seguros y financiación de proyectos personales pequeños. Deberán ser creativos para sumar las facetas deportivas, de recreación local, la cultura, la comunicación masiva.

El proyecto de una mutual, cuando se recorre el texto de la ley 20.231, no tiene otro techo que el que fijen sus propios miembros.

Hasta lo previsto en una ley tan abarcativa puede quedar chico cuando un grupo entusiasta navega dentro del concepto. La gente de Santa Fe ya sueña con organizar en cooperativa a los muchachos que entregan comida a domicilio y suministrarle las herramientas informáticas para que puedan eliminar su dependencia de la rapiña multinacional actual. O la gente de Puerto Madryn, sin miedo a la tecnología, ya está haciendo pruebas para domesticar definitivamente el uso alimenticio de las algas, que ha sido un latiguillo durante décadas y siempre se pensó como negocio, en lugar de entender como llevar el tema a escala pequeña, artesanal y a la vez de calidad.

Enumerar todas las ideas que conciben los dos grupos los podría exponer como constructores de utopías. Lo saben. No por eso dejarán de identificar títulos de posibilidades. Pero se están aferrando a una secuencia de construcción que les puede llevar años, donde dar pasos firmes es más importante que pasos largos.

Si ellos pueden, muchos podrán. El grupo promotor necesario no es mayor de 20 personas. La meta posterior es lograr superar los 1000 afiliados a la Mutual. A partir de allí, con cuidado, no hay retroceso posible.


El premio: construir la vida colectiva, agregando cada vez una nueva faceta, para dejar atrás la indefensión, el aislamiento, la zozobra.*

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