Por Daniel Moreira
Crónica de un debacle anunciado
(Por Daniel Moreira (Especial para Motor Económico)) No estudiamos magia. Nada sabemos de ilusionismo. Mucho menos somos visionarios ni médiums. Pero muchos de los pequeños y medianos empresarios de este país sabíamos que, tarde o temprano, la economía real le tocaría el timbre a tanta timba financiera.
La disparada del dólar a $42 es una pieza más de un rompecabezas que comenzó a construirse hace ya bastante tiempo, más precisamente el 10 de diciembre de 2015.
Desde el inicio de esta gestión advertimos que el modelo que proponía Cambiemos venía a implosionar el mercado interno y, con tamaño desguace, se llevaría puestas a todas las pymes que viven del poder de compra de los trabajadores.
Dijimos que la dolarización de precios como los de combustibles y tarifas, para una economía que se sustenta fundamentalmente del consumo; la apertura indiscriminada de las importaciones; y las tasas de interés cada vez más récord -que alarman al mundo- sólo multiplicarían la devaluación.
Pero los pymes nunca fuimos oídos. Y si nos escucharon, eligieron ignorarnos en pos de apostar por un modelo de valorización financiera, para que ahora nosotros paguemos las consecuencias.
Aquellos que no vivimos de la timba, sino que nuestro único ingreso se genera por medio de la actividad industrial o comercial, nos vimos obligados a bajar nuestras persianas en estos días.
Hoy los pymes no podemos presupuestar: nos quedamos sin precios de referencia en materias primas para los próximos días, porque sube el dólar y suben los insumos, como la chapa, el plástico y otros materiales que sirven a nuestra producción, y que están dolarizados.
En síntesis, el circuito está parado, como efecto colateral del estallido del tipo de cambio, que convulsionó el sistema general de precios.
No podemos comprar ni vender, no sabemos cuánto vamos a perder mañana. Y cuando hablamos de perder, no hablamos de ganar menos. Nos referimos a perder, literalmente. Hablamos de no poder pagar sueldos a empleados, de no poder retirar nuestro propio sueldo, hablamos de generar deuda que no podemos pagar; hablamos de fundir.
Para peor, aquellos que facturamos hace 90 días palpamos en carne propia la debacle a la que nos encaminamos, comenzando a cobrar cheques de operaciones pactadas con un dólar que rozaba los $25 y reponiendo nuestra materia prima a más de $40.
Como aditamento a la crisis, sabemos que los combustibles subirán nuevamente este fin de semana; así cómo también harán lo propio las tarifas de gas -aumentos que se materializarán en octubre- y ya se estima que la suba será superior al 50 por ciento.
Este espiral que se va cerrando sobre sí mismo, volverá a impactar en los bolsillos de la población que, nuevamente, deberá achicar sus gastos corrientes y mermará el consumo interno, una vez más.
En este punto no hay secretos, ni juegos financieros como en la timba: las pymes vivimos del mercado interno, del sueldo de los trabajadores. Es mentira que si bajan los sueldos somos más competitivas: si bajan los sueldos no vendemos. Si no vendemos, cerramos. Y si cerramos, dejamos gente sin trabajo.
Quizá por el ruido que provocó la licuadora de salarios, la disparada del dólar de esta semana fue una alarma que despertó a muchos de los que aún confiaban en este modelo insustentable. Pero lamentamos que, de seguir por este rumbo, este no será el final. Sino que la cuestión irá de mal a peor.
Por eso necesitamos cambiar el final de este cuento con un giro de 180 grados en la política económica. Necesitamos un modelo que vuelva a apostar por la producción nacional. Necesitamos llevar adelante un plan de acción para recuperar el protagonismo de los sectores de la economía popular, los cuentapropistas, las cooperativas de trabajo, los productores rurales y las pymes, como base para el crecimiento del país
De lo contrario, sólo veremos más hambre y más miseria para el pueblo. El final de esta crónica está escrito hace tiempo y termina con la sentencia de muerte a la producción nacional. Y no podemos permitir que eso pase.
- Presidente del Frente Productivo Lanús y titular de Asociación Pyme
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