Motor Pymes

Por Damián Regalini/ Motor de Ideas/11

La clave del desarrollo nacional está en la política

(Por Damián Regalini (*) Especial para Motor de Ideas 11) Análisis de los factores o variables antiproductivas que provocaron el “industricidio” en la gestión Cambiemos: 20.000 pymes desaparecieron en cuatro años. La necesidad de una representación contundente a nivel político de las pymes y la industria en sí para lograr un desarrollo sostenible.

Se terminan cuatro años de vigencia de un plan económico neoliberal en la Argentina. Las pequeñas y medianas industrias llegamos al final con casí 20.000 empresas que se quedaron en el camino y con la inmensa mayoría de los sobrevivientes transitando una profunda crisis. Pocas veces en la historia de nuestro país hemos experimentado un deterioro tan rápido y tan profundo de la actividad productiva, al mismo tiempo en que hemos asistido en paralelo, y como contracara de la crisis industrial, a una extraordinaria performance del sector financiero y energético.

Sin embargo, la crisis industrial de estos últimos años no se explica solo con las variables financieras y energéticas, sino que a éstas hay que agregarle otros tres elementos que fueron determinantes para la caída: la importación indiscriminada de artículos de consumo, la altísima carga impositiva y la desregulación del precio de los productos de la canasta básica de subsistencia de las familias argentinas.

Estos cinco factores que han confluido en lo que hemos llamado la “tormenta perfecta” para las pymes industriales han operado tanto en el nivel de la demanda como en el de los costos, afectando seriamente la rentabilidad de nuestros negocios. La desaparición de muchas empresas y la gran descapitalización de las sobrevivientes fue el resultado de esta acción conjunta de variables anti-productivas.

Tanto el tarifazo energético como el ridículo nivel de las tasas de interés significaron golpes dobles para la industria. Desde el punto de vista de la demanda dejaron consumidores con menos poder adquisitivo y menor capacidad de crédito. Este doble golpe del crédito y de la energía significó una trampa mortal para la rentabilidad de las pymes industriales en este escenario de profunda recesión. Los impresionantes incrementos que hemos tenido en la energía y en las tasas de interés han sido muy difíciles de trasladar a los precios en un mercado recesivo. Durante los últimos años las pymes industriales experimentamos entre nosotros una competencia suicida de rebaja de precios para conservar un mercado que se achica todos los días un poco más, mientras que nuestros costos no paran de aumentar.

La apertura importadora indiscriminada en un contexto de crisis internacional de sobre-producción y liquidación de stocks por parte de las grandes potencias industriales también juega su rol en esta severa crisis que vivimos en el sector. Pone en evidencia a un gobierno ajeno a la situación internacional y desinteresado por la buena salud de la producción local. Con esa misma indiferencia e inacción ha permanecido el gobierno de Cambiemos ante el funcionamiento de los mercados de materias primas básicas, alimentos y medicamentos, cuya dinámica ha empobrecido a la población y ha deteriorado el mercado de consumo de las empresas nacionales.

A la hora de realizar un diagnóstico más certero de la crisis es necesario una evaluación correcta y una distinción entre los síntomas y las causas que la generaron. Podemos identificar a los cinco elementos de la “tormenta perfecta” que sufrimos las pymes industriales como los síntomas de un Estado que le dio la espalda al trabajo nacional y a la producción nacional. Sin embargo, el problema que vivimos se origina en la política con la decisión del gobierno de Cambiemos de entregar a los representantes de las grandes corporaciones (energéticas, financieras y el lobby importador) los puestos claves en el Estado Nacional para definir el rumbo económico. De esa decisión política surgieron desde el Banco Central, el Ministerio de Energía y el Ministerio de Producción las políticas que hicieron desaparecer a 20.000 pymes en sólo cuatro años.

Teniendo en cuenta que el origen de la crisis industrial y económica se originó en y por la política las elecciones de octubre se perfilan como un horizonte de renovación y de esperanza para el sector de las pymes y para la industria. Todo parece indicar que habrá un cambio de signo político en el manejo del Estado Argentino y que ese cambio será favorable para estos sectores. Para empezar a resolver la crisis de las pymes y de la industria hacen falta funcionarios ocupando el gobierno que cumplan dos requisitos indispensables: primero que estén capacitados para entender la temática productiva, y segundo que pongan el interés público por encima del interés de cualquier grupo o corporación privada. Estos dos requisitos resultan centrales y fundamentales para encarar cualquier tipo de política de desarrollo, ya que la suerte de la industria nacional y de las pymes está atada a la mejora de la calidad de vida de la inmensa mayoría de los argentinos, y por lo tanto del interés general.

El manejo del Banco Central, del Ministerio de Producción y de la política energética, junto con una amplia moratoria impositiva son la clave para que en el corto plazo se empiece a destrabar la crisis. Con una política de crédito adecuada y competitiva, un abordaje de la energía como vector de competitividad de toda la actividad económica y del consumo de la población, sumado a una inteligente administración del comercio exterior se pueden sentar las bases para, en una segunda instancia, la elaboración de un plan estratégico de desarrollo productivo nacional.

En términos enunciativos, organizar un gobierno orientado al desarrollo productivo de la Argentina parece una tarea sencilla, sin embargo hay que tener muy presente que requerirá de un fuerte apoyo político por parte del sector industrial y el sector de las pymes, cuya capacidad de presión y de influencia es mucho más débil que la de otros sectores (corporaciones extranjeras, sector financiero, grandes corporaciones exportadoras de granos, etc.). Por una parte, el espacio político de las pymes presenta una importante dispersión, un muy débil vínculo con el universo que pretende representar, y su dinámica de construcción política se concentra más en la visibilidad pública de su problemática que en cuestiones gremiales. La falta de espacios institucionales que vinculen al Estado con los representantes de las pymes explica su marginalidad política y su perfil basado en lo mediático. Por otra parte, los grandes industriales nucleados en la Unión Industrial Argentina (UIA) se comportan políticamente de modo opuesto al de las pymes, pero con la misma desconexión del universo que pretenden representar. Su dinámica política se concentra en la cuestión gremial y en la negociación de beneficios, subsidios y otras cuestiones, al mismo tiempo que resguardan su relación pública con los oficialismos de turno. El sesgo ideológico repleto de contradicciones también juega un rol importante entre varios de los dirigentes de la UIA que piensan y opinan como banqueros neoliberales, pero se benefician de las políticas populistas. Esta lógica de la UIA ha llevado a la centenaria institución industrial a adoptar una posición de silencio cómplice frente al industricidio que tuvo lugar durante el gobierno de Cambiemos.

Este escenario de débil representación política de nuestro sector es, quizá, una de las dificultades más importantes que tendrá el próximo gobierno para encarar y consolidar un plan de desarrollo productivo integral. La capacidad de transformar los intereses particulares en intereses generales es lo que está en juego, y en ese partido la industria y las pymes nos encontramos con una clara desventaja. La escases de recursos de las pymes organizadas políticamente, la dispersión representativa, la dinámica individualista y acomodaticia de los grandes industriales, y la ausencia de espacios institucionales explican el cuadro de debilidad, frente a otros sectores que poseen una capacidad financiera inmensa, y por lo tanto una poderosa capacidad de penetración en la política y en el mismísimo Estado para definir las políticas económicas. En este sentido, hay una carta que el próximo gobierno puede jugar para obtener un apoyo político con mayor densidad por parte del sector industrial y del sector pyme: se trata de la formulación de una ley de entidades gremiales del sector industrial que ordene y genere financiación de lo que hoy está desfinanciado y desordenado, y por lo tanto destinado a la marginalidad ideológica y política.

Se trata de entender que el problema del desarrollo argentino es, fundamentalmente, político y que no habrá una evolución industrial significativa sin un apoyo sólido del sector que representa políticamente a las pymes y a la industria.

(*) Damián Regalini Consejo Productivo Nacional

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