Por Ariel Aguilar
Tres años de un modelo de País que no incluye a la industria
El empresario marroquinero Pyme, Ariel Aguilar, dirigente de CGERA e integrante de la Agrupación Gelbard escribió una nota para Motor de Ideas: #TresAñosNeoliberales donde realiza un detallado análisis de lo que significó para la pequeña y mediana empresa la política económico-financiera aplicada y da una propuesta de salida.
(Por Ariel Aguilar (Especial para Motor de Ideas)) La segunda etapa neoliberal en Argentina cumple tres años. Después de 12 años de políticas que hacían del mercado interno y la industria su motor de crecimiento, nuestro país inició en diciembre del 2015 un nuevo ciclo donde el neoliberalismo determina el rumbo de nuestra patria.
Si analizamos lo que ha sucedido con nuestra industria en estos tres años del gobierno de Cambiemos, los resultados son lamentables. Argentina volvió a ser el experimento donde aplicar todas las políticas que exige la llamada integración inteligente en el mundo. La implementación del modelo comenzó con una fuerte devaluación que redujo drásticamente el poder de compra de los salarios, siguió con la eliminación de todo tipo de restricciones cambiarias que permitieron una enorme fuga de capitales, aumentos de tarifas de más del 1500 por ciento, eliminación de subsidios al transporte, salud, educación etc., aumento de las importaciones de alrededor del 80 por ciento promedio en bienes de consumo, tasas de interés en la actualidad de más del 70 por ciento que no solo hacen imposible cualquier emprendimiento productivo sino que alientan a la especulación financiera permanente, o la eliminación de todos los programas que quedaban en el Ministerio de Producción de fomento a la industria. Todas estas medidas generaron el cierre de 9000 pequeñas y medianas empresas y la pérdida de cien mil puestos de trabajo del sector industrial.
Lejos de cambiar el rumbo económico por el desastre productivo que ha generado, el Gobierno plantea, a partir del acuerdo firmado con el FMI, la profundización del mismo como único e inevitable camino para lograr el “crecimiento definitivo”. La concepción casi religiosa de sufrimiento y redención es una de las reglas básicas del neoliberalismo. Siempre lo mejor está por llegar. Hoy es la teoría del segundo semestre, en los años noventa estábamos mal pero íbamos bien. El derrame nunca llega porque el vaso cada vez es más largo y siempre beben los mismos. Ya sabemos cómo terminan las experiencias neoliberales para los países periféricos.
El primer desafío que tenemos, quienes creemos en un proyecto de crecimiento y redistribución del ingreso como ejes de desarrollo, es enfrentar al neoliberalismo no solo desde la concepción económica sino dando la batalla cultural.
Hace pocos días, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la “Conferencia de Clacso 2018” afirmaba que más que una teoría económica el neoliberalismo es una construcción política, como en la posguerra lo fue el estado de bienestar que impulsó el capitalismo para poner un freno al avance de la ideología comunista que avanzaba en muchos países de Europa. Partiendo de esa afirmación debemos decir que claramente el modelo neoliberal es una construcción sobre el sentido común, porque si analizamos sus políticas en términos estrictamente económicos nuestra sociedad no podría elegir un proyecto que empeoró sus condiciones de vida.
Sin embargo una gran parte de nuestro Pueblo sigue esperando la recuperación prometida y apoya un Gobierno que claramente va contra sus intereses. Con la ayuda de los medios de comunicación, el neoliberalismo se ha instalado como una cuestión de fe donde los hechos y la verdad no importan, un lugar donde la salida individual, disfrazada de emprendedurismo, es posible ya que cabalga sobre una lógica según la cual todos nacemos con las mismas posibilidades, y llegar a determinadas metas es solo una cuestión de esfuerzo. Todo esto es una construcción política y la batalla hay que darla en términos políticos.
En este sentido debemos decir que los llamados gobiernos “populistas” que hacen de la producción, el trabajo, el crecimiento colectivo y la ampliación de derechos, las bases de sus políticas de estado que generan cambios positivos reales en la vida de las personas, han sido incapaces de explicarle a la sociedad que cada una de esas medidas no eran una casualidad sino la construcción de un proyecto político que decidía intervenir de manera contundente a favor de las mayorías. En el caso de los industriales Pymes, por tomar un ejemplo, podemos afirmar que crecimos, generamos empleo, hicimos inversiones y desarrollamos mercados porque había un estado presente que administraba el comercio exterior, subsidiaba la energía y los combustibles establecía tasas de interés orientadas a la producción, fortalecía el mercado interno etc. Sin embargo, muchos colegas no pudieron entender que su crecimiento estaba directamente ligado al proyecto de país que estaba en marcha y muchos no supimos explicar a otros empresarios y a los trabajadores que fabricar zapatos, camisas, bulones o heladeras, además de una apuesta empresaria es definitivamente una decisión política. Este error de naturalizar los hechos sin explicar lo que se estaba construyendo, de no hacer de estos logros una verdadera construcción política, le dejó el espacio al neoliberalismo para que atribuya cada una de esas conquistas a un hecho del esfuerzo individual que además no le permitía crecer más porque el estado intervenía demasiado.
Ahora bien. Por un lado, hay que seguir dando esta batalla de sentido común, pero además el otro desafío sí es económico y hay que analizar cómo se encara un nuevo proyecto de crecimiento y desarrollo. Hay medidas que sabemos que un nuevo gobierno, que vuelva a hacer de la producción y el trabajo las bases de su modelo, va a adoptar, como la administración de las importaciones, la recuperación de los salarios y el consecuente crecimiento del mercado interno, tasas de interés productivas, etc. Pero lo fundamental para la nueva etapa es trabajar también sobre los monopolios y la concentración de insumos básicos que determinan los costos de las estructuras productivas y que además influyen en todas las variables económicas, realizar una verdadera reestructuración tributaria de sentido progresivo, plantear un nuevo esquema de retenciones a las exportaciones agropecuarias, para que una parte de esos derechos de exportación se redistribuyan sobre las diferentes cadenas de valor para incentivar el agregado de valor.
Otro punto importante sería que a medida que los sueldos se vayan recuperando y se acerquen al 50 y 50 de la participación del salario y el capital en el ingreso nacional, empecemos a analizar cómo se componen las mitades del capital y el trabajo ya que no es lo mismo como redistribuye una Pyme o una gran empresa para citar un ejemplo.
Han pasado tres años de neoliberalismo en Argentina y los resultados están a la vista. Ahora comienza el desafío a la construcción política neoliberal, y aunque será una disputa permanente, la consolidación económica y política con medidas estructurales permitirá ir avanzando en la batalla cultural y si no queremos volver a vivir un tercer ciclo neoliberal no nos podemos volver a equivocar.
- Dirigente de CGERA. Integrante de la Agrupación Gelbard. Colaborador de Motor Económico
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