Por TavoCibreiro(*) / Especial Motor Económico
Estudiar Comunicación, ¿Para qué?
(Por TavoCibreiro(**) ) En Argentina, aunque por momentos no lo parezca, cuando hablamos de comunicación, también hablamos de estado presente, participativo y, como quizás no suceda en otro sector, promotor de políticas a largo plazo. Cada año, desde sus diferentes configuraciones, prepara y capacita a decenas de miles de profesionales y hasta les otorga un certificado donde se garantiza el conocimiento adquirido. Desde Universidades Nacionales hasta Institutos terciarios, pasando por escuelas con orientación y cursos oficiales, se trabaja a destajo para formar locutores, productores, periodistas, operadores, comunicadores y un etcétera tan grande, como el presupuesto necesario para cumplir con ese objetivo pedagógico. Ahora, ¿Qué sucede con esa gente una vez terminada su preparación?
La respuesta es clara y contundente: Poco. Es justo allí donde el estado les suelta la mano y entra en una de las tantas contradicciones que afectan directamente al sector. Entonces, a la mayoría de los egresados y egresadas les cuesta insertarse en el mercado laboral. Esa imposibilidad no surge de la falta de conocimientos o de voluntad, ¡al contrario!, nace de la ausencia casi total de oportunidades. En otras palabras, el estado está muy presente en la etapa formativa pero muy distraído en la ampliación de las ofertas laborales. Claro, esos puestos de trabajo faltantes necesitan un mercado más plural, diverso y menos concentrado.
En este sentido, hace algunos días, acertadamente, Héctor Sosa, editor de Motor Económico, preguntaba: “¿Qué tipo de estudiantes y egresades van a generar las 30 universidades de comunicación en Argentina? ¿Para Clarín o para medios de comunicación popular? Obviamente, estás necesarias preguntas tienen varias respuestas. Por un lado, la dimensión política de la comunicación nos brinda una línea para abordar y analizar. Como ya sabemos de memoria, los poderes hegemónicos primero se insertan en la cultura para luego dejarse ver en la economía. Para ello, no sólo utilizan los medios masivos, sino también, los planes de estudios y la industria del óseo. En algún momento, el estado deberá terminar con esta lógica y proponer una alternativa viable y sostenible en el tiempo. De continuar por el actual sendero, se ahondará en la inseguridad informativa, el monopolio de la palabra y en peores condiciones de empleo, por nombrar caprichosamente algunas cuestiones. En el otro lado, justamente, aparece la dimensión estrictamente laboral. Mucho en pocas manos, no funcionó. Sólo trajo desocupación y pésimos salarios. En consecuencia, por aquello y por esto, resulta imprescindible modificar este escenario.
Sin dudas, más allá de cualquier chicana, la siguiente etapa deberá tener a la comunicación no hegemónica en el centro de las decisiones. No sólo para encontrar autonomía discursiva y simbólica –exhortada en cualquier proceso emancipador -, sino también, para generar riqueza y empleo digno y genuino. El tercer sector, como se denomina a los medios pymes, no comerciales ni estatales, cuenta con mucha capacidad instalada lista y en funcionamiento. En cada rincón del país existen radios, canales de televisión y espacios digitales activos las 24 hs y con buena calidad artística.
En síntesis, durante los últimos 50 años, la ilusión corporativa ha monopolizado la construcción de los espacio comunicacionales en el país, relegando contenidos y miradas, agudizando las malas condiciones de empleo y potenciando la concentración en todas sus variantes. Una de las tareas irrenunciables del estado, es terminar con esta lógica de desarrollo y, en simultáneo, visualizar alternativas posibles. Vigorizar la comunicación no hegemónica es una opción tangible, en desmedro de nadie y en favor del trabajo, la dignidad y, fundamentalmente, de todos y todas.
(**) Comunicador popular. Integrante de Motor de Ideas y Motor Económico/ Periodista. Integrante de Mueve Argentina y Ucaya. Fundador de FM Fribuay 90.7
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