Mundo futuro

El Instituto Varsavsky, equipo multidisciplinario que reúne a jóvenes profesionales, proponen la elaboración de “superalimentos” por parte de la Economía Popular.

¿Cuál es el aporte de la Ciencia y Tecnología a la lucha contra el hambre en Argentina?

(Por Estefanía Cendón) Los miembros del Instituto Varsavsky, equipo multidisciplinario que reúne a jóvenes profesionales, proponen la elaboración de “superalimentos” por parte de la Economía Popular. Estos productos cuentan con un perfil nutricional mejorado y fueron desarrollados por científicos y tecnólogos argentinos. “Este tipo de alimentos no sólo contribuyen desde lo nutricional, sino que generan trabajo e implican innovación. Deseamos que sea una herramienta a disposición de Desarrollo Social destinada a sectores vulnerables en primera instancia”, aseguran.

El impacto de la pandemia en términos económicos y sociales no ha hecho más que agudizar un conjunto de indicadores profundamente dolorosos para nuestra sociedad. En septiembre de 2020 el INDEC señalaba que más de la mitad, 56,3% para ser exactos, de los menores de 14 años en Argentina eran pobres. En 2021 las cifras continúan siendo preocupantes: el comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en la Argentina estima que la pobreza infantil llega al 62,9%.

Ante un panorama mundial incierto se suma la necesidad de adoptar medidas de carácter urgente para contener el avance de la COVID-19 y evitar el colapso sanitario y económico en nuestro país. A pesar de la lucha a contratiempo que nuclea el esfuerzo de múltiples sectores de nuestra sociedad resulta imprescindible analizar, debatir, proyectar y redoblar acciones que, con contundencia, permitan contrarrestar el impacto del hambre en la Argentina.

El equipo de profesionales que integra el Instituto Tecnológico Oscar Varsavsky, espacio en el que confluyen jóvenes técnicos de la Ingeniería, Ciencias Sociales y Ciencias Exactas, entre otras ramas, trabaja en el relevamiento de alimentos funcionales o “superalimentos” desarrollados por científicos y tecnólogos nacionales. Los mismos cuentan con un perfil nutricional mejorado, sin perder sus características sensoriales o su morfología.

“El Varsavsky viene a proponer un relevamiento de las tecnologías disponibles y agentes productivos, tales como cooperativas y empresas recuperadas, que puedan llevar a cabo la elaboración de estos productos. También sumamos un equipo de especialistas capaces de brindar oferta tecnológica ante un posible convenio que nuclea al Estado, como comprador y distribuidor de los alimentos funcionales, y a los agentes productivos de la Economía Popular como demandantes de tecnología y capacitación”, detalla Thomas Viscovich,integrante del Instituto, en diálogo con Motor Económico.

Entre los alimentos funcionales relevados, el ingeniero electrónico Gonzalo Aranda menciona tres desarrollos que podrían ser producidos en escala por la Economía Popular. Uno de ellos es el “SuperPan”, proyecto engendrado en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) e impulsado por un grupo de científicos de dicho organismo, un productocompuesto por una sustanciosa fuente de proteínas y expuesto a radiación gamma para extender su durabilidad y facilitar así el almacenamiento.

“Nos hemos reunido con el equipo a cargo de la irradiación de alimentos en la Gerencia de Aplicaciones y Tecnologías de lrradiaciones de la CNEA. El Superpan podría ser elaborado en el AMBA, dado que presenta entre 30 y 45 días de duración post irradiación, y no requiere de cadena de frío. Luego hay dos plantas disponibles para realizar la irradiación: una ubicada en el Tigre, que es privada, y otra planta más pequeña en el Centro Atómico de Ezeiza dentro de la CNEA”, especificó Aranda.

Otros alimentos relevados por el Instituto Varsavsky son la “SuperSopa”, una sopa concentrada rica en nutrientes producida por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ); y el “Snack Saludable”, proyecto elaborado por el CONICET cuya composición de elevado contenido proteico, fibra alimentaria y bajo contenido de lípidos incluye chía, quinua, trigo y avena.

Salto de calidad

Viscovich pone en relevancia una de las principales trabas a superar y que encierra una contradicción en el terreno de producción de los superalimentos: “Este tipo de desarrollos funcionan a escala de laboratorio, pero el problema está en escalarlo a una producción de tipo industrial. Si bien la motivación principal es que tengan un fin social, el mayor desafío es que el producto pueda ser no sólo comercializado, sino también distribuido”.

Desde el Varsavsky trabajan sobre el Registro Nacional de Empresas Recuperadas como base de datos que les permite inferir cuáles son las empresas aptas para producir este tipo de alimentos. A modo de ejemplo, para el caso del SuperPan se requiere de una planta habilitada, hornos y amasadoras industriales, por lo que cualquier cooperativa que cuente con la expertise necesaria en términos de producción alimenticia puede realizarlo.

“Nos interesa proponer la elaboración de este tipo de alimentos que no sólo contribuyen desde lo nutricional, sino que generan trabajo, implican innovación en tecnología y pueden ser desarrollados por la Economía Popular. Deseamos que esta sea una herramienta a disposición de Desarrollo Social para que los alimentos sean destinados en primera instancia a sectores vulnerables. En una segunda etapa se piensa el acceso para toda la población”, aseguran los miembrosdel Instituto.

A lo que el ingeniero Aranda añade: “Entendemos que la situación social y económica del país amerita cierta urgencia, por ello estos productos son importantes y resulta necesario implementarlos. Asimismo, debemos pensar cómo desarrollar nuevos alimentos que mejoren la nutrición de los chicos. Nuestro objetivo a futuro es brindar asistencia a productores agroecológicos, lo que nos permite completar un eslabón importante de este circuito”.

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