Claudio Guevara
Cómo el algoritmo secuestró a la democracia
(Por Claudio Guevara) El conocimiento íntimo de los individuos le abre la puerta a una nueva forma de gerenciamiento político de las sociedades. Breve semblanza del Totalitarismo 2.0.
Un nuevo paradigma de conocimiento y manipulación de la sociedad emerge de la formidable concentración de datos y recursos que acumulan las redes informáticas. Las aplicaciones interactivas, plataformas de redes sociales, telefonía móvil e inteligencia artificial colectan cada día millones de datos personales y dominan cada vez más la vida de la gente. Cinco corporaciones planetarias que hunden sus raíces en el corazón del sistema financiero mundial. Lo saben todo sobre nosotros.
El conocimiento íntimo de los individuos, el control en tiempo real de sus desplazamientos y consumos, pensamientos y emociones, le abre la puerta a una nueva forma de gerenciamiento político de las sociedades. Totalitarismo 2.0 puede ser un nombre apropiado: el ciudadano depende de las redes de servicios para casi todas sus operaciones vitales, es sujeto de un espionaje cibernético permanente y crea su idea del mundo en la burbuja perceptual del sistema. El poder puede aspirar a un control total de su vida. Y -a través de la manipulación, el chantaje o el crimen contra personajes influyentes- de la entera sociedad.
Cómo Internet está matando la democracia
José María Espona en “Totalitarismo Tecnológico Versión 2.0: Por qué el avance tecnológico y la crisis financiera nos lleva inevitablemente al Totalitarismo” advierte que se está configurando una dictadura electrónica sin precedentes, un sistema controlado por una minoría capaz de manipular la mecánica de los partidos políticos, de los grandes medios de comunicación, cambiar la legislación y utilizar el propio aparato del Estado de Derecho. Espona denomina "tiranía bancaria" a este régimen disfrazado de "democracia".
Jaime Bartlett, que estudia la relación entre nuevas tecnologías y democracia, en su libro “El pueblo versus la tecnología: cómo internet está matando la democracia”, pronostica que si la política no impone su autoridad sobre el mundo digital, la tecnología destruirá la democracia y el orden social tal como los conocemos.
Por el momento, mientras se demora un marco normativo que detenga su concentración en manos privadas, la tecnología está ganando esta batalla. Sociedades enteras están siendo capturadas, teledirigidas, heterodeterminadas por una sofisticada coordinación de dispositivos. Un puñado de programadores está imponiendo una nueva forma de control social a escala planetaria.
América Latina es un territorio vulnerable. Países como Argentina, Brasil y Ecuador son laboratorios avanzados de la tendencia, donde bajo el ropaje formal de la democracia se va consolidando un nuevo modelo de gestión política: el Totalitarismo 2.0. ¿Cuáles son sus características, sus patrones más visibles?
Tendencias del Totalitarismo 2.0
El poder colonial se deslocaliza y se invisibiliza. Décadas atrás, las estrategias de dominación colonial eran manifiestas y visibles. El Imperialismo industrial, de violencia explícita, hería sentimientos nacionales y provocaba procesos de resistencia y acumulación de fuerzas populares. Ahora el Imperialismo financiero pone el énfasis en la invisibilidad y en la creación de una subordinación consentida. No se sabe a ciencia cierta dónde ni quién encarna el poder. La tecnología digital sobrepasa el modelo “democrático- nacional” y es no-geográfica y descentralizada. Las redes tecnológicas son poderes supra-nacionales sin domicilio fijo.
Describe Adolfo Moreno: “Este grupo de corporaciones domina el mundo como antes lo hicieron las potencias coloniales. Sin derramar sangre, logran capturar miles de millones de “almas”. Su poder reside en el algoritmo”. Rosa Miriam Elizalde lo llama Colonialismo 2.0.
En esta etapa, los golpes de Estado y los magnicidios son reemplazados por revoluciones de colores, golpes suaves y asesinatos encubiertos y selectivos. Las invasiones militares con ejércitos de bandera dejan su lugar a ejércitos difusos y tropas mercenarias. La proscripción de partidos y los prisioneros políticos han sido reemplazados por el lawfare, el linchamiento mediático y el aislamiento de los líderes por la propaganda. Las metrópolis imperiales vuelven a someter a las antiguas colonias emancipadas, pero ahora merced a “la voluntad de las urnas”, “el clamor de los mercados” y el deseo de los usuarios.
Una simbiosis gobierno-justicia-medios impone su propia realidad virtual. La antigua división de poderes propia del Estado de Derecho se va convirtiendo en una gestión monolítica y sin fisuras de un poder homogéneo y unificado. Las instituciones republicanas son cooptadas. Una extraordinaria coordinación de acciones e intereses mancomunados reemplaza las diferencias de criterio, las deliberaciones y los contrapesos entre los diferentes poderes. Los noticieros crean culpables para explicar el siempre creciente empeoramiento de las condiciones de vida. Mediante un retorcimiento de leyes y procedimientos, ciertos objetivos políticos son encarcelados en procesos judiciales aberrantes y exhibidos como delincuentes en las pantallas.
Se profundiza la militarización y el Estado policial. A la par que el lenguaje cotidiano de los medios glorifica la guerra y la represión, se multiplican las leyes antiterroristas y los dispositivos represivos. Una nube negra de exabruptos en boca de presidentes y ministros advierte a los ciudadanos que las garantías constitucionales y la presunción de inocencia son casi cosa del pasado. Decretos y leyes especiales van configurando un estado de excepción, donde las ejecuciones sumarias y la justicia por mano propia son aplaudidas y alentadas. La TV vocifera consignas y señala culpables y enemigos. Se multiplican los muros y se eliminan derechos. Las negociaciones interclasistas son suprimidas y reemplazadas por un fascismo contractual, donde los más fuertes imponen sus criterios sin contrapesos.
Se avanza hacia el voto electrónico. En las sociedades subalternas se tiende a encerrar dentro del espacio cibernético, pese a que cualquier tecnología electrónica que suplante al voto manual, controlable por cada partido, conlleva inseguridad, vulnerabilidad y posible distorsión de la voluntad ciudadana. Los programadores globales intentan cerrar el cerco. Con el control de los procesos electorales, la dictadura electrónica consagraría el control total del sistema político. Boaventura de Souza lo denomina Fraude 2.0.
El Totalitarismo 2.0 aplica una combinación de ciencia y tecnología, acompañada de una manipulación de las instituciones republicanas, para normalizar el pasaje hacia un régimen político de control centralizado, inadvertido por la población.
Es, como dice Boaventura, la muerte democrática de la democracia.
Referencias
“Cinco monopolios de búsqueda y contenidos construyen el relato en el mundo”. Alfredo Moreno. “América: un escenario de conflicto”, Alfredo César Dachary. “Brasil: las democracias también mueren democráticamente”. Boaventura de Souza Santos. “¿Puede el fascismo ser opción de poder en Venezuela?”. Julio Escalona. “Breaking Out of the Invisible Prison”. Jhon Mac Murtry.
(*) Fuente: TelesurTV
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