Horacio Rovelli
El burrito de Tandil: Capitalismo financiero y círculo rojo
(Por Horacio Rovelli) En la víspera de las primarias de agosto de 2015, Macri definió al Círculo Rojo. Dijo que era un grupo de personas que lo presionaban para que se uniera a Sergio Massa y así frenar al kirchnerismo. No los nombró, pero se refería a los representantes de Héctor Magnetto, Paolo Rocca y Luis Pagani. También a los que Nicolás Maquiavelo definía como los monjes negros de la política. Personajes siempre presentes como Enrique Nosiglia, Emiliano Yacobbiti, Eduardo Duhalde y José Luis Manzano. Una lista a la que se podrían agregar Carlos Grosso, José Bordón y Juan Schiaretti, estos últimos ligados a Franco Macri y, como el resto, funcionales a los grandes empresarios territoriales del país.
Macri no aceptó la presión porque había acordado con el capital financiero internacional. Creyó que esa asociación le permitiría consolidar un fuerte y permanente ingreso de recursos hasta lograr que el país se insertara en el mundo. Una estrategia que en teoría garantizaba un flujo de fondos suficiente para equilibrar las necesidades fiscales y la cuenta corriente de la balanza de pagos; además de los principales precios de la economía, como la tasa de interés, el tipo de cambio, los precios de bienes y servicios, las tarifas y los salarios.
El sustento teórico de tal alianza no es otra cosa que el pensamiento mágico del neoliberalismo. Un imaginario que pretende convertir una ciencia social como la economía en una regla de tres simple. A lo sumo en una ecuación con una sola incógnita. Una muestra del absurdo: que la tasa de interés determina el nivel de inflación. Un mantra que repitió Sturzenegger durante su estúpida gestión al frente del BCRA. Así nos fue. No todo converge ni todo se equilibra por las fuerzas del mercado.
La sarta de inconsistencias teóricas del neoliberalismo es conocida. Uno de sus representantes vernáculos, quizá el más cómico pero no el menos dañino, es Ricardo López Murphy. Trató de hacer lo mismo que intenta hoy Cambiemos. Fue durante el gobierno de Fernando De la Rúa. Duró quince días. Su propuesta incluía un severo programa de ajuste fiscal por 2 mil millones de pesos cuando la paridad era un peso un dólar.
Las medidas que impulsó incluían reducciones de fondos en salud y educación, recortes en las jubilaciones, la anulación de pensiones y becas estudiantiles, achique y ajuste de programas sanitarios, un aumento del IVA para espectáculos culturales y deportivos, la eliminación de la ayuda a pequeños y medianos productores regionales, el despido de 40 mil empleados públicos, la flexibilización laboral y la rebaja en las indemnizaciones laborales. Llegó al extremo de propiciar la privatización del Banco Nación. Nada muy diferente de la hoja de ruta de Cambiemos.
Para ser honestos, lo de López Murphy no es único. Javier Milei, un pre diluviano del liberalismo partidario de Von Hayek y Milton Friedman -como en su momento lo fue Álvaro Alsogaray- es otro que pregona recetas simplonas sobre cómo reducir en un abrir y cerrar de ojos el gasto público en un monto equivalente al 6 por ciento del PIB. Unos 30 mil millones de dólares. Sturzenegger, López Murphy y Milei, formados por universidades y pensadores norteamericanos, repiten prédicas que demostraron ser perjudiciales para el país, aunque funcionales a los ricos y al capital extranjero. Los tres sostienen que el origen de todos los males es el déficit fiscal. Nada dicen sobre la persistente y creciente fuga de capitales.
Las canaletas de la fuga
Los datos surgen del Balance Cambiario del BCRA. Desde que Macri asumió la presidencia y hasta el 30 de junio pasado se fugaron capitales por más de 50 mil millones de dólares. Unos 20 mil millones por turismo; otros 5 mil 700 millones por giro de utilidades y no menos de 6 mil 400 millones por el pago de intereses netos. Una herida profunda en el cuerpo social. Una sangría incontenible que los Sturzenegger, López Murphy, Milei & Cia se afanan por ocultar.
Estos escribas a sueldo tampoco nada dicen sobre la centralidad que tienen en la fijación del tipo de cambio el ingreso y la salida de capitales. Prefieren evitar el enfoque. En especial en tiempos de crisis como el actual, cuando las únicas divisas que llegan lo hacen de la mano del FMI. Para ellos, el único juego que vale es el libre juego de la oferta y la demanda. El mercado, que le dicen. La visión no contempla la dinámica de las exportaciones e importaciones. Si el tipo de cambio se atrasa y la competencia desigual deviene en avalancha importadora y en un nuevo “deme dos” será el mercado el que restaurará el equilibrio.
La historia enseña que la peor parte se la llevan los trabajadores. El atraso cambiario y el libre flujo de capitales terminan en brutales devaluación. Ocurrió en los períodos 1981/1982, 1989/1990, 2001/2002 y nuevamente ahora. Una depreciación del 75 por ciento entre julio de 2017 y el mismo mes de este año. El efecto sobre el precio de los alimentos es brutal. Los salarios, las jubilaciones y las pensiones no se incrementan en el mismo porcentaje. El resultado: una feroz disminución de los ingresos reales de asalariados, jubilados y pensionados.
Los propagandistas del liberalismo local menos dicen sobre los negocios que facilitó Sturzenegger a los capitales especulativos. Tampoco señalan que el BCRA vendió 1.472 millones de dólares a pocos centavos más de 20 pesos el 25 de abril en un intento desesperado para frenar una corrida que prosiguió y que hasta fines de junio pasado se consumió 11 mil millones, pese a que el 22 de junio ingresaron los 15 mil millones del FMI. El salvavidas de plomo dejó las reservas en 63 mil millones. El drenaje, sin embargo, no se detuvo. El último dato disponible señala que las reservas siguieron cayendo. El 24 de julio contabilizaban 59 mil millones. Milei, con generosos espacios en televisión y radio, sostiene que Sturzenegger fue un excelente funcionario.
No es la única canaleta por donde obra el drenaje de divisas. También fluye en las licitaciones y ventas del BCRA con parte de lo desembolsado por el FMI. Un factor al que se debe agregar la política deliberada de emitir Letras del Tesoro Nacional (Letes) -que se pueden comprar en pesos, pero se pagan en dólares- y los bonos dual -que se pueden pagar en pesos o en dólares, según quiera su poseedor-. El camino adoptado para desarmar las Letras del BCRA (Lebac). La deuda (cuasi fiscal) en pesos de la entidad se convierte así y de manera progresiva en deuda del Tesoro nacional. Un mecanismo que, además, significará nuevas pérdidas de reservas internacionales.
Un poco de historia
Miguel Juárez Celman representaba al capital financiero inglés. En especial a la Baring Brothers. Al igual que el resto de la oligarquía local, aceptaba mansamente los precios que imponía el imperialismo británico. Celman y los suyos, sin embargo, no estaban dispuestos a ceder parte de sus ganancias para hacer frente a los intereses derivados de los créditos asumidos por el Estado nacional. El país entró en cesación de pagos. No existía el FMI para garantizar que los acreedores cobraran. A la “rubia albión” le alcanzaba y sobraba con su poder militar. Lo demostró entre fines de 1902 y principios de 1903 con el bombardeo a los puertos de la entonces República de Venezuela por la deuda que tenía el país con las empresas extranjeras.
En la Argentina no hicieron falta cañones ingleses. Sí una primera revuelta nacional que costó decenas de muertes. La llamada Revolución del Parque. La oligarquía trabajó con inteligencia. Celman fue reemplazo por su vicepresidente: Carlos Pellegrini, un destacado hombre de la oligarquía. El mitrismo, liderado por el propio Bartolomé Mitre y el general Manuel Campos -aliado con la “chusma” encabezada por el caudillo radical Leandro Alem-, habían encendido la mecha. El “roquismo”, con Julio Argentino Roca como referente de los conservadores de las provincias, aprovechó la oportunidad.
Pellegrini llamó a un acuerdo patriótico para pagarle la deuda a la Baring Brothers. La banca inglesa aceptó la restructuración de los pasivos. Su prioridad era cobrar. El país retomó el modelo agroexportador. Duraría hasta la revolución del ‘43 cuando fue reemplazo por un esquema diferente: la industria sustituidora de importaciones.
Salvando la distancia y el tiempo, la situación actual es similar. Macri acordó con el capital financiero, pero éste apenas tuvo indicios de que el carry trade llegaba a su fin huyó en bandada. La señal de partida fue la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de elevar su tasa de referencia de largo plazo. Apenas pasó la barrera psicológica del 3 por ciento anual se hicieron con las ganancias.
Ahora, huérfano de apoyo, Macri se aferra al FMI. El desembarco del organismo se explica por varias razones. Una de ellas, y no menor, es la cuestión geopolítica. La obsecuencia del macrismo en materia de política exterior hace de Cambiemos un aliado regional de los centros de poder que alientan el giro a la derecha en América latina. Sin embargo, el factor principal es garantizar a los capitales que no pudieron salir que cuando lo hagan estarán disponibles los dólares que requieran y que la deuda quedará garantizada con activos, como las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) y los recursos naturales.
El plan para que nada cambie
Desde que asumió Macri, los dueños del Círculo Rojo son los principales fugadores de capital. Unos 50 mil millones de dólares salieron hacia cuentas en el exterior. Ahora, fracasado el sueño del pibe, esos dueños, como en otros tiempos la vieja oligarquía, están en condiciones de echar a la versión tandilense del “burrito cordobés”. Incluso tienen un plan. El que presentó el Frente Renovador. Los propician los mismos que presionaron a Macri para que acordara Massa. Está claro: Massa no es Pellegrini, pero tiene una hoja de ruta. Se la escribieron Roberto Lavagna y Aldo Pignanelli: los llamados 14 puntos. Medidas a ejecutar por un nuevo gobierno que, básicamente, se sintetizan en:
a) Régimen de flotación administrada. El mismo modelo que Pignanelli y Martín Redrado pusieron en marcha para contener el dólar cuando fueron presidentes del BCRA.
b) Repatriación de capital y giro de utilidades. Que la primera se puede realizar una vez transcurrido un año desde su ingreso al país. Que la segunda se pueda efectuar en cualquier momento pagando una tasa de ganancia como en el modelo chileno.
c) La sanción de una emergencia aduanera por 180 días para revisar el sistema de importaciones y terminar con las compras al exterior de “productos innecesarios”. Además se propone un “régimen de comercio administrado” para proteger a la económica local.
d) Fijar plazos para la liquidación de exportaciones.
El plan, sin embargo, elude un tema central. ¿Cómo se financia? Sus impulsores, aunque lo consensuaron, evitaron publicar los puntos conflictivos: la colocación de un “bono patriótico” a los poseedores de bienes declarados en el blanqueo y el control de capitales.
Los integrantes del Círculo Rojo ya plantean una restructuración de la deuda pública. Lo hacen desde la fortaleza que les otorga la propiedad de las principales empresas. El otoño del patriarca del grupo Macri y la incapacidad de su hijo los alienta. La estrategia: que el Estado venda las acciones del FGS. Las mismas que buscan recuperar desde hace tiempo. En la movida se anotan, entre otros, los Rocca (Siderar); los Lewis, Mindlin y Macri (Pampa Energía y Edenor); los Britos (Banco Macro); los Constantini (Consultatio); los Miguens (Citrícola San Miguel); los españoles (Gas Natural BAN); los Werthein y Martínez (Telecom); y los Magnetto (Clarín).
El trabajo sucio
Macri hace la tarea sucia de bajar costos laborales y reducir los operativos medidos en dólares para que sean menores que en Brasil. Si no se desprenden de Macri es por dos motivos. Uno económico y el otro político. El Círculo Rojo esperará a que Cambiemos “raspe el fondo la olla”. El decreto que reduce las asignaciones familiares y el aumento sin fin del precio de las tarifas de los servicios públicos y de los combustibles son ejemplos claros de la estrategia.
La razón política es que no tienen un reemplazante. Sus candidatos no miden, o miden muy poco luego de apoyar la aprobación de presupuestos y políticas que explican el enorme endeudamiento actual. Sus candidatos son los que dieron luz verde a la reforma previsional y a los pactos fiscales. Son los que viajaron con Macri a Davos. Son los que temen la vuelta del “populismo”. Creen que en su desesperación la población apoyará a algunos de sus candidatos.
Ellos, los ricos de la Argentina, los que figuran en la revista Forbes con patrimonios multimillonarios, siguen fugando dinero mientras la población paga las consecuencias. Cambiemos no puede tan siquiera cobrarles una tasa de aeropuerto cuando viajan al exterior. Menos aún un impuesto a la compra dólares, como ocurre en Europa. Macri lo sabe, pero debería leer el ejemplo que cita Nicolás Maquiavelo en El Príncipe sobre César Borgia, quien puso al frente de la Romaña a Ramiro de Orco.
La historia no es muy conocida. Vale recordarla. Orco, un hombre cruel y expeditivo al que Borgia dio plena y absoluta potestad, unió y pacificó la provincia. Sin embargo, cuando su protector consideró que ya no era necesaria una autoridad que resultaba odiosa a la población estableció un tribunal civil. Para apaciguar los ánimos, Borgia quiso demostrar que si se había llevado a cabo alguna crueldad, no había nacido de él, sino de la despiadada naturaleza de su representante. Una mañana lo hizo sacar a la plaza de Cesena con el cuerpo partido en dos y un trozo de madera y un cuchillo ensangrentados al lado. “La ferocidad del espectáculo hizo –relata Maquiavelo- que aquellos pueblos quedarán a la vez satisfechos y estupefactos”.
Nota
[1] Las acciones en poder del FGS (Fondo de Garantía de Sustentabilidad) de la ANSeS entre otras son por el 31,5% del capital accionario del Banco Macro; 26,96% de la Citrícola San Miguel; el 26,81% de EDENOR; el 26,63 de Gas Natural BAN; el 26,03% de SIDERAR; el 24,99% de Telecom Argentina SA; el 24,88% de Consultatio; el 23,23% de Pampa Energía; el 23,11 de la Transportadora de Gas del Sur; el 20,32% del Banco Galicia; el 20,04 de Molinos Rio de la Plata SA, el 15,29% del Banco Patagonia; y el 6,1% de AGEA –Grupo Clarín.
(*) Fuente: Socompa
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