Ricardo Rouvier
El deseo inconfesable de la devaluación
(Por Ricardo Rouvier) El 10 de junio del 2016, señalábamos, por este mismo portal (Tecla Eñe), en un artículo que se llamaba “El estrecho sendero de Macri”, lo siguiente: “… el gobierno de Macri camina por un desfiladero, presionado por sus costados. Por un lado, es su corazón ideológico que palpita para disminuir el déficit fiscal; y por el otro, las consecuencias de ordenar las cuentas bajando el gasto, y dejando que la inflación restaure la tasa de ganancia para el empresariado, en desmedro de salarios y jubilaciones. Mientras la actualización del dólar ya hizo su trabajo en los inicios del gobierno, redistribuyendo premios y castigos, y generando un incremento sustancial de la masa de pobres. Entonces, tenemos que por un lado está su fidelidad a las concepciones monetaristas tradicionales y por otro un malhumor social que crece y crece, y permanece agazapado, sin que nadie sepa el tiempo de su paciencia, a pesar de los profetas del apocalipsis. Ese es el desfiladero por el cual camina Cambiemos con su presidente…. un camino a veces un poco más ancho y otros más angosto.”
Que el camino era estrecho lo sabíamos desde que asumió Cambiemos como una primera minoría en un país con tradición y experiencia en luchas sociales, que reacciona ante la amenaza de retroceso en la situación socioeconómico de trabajadores, jubilados y pymes. El retroceso, una vez más, será inevitable, pero tan inevitable como los contragolpes que vendrán. Este movimiento defensivo o de rebeldía al poder no ha sido homogéneo a lo largo de la historia, están los combativos y están los negociadores. Perón conducía a todas sus variantes tácticas, pero Perón no está.
Enfrente, del otro costado del camino, está el círculo rojo, la presión de la ortodoxia, pero ese espacio de presión ha mejorado su team; ha salido el mejor jugador a la cancha: el FMI. Además, el Gobierno ha tenido el aval explícito de varios países centrales, incluido el nuevo miembro en la categoría: la República Popular China.
Ahora, los economistas ortodoxos (que sienten haber acertado con sus profecías; incluidos los 52 minutos de la catilinaria de Melconían) y los editorialistas de los grandes diarios, todos quedaron en un segundo plano ante la Sra. Lagarde.
Ya se sabe lo que va a pedir el organismo internacional, del cual somos socios, va a exigir una mayor velocidad en la disminución del déficit fiscal, prefiere un dólar alto para buscar un mayor equilibrio en la balanza comercial y una supervisión periódica. En el primer punto están las amenazas al sector público (el privado estará atacado por la recesión). Tal vez haya privatizaciones (¿volverán las AFJP?; ellos dicen que no); igual en buena medida esa tarea fue ampliamente cumplida en los 90; bajo la advocación del Consenso de Washington y con la firma del protegido y condenado Carlos Saúl Menem.
Curiosamente el Gobierno caminó tropezando con sus propios obstáculos, llevado por la preocupación por los límites del desfiladero. Esa preocupación, políticamente genuina del Gobierno, comprende a los sectores sociales dispuestos a expresar la protesta social y a otros con intención de sustituir el poder.
El Banco Central jugó en el mercado atacando lo que tiene que defender: el peso argentino. Mentían, en forma reiterada, cuando nos señalaban que estábamos en el camino de la felicidad, cuando en realidad estábamos frente a una recurrente crisis de escasez de divisas, que nuestro país repite desde el segundo gobierno de Perón (crisis de la balanza de pagos en 1951) hasta la fecha. Esa repetición es enmascarada por la repetida referencia al gasto, apuntando la responsabilidad hacia los argentinos, sin dar respuesta a la cuestión de fondo: el desafío del desarrollo.
El negacionismo discursivo de Cambiemos sobre lo que se venía, ubicó los límites del marketing político, no había modo de que el Gobierno dijera algo y eso fuese creído por los ciudadanos de a pie. Para colmo, mañana esos se convertirán en votantes.
Aquellas virtudes destacadas por la prensa sobre el nuevo equipo de gobierno, se concentraban en el del Jefe de Gabinete, en la juventud, la claridad en sus explicaciones, por su capacidad de polemista que se desintegraba por contarnos una realidad que no estaba a la altura de la realidad; una posverdad insuficiente frente a la creciente incertidumbre. Lo que nunca admitió ni admitirá el Gobierno fue que deseaba la devaluación, pero no se atrevía a confesarlo.
En su fuero íntimo el Gobierno consideraba que la sociedad gastaba mucho, tenía un consumo desmedido en algunos aspectos y esto se demuestra en la apreciación de la moneda. Era necesario que los ingresos de todos bajaran uno o varios escalones. Además del empuje exportador que esta devaluación va a tener, habrá un mejoramiento relativo de las economías regionales, es decir habrá mayor distribución desigual de la renta nacional: los trabajadores, jubilados, la pequeña y mediana burguesía estará más lejos de su propio nivel de hace unos meses atrás.
Nadie dijo tampoco con crudeza las consecuencias de la caída del peso. Nadie dijo que estamos llamando a la puerta de la estanflación, que vamos a entrar y que el presupuesto 2018 es papel de rezago. Por otro lado, está la incertidumbre que provoca esta situación en los mercados (grandes especuladores y fugadores de riqueza nacional) en un momento delicado. Hay que prever también, para agregar dudas, los eventuales ajustes de la Reserva Federal de las tasas de interés. O sea que en lo financiero tenemos un escenario inseguro, a lo que hay que agregar una economía que va a deprimirse. La matriz económica del macrismo se limita al Campo, algo de Agroindustria más Servicios (sobre todo financieros). La palabra “industria”, o ramas no tradicionales de la industria se registran como términos ausentes en el discurso oficial.
El gobierno había tenido un espaldarazo con el resultado de octubre del ´17, y ese crédito se disolvió en pocas semanas. En diciembre, la discusión sobre la ley previsional estableció un punto de inflexión en el cuál la caída de popularidad empezó a crecer fuertemente, y se aceleró en las últimas semanas. A la decisión que perjudicó a los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH, le siguió un nuevo tarifazo y la inflación que ya es una constante. Poco tiempo para disfrutar las mieles del éxito y mucho tiempo por delante para recuperar o empeorar el posicionamiento de aquí a octubre del ´19
Hasta hace pocas semanas que se difundía la hipótesis de un triunfo de Cambiemos en el 2019 en la primera vuelta, en base a datos del momento. Dicha hipótesis hoy ha caído, y hay que ver como evoluciona el escenario.
Es curioso observar que el triunfo de octubre del 2017 sumió al oficialismo en la dinámica del “embudo” en que la política se fue achicando, se cree que alcanza con lo que se tiene y la centralización del comando en la Jefatura de Gabinete le hizo perder perspectiva; Monzó y Frigerio lo sufrieron. El problema está en creer que la comunicación política reemplaza a la política y no es así, a veces uno lo advierte cuando ya está en el suelo.
El llamado a un Gran Acuerdo Nacional hecho por TV (seguramente Marcos Peña no debe saber que el nombre lo acuñó el Gral. Lanusse), mostró más una convocatoria de firmantes del presupuesto 2019 que de voces políticas para ser escuchadas. Es decir, se busca corresponsabilidad sobre la escasez que sobrevendrá.
Es indudable que la configuración sobre las próximas orientaciones electorales está en estado de ebullición, con cambios que presuponen modificaciones de las relaciones de fuerza. Está creciendo el “no sabe” o la indecisión entre los votantes de Cambiemos y muchos anticipan que no volverían a votarlos. Sin embargo, lo que no se registra es una capitalización de algún opositor, debido a que las figuras de la oposición tienen un considerable rechazo y hay otras aún no instaladas. Como hecho novedoso aparece un leve mejoramiento de la popularidad de la expresidenta.
En las redes sociales muchos opositores al Gobierno anticipan el naufragio de la administración Macri, pero esta profecía nació el primer día de gobierno. En realidad, si se reflexiona bien, no se observa en las actuales características del escenario nacional que eso sea lo más conveniente para alguna identidad opositora específica, considerando que una crisis de gobernabilidad, que al no ver alternativas configuradas, puede hacer que las aguas derramen en cualquier parte.
En estos últimos días volvió a asomar la figura de Vidal como la bala de plata de Cambiemos. El hecho de que sean sólo rumores no evita la lógica interna de la versión, la caída de popularidad del Pte. y del gobierno afecta a la gobernadora pero menos.
El Gobierno sigue caminando, condicionado, por el sendero cada vez más angosto, aunque no vemos un 2001. Una pared de costado se ha renovado e invade el camino con el FMI a la cabeza; del otro lado, enfrente, está la sociedad con sus urgencias y su paciencia, dispuesta también a ocupar la ruta.
Macri redescubre la importancia de la política y ordena su interna y su equipo; quiere enfrentar el déficit fiscal a través de un acuerdo político y social con un sector de la oposición, los gobernadores y legisladores; pero sin coalición. No quiere pagar solo lo que se viene. Habrá que ver cómo reaccionan los sectores políticos, pero en principio habría comprensión de parte de varios gobernadores que están atados a las promesas de la obra pública. Menos comprensión habrá de parte del sindicalismo, sobre todo el más combativo, que advierte que el oficialismo está herido.
En medio de hechos costosos, el Gobierno cumplió su deseo inconfesable, colocar a los argentinos un piso más abajo.
- Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.
(*) Fuente: La Tecl@ Eñe
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