Artemio López
El gobierno del FMI y el ajuste
(Por Artemio López) Uno de los logros de mayor reconocimiento transversal logrados por Néstor Kirchner en su presidencia tras la crisis del año 2001 fue la recomposición del poder político y su autonomía, reconocimiento que se reflejaba en la metáfora de “recompuso la autoridad presidencial”.
Ciertamente, de los efectos centrales de la crisis inducida por los acuerdos con el FMI durante la crisis terminal de la caja de conversión el central- además del paisaje socioeconómico desolador donde el 27,6% de la población argentina quedó en la indigencia -, fue el colapso del vínculo entre representación política y ciudadanía, ruptura condensada en el emblemático “que se vayan todos”.
A menos de dos décadas de aquel desastre económico, social e institucional sin precedentes en la historia nacional, el gobierno neoliberal vuelve a transitar el camino que como mojón principalísimo supone acordar el monitoreo de la política socioeconómica con el FMI.
Al respecto, sabemos por experiencia propia y ajena que entre las condicionalidades que el rescate del Fondo Monetario Internacional, –la organización lobista por excelencia de los acreedores de deuda – no explicita pero ejecuta, está el paulatino pero irreversible desplazamiento del sistema de decisiones políticas a su campo de pertinencia.
Sin respetar coloratura política, las limitaciones primero socio económicas, y luego políticas e institucionales que impone el FMI a los gobiernos que caen bajo su tutela, son extremas.
Así por caso, en Grecia la denominada “Troika” (Banco Europeo, Comisión Europea y el FMI ) obligó al primer ministro Alexis Tsipras incluso a desconocer el referendo popular impulsado por su propio partido y cuyos resultados negativos recibieron aval parlamentario – consulta que rechazó rotundamente la continuidad de las políticas de austeridad y el rescate propuesto por los acreedores -, acelerando una profunda doble crisis de gobierno y partidaria de Syriza, iniciando en ese marco el recomienzo del ajuste neoliberal, ruinoso para la economía y el pueblo griego.
Más próximamente en Brasil, la petista Dilma Rousseff en su segundo mandato, entregó literalmente la economía al sector financiero encarnado por Joaquim Levy – banquero y ex funcionario del Fondo Monetario Internacional -, delegación que la obligó a profundizar políticas ortodoxas con resultados previsibles de aumento en el desempleo y recesión galopante, lo que provocó una fuerte crisis partidaria en el PT, el vaciamiento del poder político del gobierno y la caída vertical de la popularidad de la Presidente que asumió con 70% de aceptación para en menos de 24 meses caer a niveles de un dígito.
Al respecto señalaba entonces Gilberto Maringoni, profesor de Relaciones Internacionales y dirigente de la Izquierda Paulista: El ajuste dejó de ser una opción para el gobierno. Es su propia razón de ser. Si el ajuste termina, el gobierno cae.
La contracción, los recortes, el brutal superávit y toda la catilinaria del neoliberalismo heavy metal – que Dilma acusó a Aécio Neves de querer implantar – llegó para quedarse. No es Dilma quien nos gobierna. Es el ajuste.
¿Es necesario aclarar que Argentina, con Macri al frente del Ejecutivo no es la excepción? Estamos presenciando ahora mismo la profundización del ajuste socioeconómico y la consecuente licuación del poder político.
Aunque el enorme sistema de medios oficialistas edulcore el “nuevo rumbo” del gobierno y hasta lo publiciten como de “mayor pragmatismo y autonomía política”, lo cierto y fácilmente comprobable -por análisis comparativos internacionales y observando la historia nacional reciente- , es que ya no habrá decisión económica ni política trascendente del Ejecutivo que no requiera primero la aprobación del Fondo Monetario Internacional.
Los recientes cambios en el gabinete requirieron cuando no su impulso su conformidad y ratifican la profundización del rumbo ortodoxo, destinado a reducir el déficit para garantizar la capacidad de pago de intereses de la deuda.
Señalamos profundización de rumbo y ya sin concesiones como las observadas en el año 2017, cuando para enfrentar la coyuntura electoral el gobierno actualizó salarios, planes sociales, jubilaciones y pensiones en línea con la inflación, liberó obra pública y generalizó créditos y préstamos sobre segmentos medios. Todo esto concluyó con el rescate desesperado solicitado al FMI.
Se configura así una coyuntura de gravedad ya no solo socioeconómica sino de fragilidad institucional, un escenario conocido que históricamente siempre condujo a callejones económicos, sociales y políticos sin salida: Estancamiento económico, estrechez de ingresos creciente en los hogares, combinado con disolución acelerada del poder político.
Finalmente, y tal como sucediera con Alexis Tsipras en Grecia durante el año 2015, Dilma Rousseff en Brasil en el año 2014, pero también con Raúl Alfonsín en el año 1989 y Fernando de la Rúa en el año 2001, hoy promediando el año 2018 ya no es Macri quien gobierna, nos gobierna el ajuste.
(*) Fuente: La Tecla Eñe
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