Opinión

Nahuel Sosa

#ElPosTrabajo

La siguiente nota fue publicada en la Revista Digital Motor de Ideas, especial para suscriptores. El Equipo de Motor Económico considera importante compartir algunas de ellas con todos/as nuestros/as lectores/as.

La meritocracia y la cultura del emprendedor son algunos de los nuevos estandartes con los que el neoliberalismo recargado pretende configurar el nuevo mapa laboral. El trabajo full- time o la exclusión social, el actual dilema que impone la CEOcracia.

(Por Nahuel Sosa (Especial para Motor de Ideas)) El capitalismo del siglo XXI ha desplazado al trabajo asalariado formal en tanto relación social predominante de la organización socioeconómica mundial. Lejos quedaron las fábricas, que con sus chimeneas, fueron el corazón de un progreso industrial galopante. La globalización impuso una nueva lógica de acumulación del capital en la cual, el trabajador de overol de los “Tiempos Modernos” de Chaplin, es apenas una pieza minoritaria y privilegiada en el actual proceso de producción. Las intermitentes revoluciones tecnológicas e informáticas como la robótica, la automatización, las redes sociales, y la biotecnología, configuran un nuevo mapa económico en donde se producen cada vez más bienes, materiales y simbólicos, mientras que cada vez se necesitan menos trabajadores para hacerlos. Se incrementa entonces el desempleo, no porque sea inevitable que la tecnología sustituya al hombre, sino porque son los modelos neoliberales recargados los que condenan a las personas a ser sustituidas en los procesos productivos.

El trabajo ya no tiene horarios, no existe más la famosa premisa de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. El trabajo está adentro y afuera de los hogares, somos trabajadores en estado online permanente, pendientes las 24 horas de un mail o un WathsApp laboral que exige siempre una pronta respuesta. El filosofo francés Gilles Deleuze argumentaba que una de las diferencias entra las sociedades disciplinarias que estudiaba Foucault y las sociedades de control actuales, es que en estas últimas, la supuesta libertad del tiempo abierto es un elemento de control continuo y de comunicación instantánea mucho más fuerte que el encierro, hoy el hombre ya no está encerrado sino endeudado. En ese sentido no se necesita de una vigilancia panóptica para que el empleado trabaje, se le da la posibilidad de realizarlo desde su casa, sin embargo, si no lo hace en un tiempo record es reemplazado por un empleado más comprometido con la empresa.

A la oligarquía del siglo XXI ya no le alcanza solamente con tener a un porcentaje de la clase trabajadora desempleada para que sea el “banco de reserva” y le permita disciplinar y nivelar para abajo los salarios de la mano de obra ocupada. Ahora también, nos invitan a disfrutar de las bondades de pertenecer al estamento de los meritócratas, y a los millones de inmerecidos que no son útiles en el nuevo proceso de producción, se los convierte en un residuo social amenazante y peligroso. Inclusión o exclusión, esa es la cuestión. Se es parte o no se es. El ser moderno es en tanto consume, y no consumir es no ser, es perder la condición de sujeto productivo. Los cuentapropistas, los vendedores ambulantes, los changueros y los tercerizados, transitan un peligroso equilibrio entre el ser o no ser al que los someten las gestiones eficaces de los CEOs. Las nuevas élites elaboran valores y sentidos identitarios que conectan con una parte significativa de la sociedad, especialmente de los sectores medios urbanos. No son apenas buenas estrategias de marketing, sino la esencia de una política que propone opciones innovadoras y que hace de los conceptos de modernización, meritocracia y emprendimiento, los pilares fundamentales para el desarrollo de su proyecto.

El relato de las nuevas derechas se constituye bajo la ilusión de que todo individuo es un emprendedor nato que solo necesita que se les generen las oportunidades para alcanzar sus metas. La cultura del entrepeneur es una de las estafas más importantes de nuestro tiempo. La promesa de una sociedad de emprendedores que con audacia, esfuerzo e ideas propias consiguen sus propósitos, es imposible sin democracia económica. El economista Thomas Piketty señala que la desigualdad contemporánea se sostiene en que quienes tienen patrimonio, siempre van a tener una ventaja irreversible frente a los ciudadanos que solo cuentan con su entusiasmo emprendedor.

Si en la posverdad la apariencia de la verdad es más importante que la verdad misma, podríamos decir que en el postrabajo es todo aquello que simula ser un trabajo genuino se impone como tal. Ya no se trata solo de encerrar a los obreros en los talleres sino de obstaculizar el acceso y la permanencia, con requisitos cada vez más exigentes (estudios universitarios, posgrados, idiomas) a los puestos laborales. El trabajo formal se torna un privilegio al cual se pertenece solo por mérito propio y no por derecho, mientras que la tercerización, el trabajo semi-escalvo y la informalidad son las apariencias de un concepto como el de trabajo que ya dejó de ser una verdad para diluirse en formas extremas e inéditas de explotación.

  • Licenciado y Profesor en Sociología, UBA

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