Opinión

Gerardo De Santis

Herencias eran las de antes

(Por Gerardo De Santis) Desde fines de 2015, se instaló el latiguillo de la “pesada herencia”, que resume mucho de las estrategias de comunicación del actual oficialismo: no dice demasiado, se trata de dar por sobreentendido lo que se quiere decir, se repite incesantemente como una oración religiosa y se evita hacer referencias al contenido real de lo que se dice.

Pesada herencia puede ser el cepo cambiario, la bajísima relación deuda externa/PIB, la inclusión de millones en el sistema previsional, los juicios de los buitres, las paritarias, o los subsidios al consumo de electricidad y gas. No se sabe cuál es el contenido, pero, de modo global, remite a las malas condiciones que dejó el gobierno anterior y, en nombre de ellas, se obtiene justificación para hacer cualquier cosa... Que no es “cualquier cosa”, sino que es un modelo definido, orientado a reinstalar las cosas en su lugar: recomposición de la rentabilidad de los sectores primarios exportadores, para algunas industrias de capital concentrado y para el sector financiero.

La Argentina fue, desde la unificación nacional (1862), un país agroexportador. Para esos tiempos, tenía un rol en la división internacional del trabajo, en la que Inglaterra era el país industrial proveedor mundial y se abastecía de materias primas del resto del mundo. Con el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, se da un primer impulso a la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI), dado que la industria de los países centrales estaba abocada a producir para el conflicto y, por lo tanto, el mercado interno de Argentina quedó desabastecido.

Esto se profundizó con la crisis internacional de 1930 y con las políticas económicas aplicadas internamente desde 1946. Por esos años, Argentina decide la creación de YPF, una empresa energética para producir insumos clave para cualquier país que intente un proceso de industrialización.

Así, desde 1922, todos los argentinos ahorramos para financiar la inversión de YPF durante 70 años. YPF se convirtió en la empresa más grande del país, integrada verticalmente, desde el yacimiento hasta el surtidor. Con desarrollo tecnológico propio en sus laboratorios de investigación y con trabajadores calificados que fue formando a lo largo del tiempo.

Paralelamente, Argentina había avanzado en construir su sistema educativo. Su inicio se remonta al período del modelo agroexportador y llevó la impronta sarmientina. Sarmiento trajo las maestras de EE.UU. para formar las maestras argentinas. Él soñaba con fundar 100 lugares como Chivilcoy, esto es ciudades con colonos propietarios (y no arrendatarios de grandes latifundistas), industriales y con educación. Su modelo era EE.UU., pero al bloque dominante de la Argentina esto no le interesaba. Ese sistema educativo fue adaptado con el peronismo y proliferaron las escuelas técnicas y el sistema se masificó.

Al mismo tiempo, Argentina fue generando un conjunto de organismos de ciencia y tecnología. Con la creación de las universidades nacionales, durante el modelo agroexportador, y luego con la creación de Agua y Energía (AyE) en 1947, la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conea) fundada en 1950, el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (Conityc) en 1951 (refundado como Conicet en 1958), el Instituto Balseiro en 1955, y los dos institutos nacionales de tecnologías, Agropecuaria (INTA, en 1956) e Industrial (INTI, 1957). Institutos que sentaron las bases del período de mayores avances en el campo científico y tecnológico que logró Argentina, como lo fue la década de los ?’60, hasta que la “Noche de los Bastones Largos” comenzará un largo proceso de fuga de cerebros.

Al mismo tiempo, el proceso de sustitución de importaciones fue generando, en forma incompleta y con un alto grado de dependencia tecnológica, un entramado productivo donde surgían y se consolidaban empresas y se iban adquiriendo capacidades ingenieriles de cómo desarrollar los procesos productivos. Si bien el entramado productivo no logró desarrollar una industria de bienes de capital, la industria metalmecánica se fue complejizando, diversificando y avanzando sobre la estructura económica del país, logrando aumentar la exportación de bienes industriales a principios de 1970. El resultado de la interacción de lo comentado anteriormente había provocado el surgimiento, la consolidación y la masificación de trabajadores calificados.

Durante el período que va de 1976 a 2001, la economía y sociedad argentina sufren un proceso de transformación tan profundo como regresivo que, lejos de traducirse en un proceso de destrucción creadora shumpeteriano, desmantelaría las capacidades adquiridas durante el período sustitutivo: el modelo de valorización financiera (ver Documento de Trabajo “La Globalización y el Capitalismo Argentino” en www.ciepyc.unlp.edu.ar, Año 2014).

La principal empresa del país en términos de capacidades productivas y tecnológicas, que era propiedad del Estado, fue endeudada durante la dictadura militar para financiar la “tablita” de Martínez de Hoz, y luego, durante la década de los ’90, malvendida a un holding financiero con capacidades de refinación menores, más atrasada tecnológicamente, de un país que hasta los años ?70 fue tecnológicamente más retrasado que la Argentina.

El sistema educativo fue desfinanciado (transferencia a las provincias) y “primarizado” con la reforma de los noventa y la creación de las EGB (Educación General Básica, nombre que se le dio en el menemismo a la escuela primaria en la mayoría de las provincias). La Argentina copiaba el sistema educativo del mismo país (España) que adquirió nuestra empresa, quizás adaptándolo a conveniencia de las editoriales de la “madre patria” para que puedan duplicar sus clientes.

El sistema científico tecnológico fue desmembrado y desfinanciado y el mensaje hacia los científicos inequívoco: “Que vayan a lavar los platos”. Se profundiza, así, la diáspora hacia el mundo de compatriotas investigadores en ciencias, seis años después de que un científico argentino (César Milstein) obtenía el premio Nobel por un desarrollo científico que sentaría las bases de la revolución biotecnológica de los años 2000 en el sector salud.

El entramado industrial fue destruido y se profundizó la concentración y la extranjerización. La Argentina subsidiaba (vía dólar barato financiado con endeudamiento) la industria del resto del mundo. Así, se perdieron los saberes adquiridos por dos generaciones de ingenieros y de trabajadores.

Por último, hay que marcar que este cambio estructural regresivo se logró aceitadamente, con el “lubricante” del endeudamiento. La deuda pública (interna y externa) pasó de 28,7% del PIB en 1976 a 149,4% del PIB en 2002.

La crisis de 2002 no fue una crisis coyuntural por desequilibrios macroeconómicos que llevó a un 60% de pobres (según la nueva metodología del actual gobierno), 45% de informalidad laboral y 26% de desempleo. Fue una crisis terminal de la economía argentina después de 25 años de neoliberalismo y valorización financiera.

Mientras que, respecto a la situación vigente hoy en el país, el actual gobierno sostiene que recibió una “pesada herencia”, un país “quebrado”…

Extraños “quebrados” aquellos a quienes el sistema financiero les ofrece voluminosos montos de crédito y cuyos administradores, nacionales y provinciales, deciden curar endeudándolos. En ese camino han ido el Estado nacional y la provincia de Buenos Aires, pero también otros Estados subnacionales gobernados por indistintos signos políticos: ciudad autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Chubut, Entre Ríos, Mendoza, Salta, Santa Fe y Tucumán.

Suele ocurrir, en realidad ocurre en todos los demás casos de “quebrados”, que a estos nadie les quiere prestar nada, y que sus acreedores no cobran o cobran solo una parte.

El calificativo de “quebrado” parece ser más acorde con la Argentina de 2002, a quien nadie le prestaba nada y que solo conseguía financiamiento a través de créditos compulsivos que tenían que aceptar los empleados públicos (y cobrar sus haberes en Lecop, Lecor, Patacones, Federales, etc., o sea en Letras o “cuasimonedas” de emisión doméstica), tanto del Estado nacional como de los Estados provinciales.

Y también cabría ese adjetivo a la gente de ese país del 2002, a la que nadie tampoco le prestaba nada (ni siquiera podía retirar sus ahorros de los bancos) o casi nadie, porque esa gente se dio crédito a sí misma (créditos de los clubes del trueque) para poder ir a la peluquería o para arreglar un caño que se había roto.

Estimados lectores, disculpen, no somos nosotros los que nos repetimos. Pero hemos iniciado una nueva etapa de valorización financiera, endeudamiento y destrucción de capacidades.

www.ciepyc.wordpress.com

  • Economista. Director del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (Ciepyc), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. El texto es el último editorial de la revista digital Entrelíneas de la Política Económica.

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