Por Horacio Rovelli
La devaluación no terminó
(Por Horacio Rovelli) La crisis del año 2008 se inició con la quiebra del banco Lehman Brothers – el cuarto banco de inversión en los EE.UU., con un activo de 680 mil millones de dólares – y el cierre de otras entidades, que fue fruto principalmente de la cartera de securitización (segundas hipotecas) que no se pudieron pagar, arrastrando a la quiebra a los clientes y al banco que les prestó. La solución que le encontró el sistema fue aumentar sideralmente la emisión de dinero y con ello descendió a niveles cercanos a 0% la tasa de interés, lo que permitió refinanciar deudas.
La combinación de tasas de interés cercanas a 0% y la recuperación (después de 10 años) de la economía de los principales países capitalistas, generó una suba del valor de las acciones de las empresas, a lo que colaboró en los EE.UU. la decisión de reducir la alícuota del impuesto a las ganancias a las sociedades del 35 al 21%, con lo que subieron sistemáticamente el valor de las empresas que conforman el índice Dow Jones y el Nasdaq de la Bolsa de New York.
Ahora bien, es cierto que la caída de los valores accionarios desde el lunes 5 de febrero 2018 (derrape en 1.145 puntos del índice Dow Jones, el más alto desde la crisis del año 2008) se puede deber a un sinceramiento de los precios, pero también no es menos cierto que el sistema financiero está sobredimensionado y no tiene relación directa y proporcional con la cadena de producción y de comercialización.
Actualmente en los grandes centros financieros los bancos ganan plata, primero y sobre todo, comprando títulos públicos y privados; en segundo lugar financiando el consumo; y recién en tercer orden, a la producción. Esta desconfiguración del sistema no es gratis y así como le permite hacerse de ganancias rápidas, también puede derrapar ante cualquier problema de la economía real.
Esto es, las correcciones en los valores accionarios de los mercados internacionales puede deberse a que se preparan para una suba de la tasa de interés, que es la forma que tienen los países centrales de que por un lado retornen los capitales, y por otra parte, desacelerar la inflación (suba generalizada de todos los precios) que inevitablemente se les genera cuando retoman las tasas de crecimiento.
En la lógica del sistema, tarde o temprano, las tasas de interés internacional debían subir, pero ello no solo tiene repercusión en la economía de los países centrales, sino principalmente en los de los llamados emergentes y dentro de ellos, los que están fuertemente endeudados.
El grado de encadenamiento y sincronización del sistema financiero internacional hace que la suba de la tasa de interés de los EE.UU. arrastre a las de Europa central y a Japón, lo que fortalece sus monedas (la suba de la tasa de interés aprecia el valor de esa moneda), otorgándoles mayor poder adquisitivo dado que en moneda dura descienden los precios de los comodities y materias primas, que es básicamente lo que producen y venden la mayoría de los países emergentes, caso Argentina, por lo que más temprano que tarde se genera una reducción del comercio internacional y un nuevo deterioro de los términos de intercambio de los productos básicos, como ha sucedido siempre.
En ese marco y por el grado de vulnerabilidad de la economía Argentina, dependiente del endeudamiento y del ingreso de capital financiero a través del carry trade para que ingresen dólares al país con los cuales poder hacer frente a los pagos inmediatos y cubrir los déficit fiscal (que el gobierno de Macri financia con deuda externa) y comercial, todos hechos que acrecentarán la demanda de divisas que repercute en una suba del tipo de cambio.
La combinación de la apreciación del dólar (y del resto de las monedas duras), ante mayores tasas de interés, implicarán un descenso en el precio de los títulos públicos y privados de nuestro país, dado que la tasa de interés funciona como un costo de oportunidad. Un inversor financiero (para usar el lenguaje del sistema) que compra títulos y valores de la Argentina, si sube el valor del dólar y encima le pagan más interés afuera, prefiere desprenderse de las acciones y títulos nacionales y comprar los del extranjero.
Incremento de los servicios de la deuda (por la suba de la tasa de interés internacional), caída de los precios de nuestras exportaciones, y descenso del precio de los títulos y valores argentinos, significan empobrecimiento y mayores fugas de capitales, a los cuales el gobierno de Cambiemos queda expuesto con su política de liberación de los mercados, sin plazos para la liquidación de las exportaciones y sin límite para la compra de divisas.
En ese marco, de profundizarse y prolongarse la situación financiera internacional, ante la magnitud y proporción sobre el PIB del déficit fiscal (Equivalente a 33.500 millones de dólares, 6,1% del PIB) y comercial (26.6700 millones de dólares, 4,85% del PIB), más el pago de la deuda acrecentada en la Argentina de Macri, desembocará, tras una corrida bancaria y cambiaria, en una devaluación de nuestra moneda, cuya magnitud y proporción no va a depender solo del marco internacional, sino que se agravará por los correspondientes problemas internos.
Macri y su equipo soñaban con un 2018 donde bajaban las jubilaciones y los salarios por las leyes de reforma previsional y laboral, mientras que ellos (los ricos de este país) aumentaban las tarifas de luz, gas, combustible y de los precios de los mercados cautivos que tienen (acero, aluminio, aceite, harinas, azúcar yerba, fideos, etc.). La reforma previsional con la complicidad de la mayoría de los gobernadores la obtuvieron, pero el descontento de la población fue tan importante que se abstuvieron de avanzar por ahora en la reforma laboral.
Y allí se define el partido. Es un gobierno frágil, sin otro sostén que el dinero y la ganancia fácil. Cuando el pueblo sale a la calle eso se les acaba y tratan todos de huir como las ratas cuando el barco se hunde.
El marco de la volatilidad de los mercados internacionales deja expuesta las inconsistencias del gobierno de Cambiemos, quién se ve obligado a profundizar al ajuste sobre el trabajo y la población para generar mayor excedente con los que hacer frente al mayor pago de la deuda (por la suba de la tasa de interés y del valor del dólar) y le es más costoso financiar el déficit fiscal y comercial. De allí que toda la caterva de los ricos de este país le exigen dejar de lado el gradualismo e ir a una medida de shock (tipo Celestino Rodrigo).
No es que Macri y su equipo no quieran, sino que son los que deben poner la cara ante el pueblo y que le pregunten a De la Rua cómo le fue.
(*) Fuente: So-compa
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