Opinión

Antonio Muñiz

La maldición de Sísifo

“Los dioses habían condenado a Sísifo a transportar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con algún fundamento, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”

                                                          *La maldición de Sísifo* -Albert Camus-

(Por Antonio Muñiz (Especial para Motor Económico)) Es propio de la filosofía occidental moderna creer que el progreso es indefinido y siempre unilineal, hacia adelante. Sin embargo, en otros sistemas filosóficos, como los orientales, o en autores occidentales como Vico o Maquiavelo se encuentra la idea de una “historia cíclica”.

La idea de eterno retorno se refiere a un concepto circular, los acontecimientos se repiten una y otra vez, vuelven a producirse bajo otras formas o circunstancias, pero básicamente semejantes. Pareciera que la historia argentina corrobora esta teoría. Como el mito de Sísifo parecemos condenados a repetir una y otra vez una lucha absurda e inútil, porque nuestra sociedad parece estar atrapada “condenado por los dioses”.

La Deuda externa

La deuda externa ha funcionado a los largo de nuestra historia como un yugo que nos condiciona y nos obliga. Desde 1824, con el recordado préstamo de la Baring Broder hasta el desquicio endeudador del gobierno macrista, la deuda ha sido un mecanismo de dominación y sujeción de la Nación al imperialismo de turno, siempre al servicio del sistema financiero internacional. Durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, la integración al mundo estuvo condicionada siempre por el pago de la deuda y sus intereses.

Nos integramos al mundo como mero productor de alimentos y materias primas, importador de bienes industriales de las metrópolis. Por supuesto, este modelo generó una minoría rentística agropecuaria conformada por los dueños de la tierra, sectores financieros locales y la gran banca internacional, en detrimento de la mayoría de la población nacional y extranjera condenándola a mano de obra barata, y pagador de última instancia de la deuda. Nunca está mal recordar la triste frase de Nicolás Avellaneda, ante una de las tantas crisis de pagos, “se pagará con el hambre y sed de los argentinos” (1877- Nicolás Avellaneda).

Aquel primer préstamo se terminó pagando ochenta años después, con casi veinte veces más del capital original. Lo interesante de aquel primer empréstito, que se repetiría a lo largo de la historia, es que del millón de libra se descontaron intereses y comisiones que hicieron que la suma efectiva fuera notablemente menor y que ésta fuera destinada a financiar el comercio de bienes de Inglaterra al Rio de la Plata. Otro dato es que la garantía fueron las tierras públicas, o sea las tierras de la Pampa Húmeda, una de las más ricas y productivas del mundo.

Para los festejos del bicentenario, 1910, la burguesía comercial porteña había modelado un país según sus intereses. Un modelo de sujeción y sometimiento de las provincias del interior, políticamente una sociedad oligárquica y autoritaria, ultra liberal en lo comercial y económico. La deuda fue una de las herramientas para sostener ese modelo basado en el comercio de productos carne y granos hacia Europa.

La deuda permitía a la burguesía apropiarse de los excedentes que generaba el comercio internacional. Así, el objetivo de la deuda ha sido siempre la apropiación de la riqueza de los argentinos hacia manos extranjeras y sus socios locales, vía comisiones y altas tasas de retorno, también la deuda aseguraba un modelo dependiente del imperialismo.

Este modelo tuvo una larga etapa de éxito relativo, el modelo funcionó, con crisis cíclicas profundas, en general producto de crisis en la balanza de pagos o crisis producidas por una especulación desenfrenada en una economía libre de controles. Algo que seguirá sucediendo en las décadas futuras.

El modelo entra en crisis, con el colapso mundial del ´29, sin embargo, ese mundo estaba muriendo con la guerra imperialista del ´14/´18, el surgimiento de la Unión Soviética y de los movimientos fascista en Europa en las décadas del ´20 y 30 que cuestionaban el orden económico político de le época.

Ayer, hoy y siempre..

La dos guerras mundiales, el surgimiento de la Unión Soviética como potencia económica y militar, la guerra fría, el surgimiento de movimientos nacionalistas como el peronismo, el varguismo, el nazerismo y los movimientos de liberación en los países coloniales de África y Asia reconfiguran un mundo distinto donde la hegemonía del gran capitalismo imperialista anglo americano es cuestionado desde diversos ángulos y actores.

La caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética posterior, marcaron el fin de la guerra fría y el triunfo del capitalismo ultra liberal. Era el final de la historia, según Fukuyama. Sin embargo la historia es construcción humana y continuará mientras el ser humano siga caminando sobre el planeta.

Por tanto, no fue el fin de nada sino la continuación de un proceso que había empezado unas décadas antes: el surgimiento de los países de la OPEP, el alza del petrolero y el excedente de petro dólares en el mercado financiero mundial, una “nueva” pero “vetusta” idea de un individualismo extremo, un liberalismo basado en la moneda como fin último de la actividad económica. Esta ideología pregonada y aplicada por Ronald Regan y Margaret Thacher se extendió por el mundo, dejando un campo orégano para la aplicación de las nuevas doctrinas monetaristas que fueron cambiando el perfil del mundo.

Por último, otro cambio profundo que fortaleció el capitalismo fueron las nuevas tecnologías que revolucionaron la faz productiva, mejorando notoriamente la rentabilidad del capitalismo occidental y fortaleciendo el poderío del aparato industrial militar estadounidense. Es por ello que a partir de mediado fines de los ´70 comienza una etapa que se ha dado en llamar globalización. La deuda volvió a ser una herramienta de grandes negocios para el sistema financiero mundial y el nuevo orden colonial que comenzaba a configurarse.

Así Argentina, y la mayoría de los países sudamericanos se endeudan en dólares, a tasas de ese momento relativamente bajas y empieza, nuevamente, un proceso de apropiación de la riqueza de los pueblos hacia los mercados centrales y sus socios locales. El endeudamiento de los países emergentes hasta los noventa fue un mecanismo de dominación de los países, sometiendo a sus pueblos a pobreza y pago de intereses de la deuda.

En los ´70 comienza la doble mano del endeudamiento. En Argentina, mientras el país se endeudaba, la burguesía local se enriquecía y luego fugaba hacia el exterior, hacia el mercado offshore y paraísos fiscales.

En síntesis un mecanismo perverso para apropiarse de la riqueza social acumulada y ajustar el sometimiento de los países, ya que impide cualquier desarrollo soberano.

Lo que viene….

Decíamos que deuda, apropiación, fuga y condicionamientos futuros son elementos de una misma cadena. Sin embargo, hay otro elemento, no del todo evaluado. Estos procesos tienen otro hecho fundamental, las periódicas crisis económicas y financieras, o crisis de la deuda, tan común en el mundo en los ´80 y ´90, que parecen ser generadas ex profeso. Golpes de mercado, para acelerar o profundizar una crisis económica y social vía default y/o híper inflación con recesión, lo cual tiene un doble objetivo: garantizar el saqueo de las riquezas de los países y domesticar a los sectores populares y medios, para futuros ajustes. (1)

Las políticas económicas del macrismo tuvieron esta lógica, esperaron durante una década una crisis de las políticas kirchnerista, que nunca llegó. Necesitaron generarla, culpando a la pesada herencia del gobierno anterior, para poder someter a la Nación Argentina a otra brutal transferencia de riquezas de los sectores medios y bajos hacia los grupos más concentrados vía aumento de tarifas, quita de retenciones, dolarización de la economía, devaluación, alta inflación y altas tasas de interés y volver al endeudamiento externo.

Nuevamente surge nuestra inserción en el mundo a partir de la división internacional del trabajo que nos asigna el rol de productores de semillas, granos y algo de carne. Nuevamente nos quieren obligar a ser meros exportadores de commoditys. Que renunciemos a todo proceso industrializador.

Esta lógica extractivista tiene además otro correlato, la concentración de la economía. Los agro negocios requieren de una alta concentración, los negocios quedarán en manos de los pool de siembra, los grandes acopiadores y comercializadores de granos. La desaparición en estos días de un tambo por día y de los pequeños productores, chacareros, cooperativas, la expulsión de antiguos ocupantes de la tierra “flojos de papeles”, y como siempre el despojo de los pueblos originarios en beneficio del gran capital, en muchos casos extranjeros, como sucede en la Patagonia con los mapuches o en el norte salteño con los wichis, muestra cuál es el camino.

Con estos objetivos desean que nos des industrialicemos. Nos hablan del modelo australiano, que no es otro que renunciar a cualquier destino industrial.

Todas las políticas económicas de este gobierno apuntan a la destrucción de las pymes industriales, sobre todo aquellas que producen para el mercado interno (textiles, metalúrgicas, cuero, etc,) y toda aquellas que no puedan competir en un mercado abierto e irrestricto donde llueven productos importados de Oriente.

Es de prever que en los próximos meses quedarán en el camino cientos de empresas pymes y muchas otras cambiarán de dueños, pasando a manos de empresas más grandes y concentradas a precios viles.

La política y el rumbo económico hoy es marcada por el FMI. El gobierno macrista ha renunciado a toda política soberana entregando los destinos del país a los organismo internacionales y a la gran banca mundial. En este marco no pueden existir proyectos de inversión productiva porque se prioriza lo financiero merced de un mercado interno que se achica, se concentra y se extranjeriza.

Estamos en manos de una burguesía que no sólo no invierte en el país y prefiere dejar sus excedentes en el exterior, sino que continúa con su vieja costumbre de endeudar el país y apropiarse de esos dólares para fugarlos hacia paraísos fiscales. En los últimos tres años se fugaron 60 mil millones de dólares que entraron como préstamos y que forman parte de la deuda externa. (2)

Una vez más la burguesía argentina muestra su angurria y sus limitaciones como clase dirigente, nos condenan con su avaricia a crisis periódica que golpean a toda la población, que termina pagando la fiesta de unos pocos, a través del pago de la deuda externa con pobreza y desocupación.

Dejavu

El gobierno y el FMI saben que el costo social de estas políticas va a ser muy alto y dejará una secuela de sangre y dolor por varias décadas. Solo la deuda y sus intereses se van a llevar gran parte de nuestro trabajo hipotecando el futuro de nuestros hijos y nietos.

Saben, por historia, que el conflicto social escalará en los próximos meses, pretenden controlarlo con represión y políticas de subsidio, pero también con una política que ahogue y deslegitime los reclamos a partir del inmenso aparato mediático cultural que sostiene el modelo, que divida el campo popular, que genere conflictos de pobres contra pobres, desviando la mirada sobre los verdaderos enemigos.

Una sensación de “deja vu” recorre nuestro presente, una sensación de haber vivido estas políticas, de que todo parece repetirse. Y en realidad se repite, desde 1955 a la fecha estas estrategias de imponer modelos monetaristas se han repetido una y otra vez. Todas condenadas al fracaso, todas terminaron en crisis políticas y sociales muy graves. Pero vuelven una y otra vez a intentarlo porque en cada oleada se llevan y se apropian de tajadas mayores de la riqueza de todos.

La historia no es lineal, pero seguramente no es cíclica, la historia es construcción humana, día a día, ladrillo a ladrillo.

La historia argentina tiene en su seno dos modelos de país. Desde el principio de nuestra historia existe una lucha a veces explícita, a veces larvada, entre una oligarquía parasitaria aliada al imperialismo anglo yanqui y los sectores medios y populares, con una vocación de nación, prospera y soberana.

Los movimientos populares debemos aprender de la historia, es necesario organizarnos y unirnos para poner fin a estas políticas de saqueo.

Pero no alcanza con una victoria electoral, es necesario generar políticas profundas de construcción de una nación independiente y soberana, que ponga fin a todas las estructuras políticas y legislativas que condicionan el desarrollo autónomo pero que también favorecen la vuelta de estos programas de gobierno y peor aún, los mismos personajes.

Es necesario construir un “nunca más” sobre la deuda, y sus ejecutores.

Los responsables de este desastre han violado todos los límites de la legalidad. Hubo una política clara de uso de las estructuras del estado para el enriquecimiento ilícito de un grupo de empresarios y banqueros inescrupulosos, endeudadores y fugadores seriales, que han hecho mucho daño a la sociedad argentina. Estos funcionarios deben responder ante la ley y ante la historia, para que el "nunca más", sea "Nunca Más".

Notas:

1) La doctrina del shock - Naomi Klein

2) http://causapopularynacional.blogspot.com/2018/05/una-burguesia-fallida-deuda-y-fuga.html

  • Presidente del Partido Justicialista- Luján

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