Por Raúl Dellatorre
Los bolsos del Fondo
(Por Raúl Dellatorre) Alguien le habrá avisado al Presidente que se había desatado una corrida no violenta, pero sí imparable. Alguien, quizás su ministro de Hacienda, le habrá sugerido que el problema central era “la falta de confianza de los mercados en que se pudiera cumplir el programa financiero de 2019”. Y su equipo le armó un discurso en consecuencia. Mala lectura de las razones de la inquietud reinante. Peor es el diagnóstico sobre la situación que genera el desequilibrio de divisas y una presión permanente a la suba del tipo de cambio.
Con la promesa del FMI de adelantar los recursos del crédito stand by para el año próximo, Macri salió a jugar la carta del “apoyo del Fondo para cumplir los compromisos de 2019”, esperando que con eso se aplacara la desconfianza. Como si la escapada del dólar de estos días no amenazara con disparar una inflación peor a la ya registrada, devorándose el poder adquisitivo de los salarios. Como si la fuga de divisas, que se aceleró en los últimos meses, no se estuviera comiendo las reservas, los fondos ingresados por el préstamo del FMI e, incluso, los que el gobierno captura mediante nueva emisión de deuda interna. Como si la recesión no se estuvieran cobrando diariamente un nuevo cierre de empresa y decenas de despidos. En los 102 segundos de discurso de Macri no hubo la más mínima referencia a estos temas. La “angustia y preocupación de muchos”, según su mirada, está dada por “esta situación tormentosa” con origen en el exterior.
Macri tampoco explicó, y hasta pareciera no entender, que la presión alcista sobre el dólar no está dada por cuestiones psicológicas sino por un brutal desajuste entre ingresos y egresos de divisas. Argentina pierde dólares en el intercambio comercial (importa más de lo que exporta), pierde en el intercambio turístico (gastan más los residentes cuando viajan afuera que los extranjeros que vienen al país), pierde por el pago neto de intereses de la deuda y pierde en las transferencias internacionales de empresas y particulares, que “fugan” más de lo que ingresa. En las cuatro ventanillas pierde: alrededor de 10 mil millones de dólares al año (en números redondos) en cada una de las tres primeras y unos 20 mil millones en la cuarta (aunque en los primeros siete meses de este año, ya superó esa cifra).
En total, 50 mil millones de dólares de déficit anual, que deberían cubrirse con “lluvia de inversiones” o con nueva deuda externa, para conseguir los billetes verdes que respondan a la salida en masa antes descripta. Este año, el gobierno se quedó sin una (que nunca tuvo) ni otra (que se interrumpió cuando el sistema financiero internacional dijo basta). Explotó el tipo de cambio, como consecuencia. No había que ser mago ni tener condiciones para sacarle el trabajo a David Copperfield para anticiparlo.
Macri, el breve orador, insiste en que su principal aporte a la causa será seguir reduciendo el déficit fiscal, materia en la que asegura que “vamos muy bien”. Es decir, está orgulloso del ajuste (al que Etchevehere honrará con otros 600 despidos en las próximas horas), y promete más. Le resultaría penoso saber que en nada ayuda ese sacrificio ajeno a reparar el desequilibrio externo, porque el gasto público es en pesos, y el problema del país en esta emergencia es cómo obtener dólares.
No es nuevo que el gobierno haga caso omiso a los problemas de la economía real: el empleo, la producción y la satisfacción de necesidades básicas de la población. Ni que oculte la crisis económica, que no tiene origen en factores meteorológicos externos sino en la propia política implementada a partir de diciembre de 2015.
También se intentó ocultar la actitud depredadora de capitales financieros y corporaciones económicas, actores centrales en la película de la fuga. Pero su lugar en los titulares fue ocupado por escenas de los bolsos de López (ex secretario de Obras Públicas), o los cuadernos de Oscar Centeno, en una trama de corrupción a la que las mismas corporaciones no son para nada ajenas. Ahora son los bolsos del Fondo los que pretenden desviar la atención de una crisis que sigue avanzando, implacable, sobre la calidad de vida de millones de residentes en este país.
(*) Fuente: Página 12
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