Opinión

Lic. Alejandro Marcó Del Pont

No hablemos de Lula, hablemos de la economía de Brasil

(Por Lic. Alejandro Marcó Del Pont) La apertura de los mercados posterior al encarcelamiento de Lula marcó una caída del Índice bursátil Bovespa del 1.8% y una desvalorización del real a $3.42 por dólar, el mayor valor desde diciembre del 2016. El mismo día la agencia calificadora Moody’s Investors Service revisó la perspectiva de la calificación soberana de Brasil de “negativa” a “estable”, ¿en un voto de confianza para el actual y futuro ganador de las elecciones presidenciales?

Parecería que ciertas fuerzas trabajan de modo coordinado, en las sombras. La agencia de calificaciones Moody’s brinda una línea de confianza al gobierno de menor aprobación en la historia de Brasil, con nueve ministros procesados, más el presidente de la cámara de diputados, y hace unas semanas dos amigos cercanos del presidente Michel Temer, el coronel João Baptista de Lima Filho y el abogado José Yunes, fueron encarcelados.

Puede ser una coincidencias, porque no, también lo es que Vanguard Group y Blackrock tengan el 20% de Moody`s, la misma que aumento la calificación, y que ambas tengan una parte importante de Netflix, dueña de la serie “El mecanismo”, denunciada por Lula por fake news. Y también puede resultar una casualidad que ambas tengan el 20% de Boing, emporesa que se quiere quedar con la totalidad de Embraer, aunque Vanguard Group ya tenga el 3% de este paquete accionario.

Seguridad jurídica, previsibilidad, transparencia son algunos de los vocablos utilizados por el establishment para garantizar la estabilidad democrática, la libertad de prensa y, por encima de todo, sus negocios. Ninguno de estos encuentra espacio para ensamblarse en el rompecabezas que es el Brasil actual. ¿Pero si hay un vacío de poder tan grande, quien gobierna Brasil? ¿Para quién? Y, por sobre todo, ¿no es necesaria una democracia participativa que garantice y avale las medidas económicas y políticas a implementar? La respuesta es No, porque Brasil ni siquiera tiene una democracia de cinco minutos (en el momento en que se vota).

La Central Unida de Trabajadores, como todo en Brasil, decía que el 81% de los trabajadores rechazaba la reforma laboral, sólo el 6% la aprobaba. Todo lo contrario que aparecía en O Globo, para quien nadie duda en apoyarla. Uno de los principales argumentos es que este tipo de leyes necesitan ser actualizadas, aunque las modificaciones parecen retrotraerlas a los tiempos de la revuelta de Haymarket en Chicago cuando los obreros reclamaban una jornada laboral de ocho horas.

No vamos a reproducir aquí el retroceso esclavista; no obstante, vale la pena refrescar los mayores regresiones en este ámbito que no dieron lugar una ola de nuevos empleos a pesar de las cacareadas bondades que siempre y en todo momento de adjudican a las pérdidas de beneficios:

  • Antes la negociación era colectiva, hoy puede ser privada.

  • La jornada laboral era la de 1884, ocho horas, hoy puede ser de doce.

  • Justicia laboral gratuita, hoy no hay que demostrar ciertos limites.

  • Tercerización restringida, hoy permitida a cualquier actividad.

  • Trabajo intermitente permitido, se puede contratar por hora, semana, etc.

  • Contribución sindical optativa.

  • Vacaciones fragmentadas.

  • Trabajo parcial, antes 25 horas, ahora 26 sin horas extras.

  • Contrato temporario, antes 90 días, ahora se puede contratar hasta 120 días.

No encontramos en esto muchos indicios de modernidad, pero veamos los resultados. Es dable destacar con anticipación qué se va a decir: que las versiones serán, falta tiempo, hay algunas cuestiones técnicas no abordadas, etc., etc., etc.

En el tercer trimestre del 2016 cuando Michel Temer accedió como intruso a la presidencia, los números del mercado laborales eran los siguientes: tasa de desocupación 11.8%; el último dato a febrero de 2018 es de 12.6%. Como no se encuentran disponibles los datos del trimestre daremos los del último trimestre del 2017.

La tasa de desocupación de 18 a 25 años en el tercer trimestre del 2016 era del 32.6% hoy 32.7%, los de 25 a 39 años en el 2016 era de 35.2% hoy 34.4%. En síntesis: más de 13 millones de personas no trabajan en Brasil, casi un millón más que cuando se quería desbancar a Dilma (https://goo.gl/JFNZA1).

A la precarización laboral la acompaña la distribución del ingreso. Esa es la idea y es fácil de entender. Según el IBGE, el 10% de la población de mayores ingresos se queda con el 43.3% de los ingresos de Brasil, el 10% más pobre solo con el 0.7%. El 1% de los más ricos reciben 36 veces más ingresos que el 50% de la población más pobre, en el norte la diferencia es de 44,6 veces (en 2017). Todos los trabajadores reciben ahora un 2.6% menos de participación que en 2016. Para eso sirve la reforma laboral, según un organismo del gobierno (https://goo.gl/xR6oAb).

La pobreza se sobrepuso con las políticas implementadas por este supuesto desmanejo, que siempre es orientado y finamente encaminado. El Banco Mundial estima que alrededor de 30,6 millones de brasileños salieron de la pobreza entre 2004 y 2014. Pero la institución también estima que desde el inicio de 2016 hasta el final del 2017, los brasileños que viven por debajo del umbral de pobreza han pasado de 2,5 millones de personas a 3,6 millones.

Quizás el congelamiento aberrante del gasto público por 20 años modificó el comportamiento de las finanzas de Brasil, donde se encuentran los recortes de Bolsa de Familia. Tampoco los ingresos tributarios se incrementaron por el blanqueo realizado por las autoridades, al igual que en Argentina; el déficit primario bajó del -2.5% al -1.7%, pero el déficit general, donde se encuentra las necesidades de financiamiento, aumentó, porque la deuda pública escaló del 69.9% del PBI al 74% en 2017.

Es necesario reducir los niveles de gasto público conforme la lógica neoclásica. Las grandes empresas pagan menos impuestos, y los interés de la deuda en aumento son cada vez más significativas. Aun reduciendo los gastos, los intereses representan el 6.1% del PBI, lo que, unido al déficit fiscal, lleva el rojo a casi el 8% del PBI.

Las empresas con mayor beneficio, sacando Petrobras y Electrobras, con una caída del 25% en sector energía, están en el sector bancario. Con excepción del Banco do Brasil, todos los bancos tienen como accionistas a los fondos de inversión Vanguard Group y Blackrock. Las ganancias bancarias aumentaron un 14.6% durante 2017.

El PBI nos puede ayudar. La tasa media de crecimiento del PBI durante las presidencia de Lula (2003-2010) fue del 4.02%, incluyendo la crisis del 2008, que repercutió con una tasa de crecimiento negativa del -0.2% para el 2009. La tasa de crecimiento del vampiro Temer es de -1.3%, aunque hay varias loas por haber llegado al 1% de crecimiento durante el 2017, y se cree que llegará al 2.5 en el 2018. Después de tal desastre terminar con una tasa cero de promedio para el trienio resulta un gran logro.

Los dueños de Brasil para terminar con el PT acabaron con Brasil. No fue una buena jugada y todos sabemos quién gobierna Brasil. El problema es esta democracia floja de papeles.

(*) Fuente: El Tábano Economista

···