Por Oscar Soto
Santiago Maldonado: la persistencia de la gramática colonial en Argentina
(Por Oscar Soto) La desaparición forzada de Santiago Maldonado hace más de 40 días (NR: hace más de 50 al momento de publicar esta nota) a manos de los poderes políticos y militares del Estado Argentino, marcan al menos dos momentos centrales de la actual etapa de dominación colonial sobre los cuerpos y los territorios en América Latina, y su “revolución de la alegría” en su formato nacional: la intensificación del despojo de tierras comunitarias, orientadas a afianzar la extranjerización de la economía local y el reforzamiento, desde el Estado, de las claves coloniales sobre las que se construyó nuestra nacionalidad.
Colonialidad y racismo “nacionales”
“¿Quién le tiene miedo al negro?” La frase sonaba en colegios del interior de la provincia de Mendoza con los años 90 llenos de plenitud, particularmente en un lugar cuasi patagónico como el departamento de Malargüe, se trataba simplemente de un juego de niños en un playón descampado de una escuela primaria. Paradójicamente, en Malargüe (Malal-Hue en lengua mapundungun), como en toda la Patagonia, toda la Argentina y toda nuestra América, el negro hace ya muchas décadas se transformó en el generador de los miedos, antes que el depositario de tanta violencia.
Las horas dramáticas de la Argentina actual, reactualizan las facetas más típicas de esa “nacionalidad” que un grupo social hegemónico logró universalizar como nuestro ADN de país. La mirada regional explica mejor nuestras dependencias, la consolidación de poder del conjunto de las clases dominantes en la región latinoamericana, en la etapa de la colonia primero, y en el periodo pos-independentista luego, encuentra sustento político-económico en una formación social erigida sobre la base de una persistencia clasificatoria colonial.
De manera tradicional se suele denominar colonialismo al tipo de dominación política, económica y cultural de un territorio sobre otro. La colonización ha sido asimilada a la fundación de “colonias” en el marco de la expansión típica del poderío europeo. Los primeros pasos de la expansión marítima, tanto española como portuguesa, comienzan en el siglo XV, a partir de la avanzada imperial sobre las culturas y religiones de los pueblos coloniales, por vía de la desarticulación económica y la implantación de sistemas de sometimiento forzado, tales como la esclavitud, la mita minera o los tipos de labores serviles que apuntalaron la inferiorización de cuerpos y territorios originarios. Esta trama, oficia de antesala del proceso de acumulación primitiva de capitales europeos para la inminente transición capitalista del siglo XVII.
La historia latinoamericana está atravesada por un sutil péndulo de confrontación social y articulaciones políticas, que determinan la forma que adquieren los espacios, los territorios y los cuerpos. El paso del Estado colonial -Estado de las Indias- hacia una forma de “emancipación pos-colonial” opera como distorsión de un tipo de genealogía negada en la inscripción de los procesos políticos latinoamericanos. La Conquista y el tipo de sociedad que se formó en nuestro continente se hizo contra y por sobre los cuerpos/territorios de Mapuches, Puelches, Pehuenches, Diaguitas, y otros.
Las consecuencias de esas formas de sometimiento han hecho de América el primer espacio/tiempo de la configuración del patrón de poder mundial, en el que la idea de raza se consolidó como elemento vital de la clasificación social básica. De manera tal fue la estructuración del nuevo orden hegemónico que, como sostiene el peruano Aníbal Quijano, sin colocar las formas de control del trabajo, la producción-apropiación-distribución de la riqueza y su articulación con la relación capital-salario y el mercado mundial, no podría ser explicada la geografía social del capitalismo actual.
Indios, negros, mestizos son evocados como materialidad necesaria para un nuevo patrón de poder mundial, capaz de ejercer dominio sobre los espacios geográficos y sobre la subalternidad colonial. En otras palabras, la situación de dominación social colonial y las incipientes formas de explotación económicas capitalistas, ordenan a la experiencia de los sometidos en torno de una subjetividad eurocéntrica, un tipo de colonialidad del poder, como novedad en las dinámicas del control sistemático de la producción de conocimiento, así como de las instancias de relacionamiento social.
Argentina liberal
Año 1983, la Argentina que se enfrentaba a sí misma luego de la etapa de violencia genocida arbitrada desde el Estado, se reencontraba con los garabatos del ensayo ficcional que significa el “retorno democrático” al país. No sin dolor, la lucha de Madres, Abuelas y los movimientos populares que habían logrado dar luz al bálsamo de ordenamiento legal no represivo -no completamente represivo, en teoría- después de tanta sangría, parecían hallar algún principio de acuerdo normativo, que al menos significase la apertura a discutir este sistema perverso por el cual tantos habían caído, -tratando de hacerlo caer a él-.
El florecimiento de la primavera democrática en Argentina y América Latina, no fue otra cosa que el lastimoso triunfo del liberalismo como instancia de ordenamiento social, legitimado en la representación y en la contención procedimental del “leviatan”. Dicho de otra forma, podríamos pensar que a la salida de la cruenta dictadura cívico-ecliesial-militar iniciada en marzo de 1976, las visiones “contractualistas” de la sociedad se impusieron por encima de aquellos, cuyas lecturas irremediablemente entendían a la acumulación de riqueza y los privilegios de propiedad como la antinomia de cualquier tipo de democracia. Sin justicia social, nunca habría democracia real. Cuanto menos muchos de los 30 mil que se llevó el régimen, algo de eso intuían.
Finalmente, pese a todo, arribamos a periodos democráticos, y en principio tanta lucha no fue en vano. La sucesión de gobiernos administradores del vendaval neoliberal ha significado una constante tensión y lucha del campo popular por las condiciones sociales de vida. Las articulaciones políticas y los movimiento sociales han enfrentado el régimen de propiedad en la fase nueva del capitalismo
En estos años sin embargo, la Argentina que se hermanó a los procesos de impugnación neoliberal, como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela; que emprendió articulaciones regionales nuevas y políticas sociales de corte re-distributivo, poco auguró en la larga tarea del arado de la tierra propia/ajena. Grandes propiedades de tierras comunitarias campesinas e indígenas han sido extranjerizadas en Argentina (como en toda América Latina) desde los tiempos más (neo) liberales hasta los periodos más populares.
“Cambiemos”, y la pregunta sobre por Santiago Maldonado
Desde la asunción del gobierno de Mauricio Macri en Argentina, una serie de sucesos políticos han radicalizados aspectos de la economía capitalista sobre la que se sustenta la propiedad de la tierra en la Argentina. Rápidamente, una serie de decisiones ejecutivas de la nueva administración del país han profundizado los dispositivos de exclusión social y política sobre los que se asienta el Estado Argentino, sobre todo con especial interés en la anulación de todo tipo de regulación económica previa que hubiera sido ejercida desde arriba posdictadura.
Un paquete político así, tan potente, difícilmente cuente (o pretenda contar) con las herramientas conceptuales para argumentar -de manera lógica- dónde se encuentra la humanidad de Santiago Maldonado. ¿Qué hicieron con un anónimo más, que se animó a acompañar la “lucha subversiva” de cuanto “terrorismo indio” puebla el “desierto” patagónico argentino? ¿Dónde lo depositó este sistema cuya perversión cada día es mas obscena?
En hora buena para ellos, los de arriba, capitales ingleses se apuran a repoblar y concretar aquellas tareas incumplidas por la casta moderna de Roca y compañía. Para la alegría del Ministro Esteban Bullrich, la campaña del desierto parece estar más cerca de los cuerpos y los territorios ocupados en 2017, que en los almanaques y metáforas escolares de antaño. En ese camino de reconfiguración de las clases dominantes en Argentina, han surgido nuevas formas de racismo antiindigena, ahora complementadas con formas novedosas de extracción económica y devastación territorial. El caso de las escaladas de represión a los pueblos originarios y la desaparición forzada de quienes luchan en defensa de los terrenos ancestrales, son sólo un botón de muestra.
Las fechas próximas de vencimiento de la ley 26.160 que legisla sobre la territorios campesino-indígenas, y declara la emergencia: “en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país, cuya personería jurídica haya sido inscripta en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas u organismo provincial competente o aquellas preexistentes”, la ideología liberal de las clases dominantes, ahora cómodas en el manejo integral del Estado nacional y el pensamiento colonial por vía de la modernidad capitalista, apuran las tareas que los viejos próceres no completaron aun.
En ese camino, solo nos resta el eufemismo de la pregunta, que seguramente en algo logra erosionar la indignidad de tanto político, empresario y militar en funciones: ¿Dónde está Santiago Maldonado?
- Politólogo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales / UNCuyo. Mendoza
(*) Fuente: Latina.com.ar
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