Opinión

Wim Dierckxsens, Walter Formento

Trump enfrentado al Estado Profundo

(Por Wim Dierckxsens, Walter Formento) La batalla de Trump con la OTAN globalista

La llegada a la Casa Blanca de un defensor del capitalismo productivo está estremeciendo el orden internacional en detrimento de los adeptos del capitalismo financiero transnacional, ya sean los pro-globalistas o los continentalistas. Podríamos preguntarnos si actuando de este modo, Trump no se revela como un revolucionario en los límites y términos de un antiimperialismo financiero globalista. Al menos se observa que es un “guerrero” que lucha contra el globalismo unipolar. La situación actual puede describirse como un enfrentamiento entre una clase dirigente globalista y, por el otro, gobiernos responsables ante sus pueblos y naciones respectivas.

El globalismo se apoya en los aparatos burocráticos de carácter internacional a los cuales les impone su interés transnacional imprimiéndole su carácter pro-globalista, enfrentado a lo nacional no solo desde la administración de la OTAN, sino también desde el Banco de Pagos Internacionales (el Banco central de los bancos centrales), también desde la Comisión Europea (gobierno) de la Unión Europea, ambas ubicadas en Bruselas (…) y desde la ONU a través del consejo de seguridad y alguna secretaria. El «pensamiento único» de los globalistas ha venido imponiéndose a todos a través de las principales redes de comunicación social y medios bajo su control.

En la cumbre entre Putin y Trump en Helsinki, el 16 de julio de 2018 no fue Estados Unidos quien concluyó un acuerdo con la Federación Rusa. Fue sólo la Casa Blanca, contra su oponente común que es la fracción de poder del estado profundo globalista, que goza aun de autoridad en Estados Unidos, gracias en buena medida al control económico y político sobre las principales plataformas digitales de comunicación en EE.UU. y en el mundo entero. Ese grupo social global, transnacional, había logrado hacernos creer que ya no había ideologías, que habían muerto y que estábamos ante el fin de la Historia. Esa clase global (compuesta por dueños de acciones controlantes de directorios de bancos comerciales y fondos financieros globales de inversión y sus altos gerentes ejecutivos, CEO´s) se considera el verdadero representante de los intereses de Estados Unidos, aunque ese papel en lo formal-institucional legal pertenece al presidente. Por ello, es que los globalistas no han vacilado en acusar al presidente Trump de traición (a sus intereses estratégicos). Algo que Trump siempre manifestó que se opondría y los electores de EE.UU. votaron.

La cumbre Trump-Putin significo también la ratificación para que Moscú y Damasco permanezcan en el asiento del conductor y establezcan los términos para la salida de la guerra y el proceso de estabilización de Siria. Con ello podríamos ser testigos del capítulo diplomático final de esta “oscura” guerra de siete años. En los últimos meses no solo se logró parar la desestabilización y destrucción sino reiniciar la recuperación de la capacidad de gobierno en Siria. Hay incluso alegaciones sobre un acuerdo “secreto” negociado entre Rusia, Israel y Siria. Incluso Netanyahu ahora dice, de regreso de su visita a Moscú, que Putin acordó contener a Irán en Siria y que en última instancia Assad recuperará toda Siria.

Con estos hechos Trump ha puesto patas para arriba a la fracción globalista del llamado “estado profundo” en EEUU. Sus decisiones y acciones expresan claramente un alejamiento de las “alianzas enredaderas” que se emplearon para promover las políticas hegemónicas pro-globalistas, o sea, del grupo globalista dentro la Elite Occidental en la OTAN. Y más importante aún es que Trump ha logrado “quebrar” la retórica de los “progres” socio-liberales globalistas (subyugados por la postura de Clinton, Obama y la cúpula financiera del Partido Demócrata), al subrayar la importancia de tomar en cuenta el papel de Rusia en la geopolítica. Lo que plantea sobre Siria es lo suficientemente relevante para dejarlo en claro. Aunque siguen las discrepancias sobre Ucrania (Donbás) y los gasoductos que “marchan” de Rusia a la UE, se ha entrado en una nueva fase en las negociaciones y eso se manifestará con mucha mayor claridad después de las elecciones intermedias de noviembre en EE.UU.

Las profundas transformaciones que han modificado el mundo durante los 26 últimos años (desde 1992) han logrado “transferir” una parte no solo importante sino también central del poder de decidir de los gobiernos a otras entidades administrativas, ya sean “públicas” o “privadas”, al control transnacional financiero global. Desde el momento de inicio de la guerra en Bosnia-Herzegovina –en 1992–, la alianza entre la OTAN y el ´islam político´, luego conocido como EI o ISIS, abrió el camino a la destrucción del mundo musulmán (Dierckxsens, 1998). La OTAN, el brazo armado globalista a partir de ese momento, coordinó todos los elementos sauditas e iraníes en Europa. Lo cual asumió la forma en que Al-Qaeda combate en Libia y en Siria bajo las órdenes de la OTAN. No hubo “choque” ni «guerra de civilizaciones», sino solo una operación de publicidad de la antinomia política que pregonaba el pro globalista Samuel Huntington en su clásico libro de 1996. En el marco de este cambio de carácter de la situación mundial, el Irán chiita pasó de ser parte de la alianza a enfrentar a la OTAN, bajo cuyas órdenes había luchado en Yugoslavia, y se alió con la Rusia ortodoxa para “salvar” la Siria multiconfesional.

En la cumbre de la OTAN del 25 de mayo de 2017, Trump impuso que esta incluyera la lucha contra el terrorismo particularmente en Medio Oriente, contrario a los objetivos globalistas de la alianza atlántica. En la reunión del G7 de junio de 2018, la administración de la OTAN trató de preservar los objetivos imperiales del globalismo, pero Trump se negó a firmar la Declaración Final y dejó en claro que esta reunión de jefes/as de estado de las 7 potencias centrales ya no es relevante en la geopolítica de post febrero de 2018. Trump tampoco considera ya relevante a la OTAN, por ello desde que asumió en 2017 se dio una política directa en este objetivo y lo fundamenta políticamente en que “fue una organización que perdió su misión al terminar la guerra fría cuando se desintegró el bloque soviético” coincidiendo en esto con Putin, en la reunión del Helsinki en 2018.

La guerra fría no es la Tercera Guerra Mundial. Tampoco terminó con la derrota de la Unión Soviética sino con su derrumbe sobre sí misma. El fin de la guerra fría no dio paso a la creación de nuevas estructuras sino a la “integración” subordinada de las naciones ex soviéticas a organizaciones ya existentes. La Tercera Guerra Mundial comenzó en Yugoslavia en 1992, continuó en Afganistán, Irak, Georgia, Libia y Yemen para terminar en Siria a partir de la gran “batalla de Alepo”. Su campo de batalla se circunscribió a los Balcanes, el Cáucaso y lo que ahora se designa como el «Medio Oriente ampliado». Ha tenido sin embargo un gran costo en vidas para innumerables poblaciones musulmanas o cristianas ortodoxas. Y esta guerra mundial globalista está concluyendo y dando sus últimos pasos desde que Putin y Trump realizaron su encuentro cumbre en Helsinki.

Se superpone con lo anterior, otro proceso que se inicia claramente a partir de la crisis financiera global del mundo financiero unipolar del 2008 (Walter Formento, 2011). Una crisis financiera o “guerra financiera global”, como modo de manifestarse la crisis o guerra financiera entre fracciones del unipolarismo financiero, que ya se había manifestado en EE.UU. en 2001 con la “caída” de las Torres del World Trade Center, como un choque entre fracciones del unipolarismo financiero, lo cual fue denominado desde el estado profundo como “choque de Civilizaciones” para imponer una mirada que hiciera centro en una supuesta guerra civilizatoria contra el “terrorismo” en el “medio oriente ampliado”. Donde el terrorismo real era impulsado y pertrechado por formaciones especiales de mercenarios paramilitares al servicio de la OTAN pro-globalista y de las Transnacionales financieras globales. Y el terrorismo ficticio o de ficción, planteado e impuesto desde la realidad virtual de la comunicación, lo componían o personificaban los países del gran medio oriente, de Siria a Egipto y de Turquía a Irán, que son los países donde no solo se encuentra una de las grandes reservas de petróleo y gas (la otra es el área del mar caribe, de México a Venezuela) sino también el puente terrestre que une el Asia-pacifico del multipolarismo de China-Rusia-India-Pakistán, con la Unión Europea de Alemania, Francia e Italia incluido el Reino Unido.

Claro está que en 1992, cuando la confrontación entre unipolarismos financieros estaba recién insinuada, el plan se inicia con el objetivo de desmembrar, ocupar y apropiarse de las áreas de influencia de Rusia en el área geográfica soviética y sus riquezas. Pero en septiembre de 2001, es la confrontación entre las fracciones del unipolarismo financiero transnacional la contradicción que pasa a ocupar el lugar de la contradicción principal que ordena todos los conflictos y enfrentamientos.

En la cumbre de la OTAN del 25 de mayo de 2017, Trump impone que la OTAN incluya la lucha contra el terrorismo, particularmente en Medio Oriente, enfrentándose a los objetivos globalistas de la alianza atlántica. En el G7 de junio de 2018, la administración de la OTAN trató de preservar los objetivos imperiales del globalismo, pero Trump se negó a firmar la Declaración Final. La administración de la OTAN forzó la firma del esbozo de la Declaración Común en la apertura de la cumbre en vez de al final, así no habría discusión sobre la doctrina anti-rusa. Consciente de la trampa que se le tendía, Trump decidió tomar desprevenidos a sus funcionarios al cuestionar la ´razón de ser´ de la alianza: la protección contra la amenaza Rusa (soviética). También hizo venir al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a la residencia del embajador estadounidense en Bruselas, en presencia de la ´prensa´ globalista, y le hizo notar que Alemania alimenta su economía con gas del socio y ´amigo´ ruso mientras pide a la OTAN que la protejan de su ´enemigo´ ruso. El planteo del presidente Trump estuvo dirigido contra la OTAN, y su secretario general, más que contra Alemania. Trump relegaba así, a un segundo plano, la cuestión del financiamiento de la OTAN, pero sin abandonarla.

Lo mismo se pudo observar en el modo en que Trump resolvió el escenario de confrontación en la península de Corea con Corea del Norte, donde si bien sus discursos cotidianos, y el de su canciller Tillerson, hacían a la escalada en la tensión militar nuclear, por otro lado designó a personal de su estrecha confianza para que avanzara en acuerdos de paz para la región que incluye a no solo a las Coreas sino también a China, Rusia y Japón. Todo lo cual concluyó en un acuerdo marco de pacificación de la región, acuerdos de comercio y con el reemplazo del Exxon-Mobil canciller Tillerson, quien había asumido posiciones belicistas, no solo contra Corea del Norte sino contra Venezuela, y quien confrontó y desmintió públicamente que hubiera una negociación subterránea de acuerdo de paz con Corea del Norte.

Contrariamente a los discursos que hablan de independencia de la Unión Europea, esas dos estructuras (la UE y la OTAN), el Tratado de Maastricht deja en claro que una fracción de intereses en la UE está al servicio de la OTAN, subrayando el papel de lacayos de los países de la UE y complicando su mirada hacia el Este. Claro que esta situación empezó a cambiar con la crisis que implicó el desarrollo de la iniciativa Brexit de la Corona Británica, y Teresa May desde junio de 2016, la decisión de Inglaterra y el Reino Unido de avanzar en un proceso de recuperación de soberanía enfrentada a una UE liderada aun por el unipolarismo financiero desde la City de Londres y enfrentada a la City de Londres misma.

La ratificación del Brexit en marzo de 2017 y profundización en marzo de 2018 consolidan la posición de pérdida de poder del unipolarismo globalista, no solo en la OTAN sino también en la UE y en el RU. Lo cual se va a observar en la pérdida de apoyo en la UE a las posiciones pro-OTAN, y el fortalecimiento de las posiciones a favor de unas fuerzas armadas europeas, decisiones que muestran cada vez mayores grados de independencia de la UE respecto del proyecto del unipolarismo globalista y de profundización de los “diálogos” con el multipolarismo pluriversal. Posiciones que se fortalecen con las decisiones de Trump de avanzar en el respaldo del acuerdo 5+1 con Irán, de avanzar también con los acuerdos entre Rusia-Alemania en el gasoducto northstream II, el retiro de los apoyos de los EE.UU. a los tratados globalistas TTP, TISA y TTIP, a los acuerdos de Paris de reducción de emisiones de Dióxido de Carbono, etc.

En una digresión necesaria, es importante también poner de relieve como se manifiesta esto en la relación entre Trump y el unipolarismo financiero continentalista pro-ALCA del estado profundo republicano. En relación con este punto fue central la crisis que le produce al TLCAN que impacto en la línea de flotación del unipolarismo globalista pero también en el unipolarismo continentalista. En relación con éste último es importante tener presente el desarrollo de la crisis de los dos partidos políticos mexicanos, del PAN y del PRI. Bipartidismo que expresaba en forma dominante los intereses del unipolarismo continentalista.

El desarrollo de la crisis del bipartidismo pro-financiero, facilitó la consolidación del espacio político MORENA, conducido por Andrés López Obrador, como opción lo cual se manifestó en el triunfo electoral de julio de 2018. Logrando la mayoría electoral y la presidencia de nación, mayoría en el senado y mayoría en el legislativo. Logrando con esto que se quebrara la capacidad de fraude electoral que impedía desde 2006, que una opción alternativa y López Obrador pudieran ser reconocidos como ganadores y no el fraude. Esta crisis en el bipartidismo pro-unipolarismo financiero continentalista tiene relación directa con un cambio y crisis en la situación de poder al interior del unipolarismo financiero transnacional que se manifiesta primero que nada en el triunfo electoral de Trump, contra el estado profundo republicano y contra el estado profundo demócrata en las elecciones de EE.UU. de 2016, y en la consolidación del Brexit Británico a partir de marzo de 2017.

Esta realidad de crisis en los unipolarismos financieros es lo que permite que la principal área geoestratégica de recursos de petróleo y gas que se encuentra en el Mar Caribe, de México a Venezuela pasando por Cuba, las Antillas y Colombia, pueda profundizar sus grados de libertad que se manifiestan en un distanciamiento respecto de estos y en la consolidación de su aproximación a los multipolarismos. Claro está que el Unipolarismo continentalista republicano, y el comando sur del pentágono con organizaciones irregulares narcoterroristas, están en una clara y definida política de asegurar el control de México, América Central, el Caribe y Suramérica, hasta las islas Malvinas, la Antártida y el pasaje bioceánico sur-sur. Lo cual se manifiesta en las distintas acciones de golpe de estado en Honduras, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y Brasil. Y en la diseminación de bases militares de apoyo en todos los puntos estratégicos, por recursos naturales o pasos bioceánicos, de cada país.

Ahora retomando el eje central de este trabajo, Trump ya ha iniciado discretamente discusiones con su homólogo ruso para retirar las tropas a ambos lados de la frontera rusa, con ello también las tropas de la OTAN de la actual línea de confrontación cerca de sus fronteras. La OTAN para Trump es considerada una reliquia de la Guerra Fría, una organización para una guerra que ya no existe. Y si ya no existe ¿por qué mantener a 35.000 soldados en Alemania? Porque eso es un desembolso de dinero que paga EEUU, no Alemania. Sitúa así a la OTAN como una institución que “derrocha” dinero en gastos que ya no se justifican.

Trump caracteriza así a la OTAN como obsoleta para una guerra fría que ya no existe porque caducó con la caída de la URSS, y lo hace para justificarse ante el gran público norteamericano principalmente. Pero, en el fondo, Trump piensa que la OTAN debe ser desarticulada porque está al servicio de los intereses del unipolarismo globalista desde que los gobiernos pro-globalistas de Clinton y Obama la subordinaron a esa estrategia e interés desde 1993 en adelante. Por ello Trump sigue y dice, si hay que derrochar, que se lo haga invirtiendo en la producción de armas estadounidenses que pueden venderse bien en el exterior generando ingresos pero no en soldados y bases militares que solo cuestan dinero y mucho dinero. Es probable que después de las elecciones de noviembre de 2018 se lleve a cabo la retirada de las bases norteamericanas de Europa. Solo a partir de entonces la Unión Europea tendrá, Trump y Putin mediante, la posibilidad de mirar hacia el Este e integrarse a la Nueva Gran Formación Social que se desarrolla bajo liderazgo de China y Rusia.

El acercamiento de Trump a Putin tiene un relieve muy importante. Ha sido la escenificación más clara de que EE.UU. no se enfrenta a un enemigo mortal. Igual situación observamos ya con Corea del Norte. Así hay que leer la gira de Trump por Europa y Helsinki. Trump, necesita tiempo para su campaña electoral a fin de poder tomar decisiones más drásticas y no perder votos en el Congreso y el Senado al precipitarse. Lo necesita para irse deshaciendo de todos los funcionarios parasitarios de Washington y Bruselas. Solo en Bruselas la OTAN tiene 4.000 funcionarios y todos viven de la “amenaza rusa”. Si se destierra la amenaza, estos 4000 funcionarios deben regresar a EE.UU. Putin y Trump coinciden más que todo en lo siguiente: quieren centrarse en el frente interno antes que en el externo y este es el mensaje central de la reunión de Helsinki.

Está claro que los globalistas temen que Putin y Trump lleguen a un acuerdo que concluya por cambiar el orden mundial globalista. Las razones de estos no tienen nada que ver con los intereses estadounidenses, más bien lo contrario. La cumbre de Helsinki es literalmente una oportunidad para detener una nueva Guerra Fría globalista con la invasión planificada de EE.UU. y Europa a través de fuerzas mercenarias que están batallando hoy en los países del Medio Oriente ampliado, que incluye a África del norte. Esto es para desestabilizarlos a fin de evitar el avance de la Nueva Gran Formación Social bajo liderazgo del multipolarismo chino, con su Nueva Ruta de Seda y la consecuente integración de Eurasia, África y la Sudamérica hispana (que va desde México a la Antártida). El proyecto multipolar, opuesto a esta guerra devastadora que costó ya millones de muertos, defiende la idea de que para escoger su destino los seres humanos deben poder organizarse a partir de sus Naciones, a partir de criterios pluriversales de incluir en un todo que debe sintetizar-no-subordinando sino reconociendo lo propio de cada nación, nacionalidad, territorio, religión, historia en un proyecto común. Por consiguiente, el multipolarismo tiene su punto de partida y apoyo en lo nacional y en las economías nacionales en su enfrentamiento con el unipolarismo global y su agente el capital financiero global, en relación de tensión creativa entre lo cada nacional con lo pluriversal/universal concreto de una Nueva Formación Social que se está constituyendo en Eurasia, África y la América no anglosajona, por el primer impulso de liderazgo y motor de la China multipolar.

En noviembre de 2018, Trump tiene como horizonte hacer del Partido Republicano “su” partido, que ahora no lo es, al derrotar con mayor contundencia al Partido Demócrata, copado desde su cúpula desde 1992/94 por los globalistas. A partir de ese momento todo lo demás podrá ser secundario según él, y por ello, se supone posponer hoy las decisiones más drásticas sobre el futuro de NAFTA, proyecto del ala más conservadora y financiera del partido Republicano, el Tea Party en parte.

Trump enfrentado a los bancos globalistas

En febrero, Jerome Powell, quien fue elegido a dedo por Trump, se convirtió en el jefe de la Reserva Federal y con ese nombramiento, más las renuncias de Yellen y Stanley Fisher, los directivos de la Fed ya tendrían mayoría republicana, para mal de los intereses demócratas globalistas. Para ello es importante, recordar la gran corrida financiera contra Trump que se propició desde la presidencia de la Fed de Yellen en febrero de 2018. Hecho que fue repelido por la acción conjunta de Trump y de la China multipolar, que incluso llegó a poner a su disposición las toneladas de oro necesarias para que éste pueda regresar al patrón oro-dólar pre-1973.

En el mes de junio, la Reserva subió la tasa de referencia por segunda vez en 2018 y proyecta dos aumentos más para este año. El presidente Donald Trump criticó el 18 de julio la labor del director de la Reserva Federal, Jerome Powell, diciendo que no estaba contento con el reciente aumento en las tasas de interés de la FED. Trump pretende y necesita mantener bajos la tasa de interés para avanzar con sus grandes proyectos de infraestructura a crédito. También quiere un dólar que tienda a devaluarse para llevar la ´guerra de monedas´ con China. Al mantener bajas las tasas de interés no habría mucha demanda de dólares y podría mantener débil (bajo) al dólar. Trump manifestó su descontento con los aumentos en la tasa de interés justo en la fecha a partir de la cual la Fed tiene prohibida pronunciarse públicamente, sobre la conveniencia o no de cambiar las tasas de interés. En la reunión del 1 de agosto la Fed “decidió” no aumentar la tasa de interés.

Es un hecho que la política de la Fed, al igual que las políticas de todos los bancos centrales, son dictadas por la administración central del banco central de todos los bancos centrales, el Banco de Basilea (BIS), donde son dominantes los intereses del globalismo financiero unipolar. Por lo tanto, la pregunta lógica era si la Fed seguirá los lineamientos del BIS o seguiría la voluntad de Trump. Sabemos que el BIS y con ello la inmensa mayoría de los bancos centrales en el mundo, están alineados con las políticas globalistas y que su política actual no es salvar al dólar ni a la economía de EE.UU., más bien apunta a hacer colapsar la economía norteamericana y al dólar por todos los medios, para imponer su propia moneda a través del FMI. Por ello su objetivo principal es forzar una bancarrota en EE.UU., antes de las elecciones en noviembre.

Pretenden hacerlo mediante una política agresiva de alzas en las tasas de interés y esto es así desde el momento mismo en que Trump asumió la presidencia como ya hemos tratado en artículos anteriores. Una serie acelerada de alzas en la tasa de interés (desde el 0,5 por ciento al 3 por ciento) conllevarían a la bancarrota a una economía que está sostenida a pura deuda pública y privada (tarjetas de crédito, hipotecas, crédito para autos, para estudios, etc.) de emisión sin respaldo. Todas estas deudas se tornan impagables a partir de constantes alzas en las tasas de interés (tal y cual ya lo observamos con las decisiones del secretario de estado Henry Paulson/Godman-Sachs en relación a la crisis financiera global del 2007/8). Los globalistas podrían así responsabilizar a Trump por el “desastre económico”, creando el terreno propicio para (los demócratas globalistas) ganar y arrasar en las elecciones de noviembre intermedia de 2018 y poder forzar su ´impeachment´, su “salida” del gobierno. Al haber mantenido la tasa de interés sin cambios la Fed pareciera ¿NO-tener? el camino allanado para alinear sus decisiones con los intereses globalistas.

Trump sabe, como la mayoría de los analistas, que tarde o temprano habrá un colapso financiero. Él procura que este colapso se realice después de las elecciones y que el motivo sea a partir del mal rendimiento de las empresas globalistas en la bolsa de valores. Desde los últimos días de julio hasta el 1 de agosto, hubo un colapso en las acciones líderes en la bolsa de Nueva York (Nasdaq). Las acciones FANG (Facebook, Amazon, Netflix y Alphabet (Google) perdieron 220 mil millones de dólares en solo tres días. Trump lleva una guerra contra dichas empresas globalistas líderes por haber desplazado y concentrado la estructura productiva de estos productos y servicios fuera de EE.UU., específicamente en China (Ver Michael Snyder, Tech Stock Bloodbath, www.silverdoctors.com, 2 de Agosto de 2018). Un colapso en la bolsa y, además, una crisis económica y social, después de las elecciones de noviembre debido al mal comportamiento de las acciones líderes de Wall Street, afectaría directamente a los intereses globalistas.

Con ese resultado, a casi 20 años después que el Congreso demócrata la eliminara, la ley Glass–Steagall estaría en condiciones para regresar. La ley original Glass–Steagall de 1933, en medio de la Gran Depresión posterior al estallido de la guerra/crisis financiera de 1929, prohibió a los bancos comerciales realizar también la actividad de alto riesgo y no regulada internacionalmente de la banca financiera o de inversión y decidió separar ambas actividades, para no proteger todos los ahorros de la población. Sin embargo, el Congreso derogó esta legislación en 1999, allanando el camino para la creación de los gigantes bancarios como Citigroup, JPMorgan Chase y el Bank-of-América. Las peticiones para reinstalar la ley de 1933, alcanzaron ya un punto crítico de fiebre después de la crisis financiera de 2008. La plataforma del Partido Republicano pide hoy explícitamente el regreso de la Glass-Steagall y el clímax para implementarla sería un colapso bursátil pos elecciones de noviembre. A partir de entonces, el capital ficticio, parasitario y especulativo de la gran banca globalista estaría muy atado a las decisiones de políticas nacionales. Lo cual volvería a reducir a un mínimo la fuerza del capital financiero globalizado.

Guerra comercial y guerra monetaria

El hecho que la Fed no aumentó el 1 de agosto las tasas de interés, y al no aumentarlo en lo que resta del año, tiene un impacto en la guerra comercial y la monetaria. Pues los inversores extranjeros no se interesarán particularmente más por los bonos norteamericanos, al no aumentar sus rendimientos por encima de los vigentes en la UE, Japón e incluso China. Un alza en la demanda de dólares hubiese significado un alza en la cotización del dólar frente a las otras monedas. Trump necesita un dólar débil que tienda a devaluarse y solo lo lograría con tasas de interés comparativamente bajas.

Los recientes ataques verbales del presidente de los EEUU, Donald Trump, a la gradual subida de tipos de la Reserva Federal (Fed) y a la consecuente fortaleza del dólar le llevan a la ofensiva proteccionista. Ante la actual guerra comercial con China, a partir de aranceles sobre productos importados desde esa nación. Sin embargo, Trump teme que China pueda avanzar con mayores devaluaciones del Yuan. Como China no realiza importaciones en un porcentaje importante desde EE.UU., la nación asiática no podrá competir en la guerra comercial con una guerra de aranceles a los productos norteamericanos. Una política más efectiva para China está en el terreno de la guerra de monedas, devaluando el Yuan lo cual hace más baratos todos los productos chinos y más caros los norteamericanos.

El curso del yuan chino con respecto al dólar retrocedió el jueves 12 de julio de 2018 en un 1,1 por ciento —la más fuerte caída en un día desde enero de 2016— y cotizó a razón de 6,7249 la unidad luego de la intervención del banco central del gigante asiático para devaluar la divisa nacional, informa Bloomberg. Las últimas dos veces que China devaluó su moneda fue en agosto y en diciembre de 2015. El resultado fue una baja del 11 por ciento en la Bolsa de Wall Street, es decir, la Bolsa de Nueva York y particularmente las tecnológicas son las primeras víctimas de una devaluación china ya que las marcas de este último país saldrían más que todo beneficiadas.

Como respuesta Trump tiene la idea de colocar aranceles a todos los bienes chinos sin excepción. A Trump le han preguntado por la posibilidad de que caigan las bolsas tras sus políticas arancelarias. Su respuesta fue: "Si cae, que caiga. No estoy haciendo esto por política, estoy haciéndolo para hacer lo correcto por nuestro país”. La crisis de 2007-2008 ha desembocado en una Larga Depresión económica que lleva ya una década. El proteccionismo de Trump expresa de una manera enmascarada por la grosería de su personaje y su discurso, la necesidad de recuperar la rentabilidad de la producción estadounidense. La apuesta de Trump y de los sectores del capital no globalista que lo respaldan en estas medidas, es que de provocarse una nueva gran recesión como la de 2007 por las medidas que está aplicando, los principales perdedores sean los globalistas. No es la ignorancia, ni el delirio del personaje lo que explica esta dinámica, es la crisis y el conflicto entre fracciones de clase capitalista que muestra que es una clase superada por la historia.

Bibliografía consultada

Diario de Octubre, 18 de julio de 2018 ¿Y si Trump fuese un revolucionario?, https://diario-octubre.com.

Jim Rickards, 27 de jukio de 2018, Prepare For A MAXIMUM Chinese Yuan Devaluation. www.silverdoctors.com 27 de Julio de 2018.

John Moran Robleda, 16 de julio de 2018, La Cumbre Trump – Putin: ¿Rehaciendo el Mundo en Helsinki?, https://criterio.hn

Thierry Meyssan, 17 de julio de 2018, Trump y la burocracia de la OTAN, Red Voltaire.

Voz de América, 20 de julio de 2018, Trump critica aumento de las tasas de interés, https://www.voanoticias.com .

Paul Eberhart, 23 de Julio de 2018, The Ball Is In The Fed’s Court: Will The Empire Strike Back?, www.silverdoctors.com 23 de julio de 2018.

Brandon Smith, 27 de Julio de 2018, Globalist Agenda: America Will Be Sacrificed At The NWO Altar By The Fed, www.silverdoctors.com .

Wim Dierckxsens, 1998, Los límites de un capitalismo sin ciudadanía. Editorial DEI, Costa Rica

Walter Formento y Gabriel Merino, 2011, Crisis Financiera Global, Ed. Peña Lilla, Buenos Aires

(*) Fuente: Alainet

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